Por: César Hernández/
A los pies de Abraham Lincoln, el presidente Andrés Manuel López Obrador colocó una ofrenda la mañana de ayer como parte de las actividades que tuvo previo a la reunión con su homónimo Donald Trump, quien se refirió al acto como “una ceremonia bellísima”.
El monumento conmemorativo, ubicado en los extremos horizontales del National Mall de Washington D.C- lugar donde también Martin Luther King enalteció su discurso para defender los derechos civiles de la población afroamericana– y que recuerda al decimosexto presidente de Estados Unidos que lideró una de las guerras más sanguinarias, con una severa crisis política y siendo uno de sus principales objetivos la abolición de la esclavitud, vio, con sus inmensos 30 metros de altura, la corona de flores que le obsequiaba el presidente mexicano.
Horas más tarde, en su declaración conjunta con Trump, López Obrador enfatizó que su visita a la capital del país del norte, más allá de poner en marcha el T-MEC, fue para agradecerle “al pueblo de Estados Unidos, a su gobierno y a usted (Donald Trump) por ser cada vez más respetuosos con nuestros paisanos mexicanos” destacando que el presidente Trump “se ha comportado hacia nosotros con gentiliza y respeto” aunque el representante de Estado del país vecino en varias ocasiones ha aludido de manera negativa hacia el pueblo mexicano.
Ejemplo de ello es cuando el director Alejandro G. Inárritu ganó los premios Oscar y el presidente dijera “México tuvo una gran noche en los Oscar. Y cómo no, si están acostumbrados a arrebatarnos lo nuestro más que ninguna otra nación”. Algo que se fue intensificando con uno de los mensajes más impactantes de su gobierno, la construcción del muro:
“México no se aprovechará más de nosotros. No tendrán más la frontera abierta. El más grande constructor del mundo soy yo y les voy a construir el muro más grande que jamás hayan visto. Y adivinen quién lo va a pagar: México” (11 de mayo de 2015 en South Carolina Freedom Summit).
Con un escenario en el que parece que los discursos se contradicen entre ambos mandatarios, las redes sociales pusieron en tela de juicio a lo largo del todo el día de ayer esa fotografía en donde el jefe del Ejecutivo mexicano se ve admirando a Lincoln y se colocó sobre la atmósfera si Andrés Manuel López Obrador se muestra como un pequeño ser que sucumbe ante la inmensidad del monumento y la nación estadounidense o hace un acto de verdadero respeto.
Para este tipo de escenarios, Jorge Ibargüengoitia escribió en su libro “Viajes en la América Ignota” (1972) un análisis con ese peculiar sentido narrativo que lo diferenció como uno de los escritores más destacados de las letras mexicanas contemporáneas, criticando y con ese alto grado de metáforas que critican a la historia.
En su primer capítulo “El Lenguaje de las piedras”, Ibargüengoitia detalla esos elementos que definen a los monumentos.
“Es evidente que el culto a los héroes, y la tendencia a construirles monumentos, son dos fenómenos que van en aumento… y que emanan, o cuando menos deberían de emanar, de un sentimiento de emulación”.
Aunado a ello, el escritor también reflexiona que para la contemplación del monumento se desprenden dos enseñanzas; una para el escultor, quien debe de ser cuidadoso al momento de dimensionar y colocar en su lugar cada parte que, conforme al monumento, y la otra es para el espectador “que tenga ambiciones de llegar a ser héroe”, siempre y cuando ese aspirante a héroes cuente con una “imagen” pues “un héroe sin imagen, es como si no existiera”.
Opinadores, simpatizantes, opositores y demás personas se han fijado en este acto del presidente Andrés Manuel como algo positivo y otros como algo sumamente negativo, pero es quizá, en ese acto de honrar y recordar a los “héroes” que el propio presidente se ha convertido en un monumento o en un “aspirante a héroe” que “emana de un sentimiento de emulación” y se coloca debajo de otro gran monumento, tratando, como escribe Ibargüengoitia de ser esa nueva tendencia monumentalista que consiste en “representar ideas abstractas por medio de formas abstractas, es decir, que no representan nada más”.
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