Por: Redacción
La religiosidad sincrética de los actuales pueblos indígenas de México se manifiesta con la presencia de símbolos prehispánicos y judeocristianos en las festividades del culto a la fertilidad de la tierra, que coinciden con el ciclo agrícola mesoamericano establecido en el calendario prehispánico, manifestaron especialistas en el Congreso “Festividades indígenas, culto y religiosidad” que se realizó en el Museo Nacional de Antropología (MNA).
Al participar en la tercera reunión plenaria del Observatorio Intercontinental sobre Religiosidad Popular de la Universidad Intercontinental (UIC), con la colaboración de la Subdirección de Etnografía del MNA, los expertos hablan del vínculo sincrético en fechas como el 2 de febrero (Día de la Candelaria), 3 de mayo (veneración de la Santa Cruz), el 15 de agosto (celebración de la Virgen de la Asunción que coincide con la temporada de cosecha) y el 2 de noviembre (festividad de muertos). Mencionaron que el propio Fray Bernardino de Sahagún dio cuenta de ese nexo al observar que esos días coincidían con el ciclo agrícola mesoamericano.
Los investigadores compartieron una serie de estudios etnográficos sobre las manifestaciones culturales de grupos indígenas, entre ellas la forma en que asocian el cultivo y cosecha del maíz con los ritos y creencias religiosas para pedir las lluvias, y el culto a las entidades sagradas de la naturaleza para relacionarse con los fenómenos meteorológicos, como lo hacían sus ancestros.
En su conferencia magistral: La fiesta de la Santa Cruz y su transformación en el mundo indígena americano, la etnóloga Johanna Broda, investigadora del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, consideró necesario un método de indagación histórica que precise este fenómeno antes y después de la Colonia.
“La herencia católica española exaltó la cruz como símbolo religioso por excelencia, tal como se implantó desde los orígenes del cristianismo. Su devoción, también presente en las guerras de conquista de la España medieval sobre las culturas paganas, se ligó íntimamente con el periodo de preparación de la tierra para la siembra en aquellas latitudes.
“Se supone que en la Nueva España los indígenas asimilaron automáticamente en sus ritos estas fiestas europeas, porque coincidían con los ciclos de culto de la fertilidad; sin embargo, las temporadas estacionales eran distintas, y aunque se produjo el sincretismo, los significados fueron diferentes”.
La etnóloga afirmó que hoy en día la celebración de la Santa Cruz coincide con el apogeo de la estación seca, cuando los campesinos ruegan a la divinidad que les traiga las lluvias. En el centro y noreste de Guerrero, las comunidades de San Juan Tetelcingo, San Agustín Oapan y Oztotempan, entre otras, se reúnen en torno a un altar rústico de piedra, a menudo proveniente de un sitio arqueológico. Ahí adoran a una o varias cruces, generalmente en la parte alta de un monte, con sendas ofrendas y un cúmulo de oraciones respetuosas y suplicantes para obtener el favor de las aguas.
Arturo Gómez Martínez, subdirector de Etnografía del MNA, dijo que el maíz como centro de gravedad de la fiesta agrícola, trasciende el trabajo que los indígenas hacen por preservar su fuente de alimentación. “El maíz, desde siempre y para siempre, es motivo de culto como entidad sagrada recordando los procesos de metamorfosis y transformación, donde el vegetal primigenio interactuó con los humanos en calidad de planta, persona y deidad”.
En Los rituales del maíz en la Huasteca, el etnohistoriador y antropólogo describió las celebraciones que nahuas y tének de la región realizan para compartir peticiones al cobijo de la geografía sagrada (cerros, fuentes de agua y cuevas), en compañía de factores del clima: sol, rayos, truenos y tempestades, y donde también tienen cabida santos y símbolos católicos así como otras entidades locales.
Con el tema Intercesión celestial y pluvial: ejemplos etnográficos de rituales del agua, la doctora en Antropología Alicia María Juárez, del MNA, resaltó la figura del especialista espiritual que dirige la ceremonia. “En este oficio divino, recaen en él la responsabilidad y la obligación de que salga todo correctamente antes, durante y después de la actividad que se realiza en distintos lugares de la naturaleza.
“La finalidad del culto a los cerros es que estas entidades sagradas intercedan ante las fuerzas supremas para conseguir buen temporal. La veneración de santos católicos, como San Gregorio para el Popocatépetl y Santa Rosita en el Iztaccíhuatl, se integra en un orden de reciprocidad, pues en la medida que ellos trabajan por ayudar a la comunidad, ésta mantiene vivas las creencias religiosas católicas”.
En Santos, fiestas y maíz: cristianismo agrícola mesoamericano, Ramiro Gómez Arzapalo, doctor en Historia y Etnohistoria de la UIC, aludió a la intervención de estos personajes divinos y cómo se reintegraron a las prácticas culturales. “Si bien el sistema religioso de los antiguos pobladores fue devastado durante la Colonia, la actividad agrícola básica de la época prehispánica trascendió hasta nuestros días, donde los actos rituales tienen a los aires, la lluvia, el cerro y el maíz como entidades sagradas. “Las comunidades fueron integrando a santos católicos que por su iconografía o por sus atributos fueron y son considerados útiles en el proceso productivo agrícola de acuerdo con su cosmovisión”.
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