Por: César Dorado/
En una noche donde la música rompió la brecha generacional, el Pepsi Center volvió a sentir la energía de pasos de baile inventados al ritmo del clásico High Energy del señor Patrick Miller. En un ambiente repletos de luces azules, moradas, verdes y una esfera disco que reflejaba los rayos láser del escenario, hombres y mujeres que vivieron en carne viva el inicio de ese movimiento de la cultura disco en aquellas “tardeadas” de sus barrios, lucieron atuendos dorados y plateados con botas largas, o bien, vestían totalmente de un negro que demostraban su lado más “gótico”, porque al final no importa la edad o el vestuario, Patrick Miller siempre se disfrutará con fervor enardeciente.
Algunos con hijos y otros tantos solitarios portando una gorra con el nombre de su ídolo en letras fluorescentes, el Pepsi Center viajó en el tiempo para transformarse en una discoteca repleta de gente enamorada del baile y la potencia de la década de los ochentas. Personificados de “Divine”, todos se toman fotos mientras en diferentes partes de la plancha, se hacen ruedas para ver quién hace los mejores pasos de baile que, aunque algunos jóvenes intentan competir con un reinventado y poco comprendido energy, siempre se llevan el triunfo los grandes, los verdaderos apasionados y perseguidores de la cultura disco.
Seguirán pasando los años, pero la modernidad no podrá romper con lo que se cultivó con tanto amor desde hace más de 30 años. El tiempo no importa cuando el cuerpo recuerda sus años de esplendor y sin prejuicios ni pretextos, se pone a bailar a lado de otro cuerpo que se mueve y brilla bajo las luces disco, reflejando con sus atuendos brillantes esas luces, como si él fuera la bola diamantada, como si fuera el centro del mundo donde se baila High Energy.
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