- Algunas escenas y diálogos se repiten, pero los personajes que las protagonizan cambian. Ted imita a Plath en los diálogos y es otra manera en la que el autor muestra el cómo Hughes no puede olvidarse de su esposa. La muerte en vida de Hughes se acentúa cuando de su cabeza no pueden salir cuatro palabras: Tu esposa está muerta.
Por: César H. Dorado/
Desde la publicación de su primera novela, “A pesar del oscuro silencio” (1992), Jorge Volpi ha utilizado en sus textos recursos poéticos que se van entretejiendo con historias de personajes verdaderos. Sin excusas, marca con pasajes trágicos y desoladores una narrativa melancólica sin finales felices. La memoria se desnuda, y Volpi descubre que en esos espacios se esconden vidas oscuras y perturbadas por sus propios tormentos psicológicos, o por la vida externa que los reprime.
En su nueva obra de teatro, “Las agujas dementes” (Almadía, 2020), no hay excepción de personajes tormentosos, ya que es una obra que se sumerge en la vida de la escritora estadounidense Sylvia Plath, destacada poeta que vivió ahogada en la depresión, misma condición que quedó reflejada en sus textos. “Sentía unas manos alrededor de la taza de té, apagadas, insensibles, chocando contra la blanca porcelana. La esperaban esas pequeñas muertes.”
Con un talento excepcional para la poesía y la confección de detalles, Plath fue una de tantas escritoras que se asomó a la oscuridad de la depresión. Con ello, la acompañó un matrimonio con Ted Hughes que la terminó de aniquilar. Desde la publicación de su novela “La campana de cristal” (1963), ya se veía una orientación por escribir sobre la muerte, e inundar todo a su alrededor con la tristeza que vivía en carne propia.
En las agujas dementes se describen escenarios sencillos; una sala, la cocina, la recámara y unas escaleras. En todas las escenas, Volpi logra retratar a una escritora lóbrega, quien, sin importar la acción o la frase más sencilla, la recarga de melancolía, porque detrás de eso, sufre las infidelidades de Hughes con Assia Wevill
La decepción amorosa es protagonista en todo momento, algunas veces se describe así misma con las acciones de los actores; besos forzados, miradas de odio e indiferencia, tensión sexual. Otras tantas, es la propia voz de Plath quien señala lo que sucede o lo que sucederá en el acto. Volpi detiene la acción de los demás elementos, para que Sylvia se pasee por la escenografía y rompa la cuarta pared, e involucre con preguntas al lector en la historia.
Entre Ted Hughes y Plath solo sobra desconsuelo y orgullo.
Él está concentrado en su amor de amantes con Assia, mientras Sylvia se atormenta con sus propios pesares; la decisión es latente, elegir el camino de la muerte, dejar a sus hijos solos, o continuar asomándose a la oscuridad depresiva. “Llévame a donde tú quieras, Ted, a cualquier lugar, como antes, como al principio, ¡sálvame, Ted! ¡No me abandones, Ted! ¡Teddy!”.
Jorge Volpi juega con los personajes de manera interesante. Tras el suicidio de Plath, su presencia se torna fantasmal y se introduce entre las charlas de los otros personajes, confrontando los discursos falsos de su esposo. Enojada, la escritora se manifiesta en la memoria de Ted quien, ya abandonado por todas sus amantes y amigos, decide quemar diarios y censurar lo que había dejado escrito Sylvia. “Trabajo sin descanso para no darme cuenta del cómo el tiempo me destruye”.
Algunas escenas y diálogos se repiten, pero los personajes que las protagonizan cambian. Ted imita a Plath en las frases y es otra manera en la que el autor muestra el cómo Hughes no puede olvidarse de su esposa. La muerte en vida del poeta se acentúa cuando de su cabeza no pueden salir cuatro palabras: Tu esposa está muerta.
En esta obra de teatro, la poesía es el vehículo fundamental para guiar al lector a la vida de una escritora trágica. Volpi hace de la palabra una herramienta que desnuda el entorno de dos poetas. Ted competía y se encapsulaba en su egolatría artística, mientras veía con recelo el ascendente reconocimiento de Sylvia Plath.
Las agujas dementes no sólo es una obra de teatro que nos sitúa en los pies de una relación devastadora, sino que nos lleva a conocer más a fondo la cotidianidad de Sylvia, su entorno y lo que veía desde su propi tristeza, “¿Y si cerrara los ojos? ¿Y si cerrara los ojos para siempre?”. En este texto, el suicidio, la poesía y las decisiones de la vida van por el mismo camino, llenándolo de oscuridad y decepción.
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