Por: Melisa Carrillo/
Mijaíl Barýshnikov ha sido considerado por los críticos como el mejor bailarín del mundo gracias a la perfección de su interpretación y su original estilo. Su nombre es sinónimo de libertad artística y creadora, y un referente para entender el paso de la danza clásica a la moderna.
En 1974 pasó a la historia por abandonar la prestigiosa Academia Kirov, casa del tradicional ballet ruso, para anexarse a las filas de las compañías occidentales, en las que comenzaba a gestarse la danza contemporánea.
Barýshnikov nació el 28 de enero de 1948 en Riga, una población de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y que ahora forma parte de Lituania.
La formación de Mijaíl comenzó en 1963 cuando ingresa a la Academia Vaganova, cuna de grandes bailarines y del característico estilo ruso. Durante su estancia, Mijaíl tomó clases con el célebre maestro Alexander Pushkin, antes de integrarse a las filas del Ballet Kirov, una compañía vigilada celosamente por el régimen soviético, en su intento de conservar su estilo y técnica características.
Desde su ingreso en la compañía en 1966, Barýshnikov comenzó una exitosa carrera destacando de entre sus compañeros inmediatamente, y logrando algo inusual para ese entonces: debutar profesionalmente como solista en 1972 en la puesta Giselle. Poco después obtendría la medalla de oro del Concurso de Varna, a los 18 años.
Desde entonces, Mijaíl se convirtió en el bailarín más importante de la compañía, compartiendo el escenario con bailarinas como Irina Kolpakova, e interpretando las piezas más importantes del ballet clásico, como Giselle, Coppelia, La Bella Durmiente, Don Quijote, etc.
En 1974, el coreógrafo francés Roland Petit, famoso por incluir en sus espectáculos aspectos de la literatura y música contemporánea, invitó a Barýshnikov a participar en una gira en Canadá. El 29 de junio de ese año, decide pedir asilo político en el país europeo en su afán de trabajar con los coreógrafos occidentales que admiraba, y desprenderse del rigor predominante en la academia rusa.
Legado
Si Rúdolf Núreyev, el antiguo ídolo ruso que también abandonó las filas del ballet Kirov para trasladarse a occidente, se caracterizaba por una impetuosidad y presencia que dejaban sin aliento a los asistentes, Barýshnikov lograba sin problemas una las mayores aspiraciones en la danza: una interpretación impecable.
Ésta disciplina, y particularmente en su corriente clásica, no acepta pequeños esfuerzos; para lograr la correcta interpretación se necesita la completa entrega del bailarín. Barýsnikov, sin embargo, lograba con facilidad lo que algunos bailarines nunca pudieron a lo largo de una vida: la perfección.
Después de presentarse por algún tiempo en el país del norte, se trasladó a los Estados Unidos para convertirse en el principal bailarín del American Ballet Theater entre los años de 1974 y 1979, y colaborar con el New York City Ballet al lado de coreógrafps como George Balanchine.
Por ese entonces, Mijaíl ya se había ganado la admiración del público y la crítica estadounidense, y grandes coreógrafos empezaron a crear piezas especialmente para él, como Opus (1971) y Rhapsody (1980) de George Balanchine, The Dreamer (1979) y Other Dances de Jeron Robbins.
Barýshnikov no sólo conquistó los escenarios, también arribó rápidamente a los shows televisivos y a la pantalla grande. Su primera aparición en televisión sucedió 1976 en Baryshnikov live at Wolf trap. A esa presentación seguirían múltiples presentaciones como Baryshnikov on Broadway with Liza Minnelli (1980), Baryshnikov dances Sinatra (1984), y más recientemente participó en las series Sex on the City y en Doll & Em.
Durante la década de los 80s, Barýshnikov inició una nueva faceta como actor participando en numerosas cintas, entre las que destaca White Nights, (Noches de sol en español), en la que interpreta a un bailarín que llega a los Estados Unidos huyendo de la represión soviética.
En la década de los 90s fundó The White Oak Project Dance, y en el año 2005 inauguró el Baryshnikov Arts Center (BAC) en el estado de Nueva York.
Una de las características de este destacado artista es su versatilidad, y su afán de reinventarse constantemente. Mijaíl pasó de ser un modelo perfecto del bailarín clásico ideal, a abandonar la danza clásica y dedicarse completamente a la contemporánea, para después descubrir su afición por la actuación y la fotografía. En esta última ha realizado diversas exposiciones alrededor del mundo.
Barýshnikov tiene actualmente 69 años, y ha sido reconocido con la distinción de Doctor Honoris Causa en la Universidad de Nueva York, la Universidad de Shenandoah y en la Universidad Estatal de Monclaire.
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