Por: Redacción
En la obra Donde estás, están todos los mundos, la mirada de Franz Kafka se vuelve el hilo conductor que permite observar con aguda sensibilidad ética que el ser humano es parte de un todo y no un todo aparte, además de que logra sensibilizar sobre el trato inescrupuloso hacia los animales, considerados inferiores.
El Foro Casa de la Paz de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) fue testigo de este montaje, basado en textos de Kafka, Walter Benjamin, Marina Garcés y Jonathan Safrán, y llevado a escena por la compañía Máquina de Teatro como espectáculo a una sola voz interpretado por la dramaturga Clarissa Malheiros.
Ratas, libros y un muñeco de trapo son iluminados en el interior de un cubo de tela y proyectados hacia el auditorio, en referencia a algunos cuentos de Kafka que profundizan en la injusticia y el maltrato animal: Ante la ley, Investigaciones de un perro, La metamorfosis e Informe para una academia.
La luz y los objetos se vuelven parte esencial para poner acento en las reflexiones sobre el papel del hombre ambicioso y los estragos que su crueldad ha ocasionado en la historia de la humanidad.
“En nuestra relación con los animales se ha declarado una guerra entre nuestra vida sensible y nuestra esencia animal”, el animal tiene en la mirada la demencia del ser alterado por el adiestramiento, “nos mira y estamos desnudos frente a él, en una guerra desigual que se libra sobre el terreno de la piedad y que probablemente sea eterna”, dice el joven Kafka mientras interpreta sus narraciones.
La obra de Kafka y sus logros se han calificado una y otra vez de profecía, el escritor fue sin duda uno de los primeros en prever y describir en forma visionaria la violencia del siglo XX, la principal razón de su impacto abrumador.
Los animales saben algo que los seres humanos han olvidado, que no pueden recordar y que resuena como una angustia ante lo arcaico e inmemorial, ya que hay un miedo ante lo próximo, lo inminente, lo urgente, una angustia ante una culpa desconocida, dice el autor checo hablando por un altoparlante.
Perros y peces no van de la mano, los perros van con los gatos, los individuos comparten con ellos sus alegrías y lloran sus muertes, los peces no, ellos van en los acuarios, en la salsa tártara o entre los palillos, y están en el extremo más lejano de la consideración humana, son el ejemplo vivo del olvido, sus vidas son dejadas de manera radical, hay una separación de ellos por la superficie y por el silencio.
La más alta tecnología de la guerra es utilizada en la pesca industrial, los satélites localizan los cardúmenes mientras los barcos con sus GPS los cercan para lanzar hacia ellos sus redes kilométricas; en una típica captura de camarones, entre 80 y 90 por ciento de los animales marinos capturados son desechados por la borda, muertos o agonizantes de estrés, la llaman captura incidental, repite con dolor la protagonista en su interpretación de Kakfa.
Él no comía animales buscaba la pureza en su vida y en su literatura, “comerlos es una costumbre invisible, matarlos también, todos hemos visto en las carreteras la manera en la que son transportados aquellos que acaban en los platos, sabemos de las granjas industriales y cómo los matan”, dice Clarissa acercándose al público con preocupación.
En el siglo XXI “nuestros ojos están tan saturados de imágenes y distracciones que desbordan el jardín de Demócrito quien en el siglo V a.C. se arrancó los ojos porque su visión no le permitía ver con todo esplendor y concentrarse en lo que realmente deseaba ver; ¿qué hacer?, ¿nos arrancamos los ojos o miramos sin ver?”, concluye la actriz.
Como parte de la serie Encarnaciones filosóficas este montaje corre a cargo de Juliana Faesler y la protagonista, además de contar con la colaboración de Liliana Felipe y Lizete Días de Oliveira
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