Por: Redacción/
El comportamiento de las clases represoras y oprimidas en el contexto de la depresión económica de finales de la década de 1920 y principios de la de 1930 en Berlín, Alemania, es reflejado en La panadería, de Bertolt Brecht, quien para escribir esta pieza inconclusa se basó en las prácticas del Ejército de Salvación.
El patio oriente de la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) se transformó en un escenario que reflejaba la pobreza y la desigualdad en el que la Compañía Nacional de Teatro representó la obra del dramaturgo alemán.
Catalogada en el género dialéctico, por su compromiso político y social que confronta a la audiencia y busca hacer que tome conciencia de lo que observa, plantea una metamorfosis de los actores, cuyos rostros se transforman como si fueran máscaras.
Cada espacio significa un relato en el que los protagonistas dialogan con los espectadores dejando por momentos la secuencia para permitir lo que se conoce como romper la cuarta pared.
Brecht no buscaba un espectáculo vacío ni textos manipulativos ni una elevada emoción del melodrama y, en cambio, introdujo una técnica de distanciamiento, a tal grado que los actores a menudo interpelaban al público.
El espectáculo comenzó sin aviso previo, los ejecutantes se juntaron en el centro de lo que esa tarde sería el escenario, que mostraba por un lado una estructura de metal para simular un edificio, una mesa llena de pan rústico como la panadería, unos periódicos en el piso y sillas con canastas.
Desde el inicio quedó asentado en el proscenio la distribución social de la época, por un lado mendigos y ciegos solicitando ayuda, muy cerca de ellos los sin-trabajo (personas que aprovecharían cualquier oportunidad sin importar el sueldo), les seguían los jazzistas –al ser una obra musical son de gran valía–, la panadería, el puesto de periódicos y unas sillas con una canasta con siete muñecos simulando una casa de alquiler.
La obra llega a su clímax cuando el dueño del expendio de pan, el señor Meininger le solicita a la señora Queck, viuda y madre de siete hijos, compre troncos de madera para los hornos, para que los sin-trabajo los corten y conviertan en leña.
Entonces el panadero recibe la visita de un banquero quien le exige el reembolso de los intereses de un crédito solicitado. Meininger decide no pagar los troncos y deja la deuda a la señora desamparada, lo que desata un conflicto entre ricos y pobres.
La pieza teatral refleja la avaricia, el rencor, la desunión, el egoísmo y la envidia que impiden el avance de la sociedad, pues plantea que sin importar la clase social siempre existe un odio que lleva al vacío. También lleva a la reflexión, ya que invita a los espectadores a actuar, dejar de sentirse menos ante el opresor y unirse ante cualquier atropello debido a que sólo unidos lograrán una diferencia.
La dirección estuvo a cargo de Octavio Michel y el elenco fue integrado por: Adrián Aguirre, Marta Aura, Miguel Cooper, Néstor Galván, Axel García, Olaff Herrera, Jorge León, Carlos Oropeza, Carlos Orozco y Teresa Rábago, Constanza Etchechury, Liliana Figueroa, Adriana Lara, Vianey Martínez, Daniel Mercado, Luis E. Palacios, Melissa Varïsh y Viridiana Velasco.
La panadería también se presentó el 13 de diciembre, a las 20:00 horas, en la Casa Rafael Galván de la UAM.
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