Por Vicente Flores (parte 1)

“Tienes una cámara y no falta quien dice que no puedes disparar, por eso tienes que buscarle, así debe ser un fotógrafo, primero tira y luego averigua, como los pinches villistas [sic]” dice Francisco Olvera, Premio Nacional de Periodismo en la categoría de fotografía del año 2000.

A Olvera la pasión por la fotografía le viene desde la secundaria. “Había un profesor que nos decía: jóvenes, el futuro de ustedes está en la fotografía. Siempre nos repetía eso. Sin embargo, el problema fue cuando nos pidió una cámara análoga para que pudieran usar rollos de 35 milímetros, ahí fue cuando me cortaron las alas”.

Pero el olor de los químicos se había quedado grabado en la memoria olfatoria de Panchito, como le dicen sus amigos.

Desde joven se  enamoró de la fotografía y más de las que estaba publicando el periódico Uno Más Uno: “En vez de ver en la portada al presidente de la República o  a diputados, veías al pordiosero, al obrero, a integrantes de movimientos sociales, eso fue en los años ochenta”.

Luego su amor cambió: nació La Jornada, un periódico fundado por Carlos Payán el 19 de septiembre de 1984, como resultado de la escisión que sufrió el Uno Más Uno.

“La Jornada es un proyecto que me gustó. Entré a trabajar como chofer. Tenía la sensación de que ahí podría ser fotógrafo. Aunque  apenas empezaba a conducir. Aprendí a manejar en un Volkswagen todo destartalado, ya sabía meter las velocidades y ya no se me paraba… el motor” dijo Olvera, alburero, bueno para el juego de palabras en doble sentido, como le gusta.

Panchito, considerado por muchos de sus jóvenes compañeros como un maestro de la lente, aseguró a Mugs Noticias que el trabajo como chofer para un periódico,  no era nada sencillo. La edición impresa debía salir a las cuatro de la mañana de la imprenta de la Jornada en la delegación Azcapotzalco y 20 minutos después, una tonelada de periódicos tenía que estar en el aeropuerto para que se distribuyera a todo el país.

“Ahí conocí al encargado de revelar los rollos. El laboratorista José Luis Fuentes, ‘El Carnalito’. Bueno para el alcohol el compadre”.

Un día llegó al laboratorio de fotografía, un lugar donde ocasionalmente había luz pero siempre música. Ante la inquietud de Olvera de conocer el cuarto de revelado, ‘El Carnalito’ lo invitó a pasar. Ahí le enseñó los principios del laboratorio y el cuarto oscuro.

“Siempre estuvo muy dispuesto a enseñarme el oficio” añade Francisco Olvera, quien refleja en cada palabra el eterno agradecimiento a José Luis Fuentes por enseñarle a sacar una imagen de un negativo.

Una ocasión, ‘El Carnalito’ salió a comprar su “medicina” para curar la cruda o hacerla más llevadera. Pero minutos después llegaron dos de los fotógrafos más reconocidos de La Jornada en ese momento,  Fabricio León, y Francisco Mata, quienes retaron al nuevo practicante del laboratorio a revelar los rollos donde se encontraban sus órdenes de trabajo del día.

“No te preocupes, tranquilo ahorita lo hago – les contestó a ambos – Y así, sin más ni más, con todo lo que ya había aprendido empecé a encarretar. Ya no era rollos míos ni del ‘Carnalito’, eran de órdenes de trabajo de la dirección a dos fotógrafos profesionales que eran las estrellas de La Jornada”.

A su regreso, José Luis notó con temor que su aprendiz se encontraba revelando el trabajo de los fotógrafos: “¿Tú sabes qué va a pasar si algo queda mal?”, cuestionó a Olvera.

Sin embargo, con tranquilidad, asegura el fotógrafo, “le respondí que nada habría de salir mal”.

Cuando terminó el trabajo y se lo mostró al encargado del laboratorio,  quedó sorprendido por el buen revelado que había realizado. Esa oportunidad le abrió las puertas. Tiempo después sustituiría a su ‘Carnalito’, pues éste se fue a Excélsior como fotográfo.

“Sin ninguna protección, sólo mi cámara”: Francisco Olvera

Enfrentamiento entre integrantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca y la Policía Federal, en el centro de la ciudad de Oaxaca, el 20 de noviembre de 2006. La Jornada/Francisco Olvera

Enfrentamiento entre integrantes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca y la Policía Federal, en el centro de la ciudad de Oaxaca, el 20 de noviembre de 2006. La Jornada/Francisco Olvera

Luego, su amigo lo puso “en manos de un buen maestro, Guillermo Lefranc. Y pues sí, esas dudas de la imagen latente, de los químicos, de por qué el efecto físico, químico. Por qué se registra así la imagen en el cuadro, etcétera… ahí lo aprendí, en la Escuela Nacho Lópéz”.

Tras acreditar el examen y volverse, oficialmente, en el laboratorista del periódico, llegó un cambio de vida: “empecé a juntar dinero y compré una cámara. La tan anhelada, me la vendió el mismo José Luis Fuentes. Una Nikon f1, de 35 milímetros” y con sus manos intenta dibujar el objeto que describía.

Un día, contó,  Manuel Meneses, jefe de información, necesitaba de un fotógrafo, sin embargo, no había ninguno disponible, por lo que Olvera se presenóa con entusiasmo ante él con cámara en mano. Le pidió que cubriera  un incendio  en un edificio cerca del Metro Balderas.

“En cuanto te acercas comienzas a sentir ese olor a humo,  a ver el movimiento de los bomberos, ¿por dónde empezar si hay un desmadre? Pasan unos bomberos junto a mí con unos marros y voy tras ellos, llegan a una pared y empiezan a romperla, desde ahí empecé, aquí está la acción: cómo rompen la pared”.

Cualquier temor que invadía la mente del fotógrafo, era aplastado por la adrenalina del momento. Empezó a subir detrás de los bomberos. Cuando alcanzó la cima escuchó los gritos una persona que había quedado atrapada en el fuego.

“Me asomo y veo a las dos señoras que las traían a rapel, con una cara de pánico y el humo por debajo, digo: ahí está mi foto. Me tiro pecho tierra,  ¡clic! quedó chueca, corrí el rollo, ¡clic! Otra” en ese momento, uno de los bomberos se percata de la presencia del fotógrafo en la escena, por lo que le pide que salga por el riesgo de perder la vida.

Olvera, dice que antes, hacer fotografía era emocionante; se sentía correr la adrenalina, que para los fotoreporteros es como droga, no sólo por el hecho de cubrir un evento, sino para saber si cuando se revelará la imagen, estará ahí, justo como la vio.

“Esas oportunidades no las dejé pasar. La jefa, Frida Hartz, vio la foto, me felicitó y me dijo que esos ‘bomberazos’ no los dejara pasar. Siempre los agarré”, esa foto, se publicó en primera plana en 1992.

Poco tiempo después, Olvera llenó el hueco que había dejado otro fotógrafo, del mismo modo que había sucedido con su trabajo como laboratorista: “fue trabajar mucho, es un mérito propio, no hay recomendaciones, no hay amiguismo, es tu propio trabajo”.