Por: Redacción
Imágenes de puentes, calles, vías de ferrocarril, un hombre en bicicleta o detalles pequeños –que parecen inmensos– de la naturaleza seducen al mostrar aspectos de la vida diaria que pasan inadvertidos, escondiendo su belleza para revelarla a la mirada curiosa de quien observa a fondo.
Inivisto, fotografía de Gabriel Vico, ocupó hasta el 17 de junio el Centro de Difusión Cultural Casa de la Primera Imprenta de América de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) para coronar un proceso del autor por visibilizar momentos de la existencia humana insignificantes, en apariencia.
En 20 piezas en sepia, color y blanco y negro, el artista dio su visión de la cotidianidad mediante la exploración de formas, perspectivas y encuadres de un microcosmos que lo mismo apela a aspectos medioambientales que urbanos, por lo que su quehacer creativo está nutrido de ángulos y vehículos expresivos producto de la indagación.
“Busco que mi labor sea una mezcla y no sólo una instantánea, pues incluyo las artes y los motivos que me apasionan: la arquitectura, la pintura y la escultura para producir un híbrido (…) desde la infancia me encantaba ver cómo los objetos podían cobrar vida desde otra óptica o cómo algo podía ser más o menos relevante, bello o feo para generar una manera nueva de asociar las cosas y mirarlas”.
El fotógrafo se declaró cansado de la información que no aporta, por lo que gusta de observar una imagen para pensarla, acariciarla y penetrar un cosmos distinto que refleje “una entrada diminuta a mi mundo”, en virtud de que la fotografía conlleva todo un proceso, un tratamiento previo equivalente a pintar un cuadro, pero también un significado por medio de “texturas que no vemos”.
La exposición estuvo dividida en dos partes: una basada en la naturaleza, con cuerpos minúsculos que parecían inmensos, es decir, que estaban presentes pero no eran vistos, por lo que “creé el ecosistema, la iluminación” para dar paso a la representación, mientras que la otra estuvo cimentada en el registro de lo cotidiano con imágenes más espontáneas: un edificio o un señor andando en bicicleta, realizadas en técnicas variadas y la experimentación.
“La primera, la abstracta, invitaba a sentir, no tanto a comprender; la segunda resultó alucinante porque hacía preguntar cómo lo efectuó, cómo captó esos momentos”, pues “concibió un lenguaje nuevo muy detallista y como fotógrafo observa lo que la mayoría no vemos: pormenores minúsculos que hacen increíble una circunstancia y que abre un universo sin importancia, en apariencia”, describió Ana Lorena Ochoa Schöndube, curadora de la muestra.
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