Por: Redacción
Con sólo 325 páginas a Juan Rulfo dejó una marca imborrable en la literatura no sólo mexicana sino universal, con el libro de cuentos El llano en llamas de 1953, compuesto por 17 relatos y la novela Pedro Páramo, publicada en 1955.
En el marco del Centenario de su Natalicio, Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno (Jalisco, 16 de mayo, 1917 – Ciudad de México, 7 de enero, 1986) es reconocido como uno de los más grandes narradores del mundo, cuya obra, poseedora de un inigualable estilo, deslumbró a importantes autores de la talla de Jorge Luis Borges y Susan Sontag.
La poeta Dolores Castro aseguró que se trata de un autor simplemente incomparable “porque es el mejor escritor de México creo yo, es un escritor que pudo, a través de los muertos, dar un paisaje de lo que somos, de nuestras pasiones, de nuestro modo de ser, del sueño, de la realidad, en fin. Creo que él es el escritor más capaz de pasar de la poesía a la narración, sin olvidar la poesía y dando una narración fantasmal, pero exacta, de toda la situación, sobre todo de las personas que viven en el campo y que son pobres”.
Por su parte, el también poeta y filósofo Jaime Labastida, director de la Academia Mexicana de la Lengua, consideró que Juan Rulfo es quien inaugura la narrativa moderna en México, ya que si bien hubo narradores de primer orden que situaron la prosa de ficción al más alto nivel, como Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán y Rafael Muñoz, fue Rulfo quien recuperó en sus historias el ambiente rural con un inigualable estilo.
“El estilo de Rulfo es tan personal, tan único, tan suyo, tan escueto, tan lleno de frases de una economía y de un rigor tan increíbles, que inaugura por esa misma causa, la narrativa moderna. No hay descripción de paisaje aunque se sitúa en el Jalisco rural y tengan por tema la Guerra Cristera y demás, pero recuerde usted cuando se le pregunta a un personaje: ¿quién es Pedro Páramo?, la respuesta no es la descripción física del hombre ni qué es lo que hace, se dice: es un rencor vivo. Ese carácter económico de las frases de Rulfo es lo que le da todo su sentido y su vigor y lo mantiene vivo el día de hoy”.
La poeta Elsa Cross, Premio Nacional de Artes y Literatura 2016, consideró que “Juan Rulfo es una de las voces centrales de la literatura hispanoamericana. En su obra confluyen la fuerza poética, el misterio y una tremenda intensidad que impregna a sus personajes y sus tramas. Su obra es una lección permanente”.
Se dice que Juan Rulfo es el escritor mexicano más leído y estudiado en el país y en el extranjero, ya que tan sólo Pedro Páramo, que el autor escribió en cuatro meses, ha sido traducido a casi 30 idiomas y recientemente estará disponible en náhuatl.
Cuando el escritor mexicano de origen español Tomás Segovia fue galardonado en 2005 con el XV Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe, que se entregaba en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara con el nombre de Juan Rulfo, señaló que este es uno de los novelistas y cuentistas más grandes del mundo.
Deslumbrado con su prosa, dijo, es un autor muy peculiar, “creo que es el tipo de escritor que tiene el puro don, es decir, es un escritor misterioso, nadie sabe por qué Rulfo tenía ese talento, porque en otros escritores uno puede rastrear el trabajo, la cultura, las influencias, incluso la biografía, pero Rulfo es un puro milagro”.
Para el poeta jalisciense Hugo Gutiérrez Vega, fallecido en 2015, “la obra de Juan Rulfo está por encima de la importancia, está en el terreno de los prodigios y de la pericia literaria, está hecha de murmullos, de silencios y de palabras, de los muertos que se quedaron pegados en los muros ruinosos”.
Justamente, el mismo Rulfo señalaba en una entrevista realizada en 1973 que la escritura de Pedro Páramo fue una búsqueda de estilo. “Tenía yo los personajes y el ambiente. Estaba familiarizado con esa región del país, donde había pasado la infancia, y tenía muy ahondadas esas situaciones. Pero no encontraba un modo de expresarlas. Entonces simplemente lo intenté hacer con el lenguaje que yo había oído de mi gente, de la gente de mi pueblo (…) Entonces el sistema aplicado finalmente, primero en los cuentos, después en la novela, fue utilizar el lenguaje del pueblo, el lenguaje hablado que yo había oído de mis mayores, y que sigue vivo hasta hoy”.
El autor reconocía que se trata de una novela oscura donde el personaje central no es Pedro Páramo, sino el pueblo que es “un pueblo muerto donde no viven más que ánimas, donde todos los personajes están muertos, y aun quien narra está muerto. Entonces no hay un límite entre el espacio y el tiempo. Los muertos no tienen tiempo ni espacio. No se mueven en el tiempo ni en el espacio. Entonces así como aparecen, se desvanecen. Y dentro de este confuso mundo, se supone que los únicos que regresan a la tierra (es una creencia muy popular) son las ánimas, las ánimas de aquéllos muertos que murieron en pecado. Y como era un pueblo en que casi todos morían en pecado, pues regresaban en su mayor parte. Habitaban nuevamente el pueblo, pero eran ánimas, no eran seres vivos”.
Y como la gente se muere donde quiera, Juan Rulfo reconocía que Pedro Páramo pasó de una novela mexicana, a ser universal, pues “los problemas humanos son iguales en todas partes. No son temas nuevos el amor, la muerte, la injusticia, el sufrimiento, que están sugeridos en Pedro Páramo. Me han dicho que es ‘una novela de amor a los desamparados’. Yo no sé. Yo narro la búsqueda de un padre, como una esperanza. Como quien busca su infancia y trata de recuperar sus mejores días, y en esa búsqueda no encuentra sino decepción y desengaño. Y al final se derrumba su esperanza ‘como un montón de piedras?’”.
Este libro fue ampliamente celebrado por escritores como Jorge Luis Borges, quien consideró que “Pedro Páramo es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de toda la literatura”, mientras que para Susan Sontag “la novela de Rulfo no es sólo una de las obras maestras de la literatura mundial del siglo XX, sino uno de los libros más influyentes de este mismo siglo”.
Elena Poniatowska recordaba que Pedro Páramo en un inicio se llamaba Los murmullos, “porque eso es lo que se oye en toda la novela, un rumor de ánimas en pena que vagan por las calles del pueblo abandonado. Rulfo se parece a esos hombres temerarios que aceptan la cita del fantasma y se ponen a hablar con él a medianoche”.
En Pedro Páramo, comentó Dolores Castro, el autor “resume todo lo soñado con la realidad y presenta a muertos que viven esa realidad como si al revivir, pero en otra mirada, fueran capaces de apreciar mejor esa realidad”.
Pero en la obra de Rulfo también está El llano en llamas que, para esta poeta, está integrado por cuentos que son geniales. “Recuerdo a Efrén Hernández opinando sobre Rulfo y sí, también él consideraba que era uno de los mejores narradores de México y conste que Efrén Hernández era muy buen cuentista”.
El escritor Evodio Escalante ha señalado que a Rulfo “lo pueden leer los campesinos y los habitantes de la ciudad, yo creo que es uno de los autores nacionales con mayor penetración en todas las capas sociales, incluso en el campo, a mí me ha tocado ver a campesinos que tienen El llano en llamas, porque se identifican con el mundo que construye Rulfo, pues es el mundo de los campesinos, de la época de la Revolución y también de nuestra época, porque las cosas no han cambiado mucho”.
Si bien Pedro Páramo, dijo Jaime Labastida, es una obra maestra, “algunos cuentos de El llano en llamas son insustituibles, son maravillosos: Diles que no me maten, Luvina, Anacleto Morones, Talpa, son cuentos extraordinarios”.
El director de la Academia Mexicana de la Lengua destacó que tanto Pedro Páramo como El llano en llamas son verdaderas joyas literarias. En Luvina, de este último volumen, “hablan el esposo y la esposa: ‘¿oyes? / ¿qué? / eso / qué / el silencio’. Qué diálogo, no se describe a Luvina, es lo que les imprime a los personajes como sentimiento, como sensación y eso es lo importante, ahí está el nodo de la vigencia de la obra de Rulfo a mi juicio”.
Además, agregó el filósofo, Rulfo deja todo como sugerencia, la suya es una obra “de enorme cantidad de literatura virtual. Lo que hace Rulfo es plantear a los personajes en un ambiente sórdido, lleno de problemas, angustioso, pero no lo dice, es decir se desprende de la narrativa misma sin ninguna descripción”.
Comparado con Marcel Proust que es de una exuberancia y una enorme cantidad de detalles y delicadezas, Jaime Labastida apuntó que Rulfo es “escueto, son rasgos fundamentales, rasgos básicos de los personajes, está ahí también presente en un fondo de angustia personal enorme, el asesinato del padre y la orfandad de Rulfo, pues se refleja en esos hombres que quieren vengar siempre la muerte del padre”.
Juan Rulfo fue el tercero de cinco hermanos de una familia acomodada. Ingresó en la escuela primaria en 1924, el mismo año en que su padre falleció y siete años después falleció su madre. Quedó bajo la custodia de su abuela, posteriormente entró a un internado en Guadalajara.
Una huelga de la Universidad de Guadalajara le impidió inscribirse en ella y en 1934 se mudó a la Ciudad de México. A finales de esa década se inició como escritor y fotógrafo, y a partir de 1945 comenzó a publicar sus cuentos en dos revistas: América, de la capital, y Pan, de Guadalajara, mientras que sus imágenes aparecieron por primera vez, también en América, en 1949.
Fue en 1946 cuando comenzó a trabajar para una empresa de neumáticos como agente viajero y dos años después, contrajo matrimonio con Clara Aparicio con quien tuvo cuatro hijos.
En 1952 y 1953 obtuvo dos becas del Centro Mexicano de Escritores, lo que le permitió publicar en 1953 El Llano en llamas, donde reúne cuentos ya publicados en América e incorpora otros inéditos y, en 1955 salió a la luz Pedro Páramo, novela de la que publicó tres adelantos en 1954, en las revistas Las letras patrias, Universidad de México y Dintel.
En 1958 terminó de escribir su segunda novela, El gallo de oro, que no se publicó hasta 1980. En 2010 apareció la edición definitiva de esta obra, después de una revisión cuidadosa del original que permitió eliminar errores e inconsistencias de la versión previamente conocida.
A partir de la publicación de los dos primeros títulos el prestigio literario de Rulfo se incrementó de manera constante, hasta convertirse en el escritor mexicano más reconocido en México y el extranjero. Entre sus admiradores se encuentran escritores de la talla de Mario Benedetti, José María Arguedas, Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Günter Grass, Susan Sontag, Elias Canetti, Tahar Ben Jelloun, Urs Widmer, Gao Xingjian y Kenzaburo Oe, entre muchos otros.
Juan Rulfo se hizo acreedor a diversos reconocimientos como el Premio Xavier Villaurrutia en 1956 por Pedro Páramo, mientras que en 1970 ganó el Premio Nacional de Literatura. Posteriormente, en 1976, fue elegido miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, pero tomó posesión en 1980 y ganó el Premio Príncipe de Asturias de España, en 1983.
El autor escribió asimismo guiones para cine. En 1960 se realizó la película El despojo, basada en una idea de Rulfo, mientras que en 1964 se llevó a la pantalla grande El gallo de oro, dirigida por Roberto Gavaldón, con adaptación de Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. La cinta El rincón de las vírgenes, dirigida por Alberto Isaac en 1972, es una adaptación de dos cuentos incluidos en El llano en llamas.
Las dos últimas décadas de su vida, Rulfo las dedicó a su trabajo en el Instituto Nacional Indigenista de México, donde se encargó de la edición de una de las colecciones más importantes de antropología contemporánea y antigua de México.
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