Por: Oswaldo Rojas
Todos los hombres se han sentido atraídos por el vacío: colocarse frente al precipicio y asomarse a el. Se acercan por la posiblidad de caer. Todos los hombres en algún momento se preguntan a sí mismos por el suicidio, consideran la posibilidad, la sopesan y finalmente la rechazan; preservan su vida. Sin embargo la tentación, la sola idea, ya ha cruzado sus mentes.
El filosofo decadente E. M. Cioran explicó en su obra que el suicidio le pareció la respuesta final a toda la desesperación, y que el hecho de que siempre estuviera ahí como posibilidad lo mantenía lo suficientemente equilibrado como para no hacerlo.
Para el psicoanálisis, la psiquiatría y la propia medicina, el suicidio representa una meditación compleja. Psiquiatras miembros de la Universidad de Arizona han realizado estudios desde 2010 buscando entender como es posible que alrededor de 3 mil personas a nivel mundial se quiten la vida diariamente, concluyendo que:
- La mayoría de la veces los suicidios son un último grito de auxilio, ergo, un castigo a sus familiares y amigos por la falta de atención.
- Por otra parte, aquellos que se saben a merced de situaciones que los superan, como enfermedades incurables, ven en el suicidio un forma de libertad. Afrontar la realidad final – la muerte – como parte de las cosas que uno asume día a día.
- En otras ocasiones la gente pasa por los llamados ataques de psicosis. Durante estos la víctima cree que debe quitarse la vida por una razón especifica. Generalmente estos ataques vienen acompañados de la certeza de que su existencia es prescindible.
Los psiquiatras de la Universidad de Arizona concuerdan en que sean cuales sean las razones, lo posibles suicidas pasan por episodios o temporadas de depresión y que son seres más sensibles a la opinión pública. Afirman que una depresión es el dolor prolongado al que más se acostumbra una persona, una prolongación que termina por desgastar la mente, hasta tal punto que se termina por considerar el suicidio como una forma lógica para detenerlo.
Lo anterior, sin embargo, no debe hacer suponer que el suicidio se origina por algún desorden mental. En realidad, como documenta la Organización Mundial de la Salud (OMS), menos del 5% de los suicidas presentan enfermedades mentales.
El trabajo de la OMS al respecto ha revelado que el ser humano tiende a observar su vida a través de ciclos medibles. Así, cada cierto tiempo se presenta en nosotros la noción de hacer un balance. De esta forma se explican las llamadas crisis de los 20´s. 30’s, 40´s, etc., en la cuales pareciera que las expectativas que teníamos para nosotros mismos no se cumplen, lo que generalmente lleva a experimentar sensaciones similares al fracaso y un profundo desencanto por la vida. Los estudios comprueban que en medio de estas crisis es cuando la idea del suicidio ronda con mayor frecuencia la menta de los afectados.
En una sociedad que busca el ‘éxito’ y ‘felicidad’ como metas absolutas de la existencia el hecho de que la vida sea generalmente insatisfactoria se convierte en una verdad de difícil comprensión: no nos preparamos para asumir el dolor, y al negarlo nos volvemos más vulnerables a el.
En México, según el Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente Muñiz”, por cada 100 mil personas 5 se quitan la vida. Los especialistas consideran que en próximos años esta tasa aumentará frente a la imposibilidad de colocarse en medio de los parámetros sociales para considerase como una persona exitosa. Se trata de una cifra muy por debajo de países como Japón en donde el número de suicidas aumenta hasta 23. Pero al final la pregunta sigue siendo un enigma para aquellos que viven complacidos ¿Cuanta desesperación debe soportar un hombre para verse obligado a terminar con algo irrepetible: su propia vida?
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