Por: Mugs Redacción
A 100 años de su fallecimiento, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) le rindió homenaje a Porfirio Díaz, un hombre complejo que —a un siglo de su muerte— está siendo releído desde sus claroscuros y los legados a la vida cultura, política y socioeconómica de México.
En el Castillo de Chapultepec, que fuera residencia oficial del mandatario oaxaqueño y hoy es sede del Museo Nacional de Historia, Teresa Franco, directora general del INAH, expresó: “Si miramos las pasiones que aún convoca el nombre de Porfirio Díaz, es porque estamos frente a una gran figura que merece más análisis y consideración, ése es el objetivo de la recordación que, desde la institución, se hace de este personaje”.
La titular del INAH dijo que, más allá de las opiniones particulares que cada ciudadano mexicano tenga sobre el ex mandatario, lo cierto es que él “nunca se tomó a la ligera los asuntos que presuponían una buena dirección del Ejecutivo Federal”. Poco antes de morir, en el crepúsculo parisino del 2 de julio de 1915, se confesaba fatigado ante su esposa, Carmen Romero Rubio, por tantos años de trabajo.
“Porfirio Díaz fue un hombre de entrega total a lo que él consideró era su papel en la historia y la forma en que debería gobernarse al país”; tanto se interesó en la historia de la nación, que en 1910 cumplió su sueño de ver retornar de España los objetos personales de José María Morelos y Pavón, de quien este año se celebran 250 años de su natalicio.
A quien fuera llamado “El héroe del 2 de abril” por su desempeño en esa célebre batalla contra los franceses en Puebla, y después se convertiría en el mandatario del país por poco más de tres décadas, le tocó ver también “el estallido de una inconformidad social en México, lo que fue una lucha por la democratización, así como la Gran Guerra europea. Desde su exilio pudo reflexionar sobre su país”.
En esta conmemoración a 100 años de su fallecimiento, el INAH difundirá diversas investigaciones que sus expertos han desarrollado sobre distintos aspectos que competen a esa larga etapa comandada por Díaz, acercándose de una manera más objetiva y desapasionada a ese momento que definió el despertar de México al siglo XX. “El INAH seguirá trabajando sobre los claroscuros de nuestra propia historia”, concluyó Teresa Franco.
En las voces de la actriz Luisa Huertas y del dramaturgo Eduardo Contreras Soto, se sucedieron fragmentos de memorias, cartas, informes, postulados de los planes de la Noria y de Tuxtepec, de entrevistas célebres como la denominada Díaz-Creelman e impresiones de sus contemporáneos y sucesores. Se delineó la silueta de un hombre complejo, como lo definió su propio bisnieto, Luis Porfirio Díaz, al tomar la palabra.
Tras la participación de la Banda Sinfónica de la Secretaría de Marina, que bajo la dirección del maestro Domingo Dorantes interpretó La sandunga, Dios nunca muere y el vals de Juventino Rosas, Sobre las olas, el familiar del ex presidente agradeció, a nombre de la Asociación de Descendientes del General Porfirio Díaz, el esfuerzo del INAH por acercarse a esta figura desde la rigurosidad de los estudios históricos.
Agregó que la labor de Porfirio Díaz no fue la de un hombre solo, pues supo guiar y reunir “a un conjunto de talentosos líderes, dando lugar a un Estado fuerte, productivo y responsable de los intereses de los mexicanos de su época. Su limitación más notable fue que envejeció en el cargo, al igual que toda su cúpula. No fue posible una sucesión oportuna y pacífica, surgiendo así nuevas generaciones que reclamaban el poder con renovados bríos.
“Porfirio Díaz sigue en el exilio que él se impuso, aguarda en Montparnasse el día en que vuelva a su querida patria y realice su último deseo: permanecer en Oaxaca, reunirse con su madre y descansar en la iglesia de la Soledad, en un México unido a pesar de las diversas interpretaciones de su papel”, expresó Luis Porfirio Díaz.
En la segunda jornada de conferencias, Diego Prieto, secretario técnico del INAH, dijo que en el Porfiriato surgió la antropología como una disciplina institucionalizada que tuvo una importancia singular en el siglo XX, sobre todo a partir de la Revolución Mexicana.
“Importancia que se acredita con la existencia del propio Instituto, que tiene su matriz intelectual en el programa científico de la antropología mexicana”. Recordó que en 2016 se cumplirá el primer centenario de Forjando patria (Pro Nacionalismo), de Manuel Gamio, quien puede ser considerado como el primer antropólogo profesional en México.
Manuel Gamio trató de incluir a la población indígena en los proyectos nacionales de América Latina. Planteó cuáles debían ser las tareas de la antropología en el inicio del siglo XX. “Si bien la antropología tiene un impulso inicial durante el Porfiriato, la Revolución Mexicana le da un lugar en un programa del Estado y en un proyecto susceptible de constituir instituciones”.
Antonio Saborit, director del Museo Nacional de Antropología, reflexionó sobre la idea que se ha formado en torno a los escritores y artistas de finales del siglo XIX y principios del XX, calificados como afrancesados.
El historiador resaltó que el grupo de los Modernistas viven bajo un adjetivo peyorativo, surgido de la primera historiografía de la Revolución Mexicana, que tiene que ver con el afrancesamiento; son vistos como cómplices de un régimen que fue derrocado por una revolución, que a la postre limpió al país de ese afrancesamiento y le permitió reencontrarse con lo más profundo de su ser en las décadas posteriores.
“Estudiándolos y leyéndolos, la imagen que se tiene de ellos es completamente distinta, fueron quizás los primeros críticos del régimen de Porfirio Díaz. Cuestión paradójica, la ‘paz’ que se logró a finales del siglo XIX permitió la formación de personajes como Amado Nervo, Ciro Ceballos, Carlos Toro, José Juan de la Tablada, entre otros”, concluyó.
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