Por. Redacción/

En el México antiguo las ciudades simbolizaban el universo, concebido éste a partir de tres niveles: el inframundo, la superficie terrestre y la bóveda celeste, todo delimitado por cuatro extremos que marcan el movimiento solar. Esta armonía constructiva, en relación con las ideas que llegaron de Occidente a partir de la Conquista y las tendencias arquitectónicas modernas, son el tema central de la exposición temporal Arqueología del espacio y del tiempo. Tres mil años de urbanismo mexicano.

La muestra, organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se presenta en la Sala de Exposiciones Temporales del Museo de Sitio de la Zona Arqueológica Cuicuilco; está integrada por 24 piezas contemporáneas, entre esculturas, dibujos, planos y maquetas, elaboradas manualmente por el arqueólogo Juan Yadeun Angulo, responsable de la investigación y conservación de la Zona Arqueológica de Toniná, en Chiapas.

A través de los objetos, el especialista pretende mostrar que en diferentes momentos de la historia nacional se repiten los mismos patrones constructivos, lo que él ha definido como una “arquitectura mexicana cíclica”.

“En el México antiguo todo caminaba cíclicamente, la arquitectura prehispánica estaba regida por los tres niveles — el inframundo, el plano terrenal y la bóveda celeste—, así como por cuatro rumbos que marcan el camino del Sol: norte, sur, este, oeste, equivalente dicho numeral también a las estaciones del año: primavera, verano, otoño e invierno; y al ciclo de la vida: infancia, juventud, adultez y vejez”, apuntó.

Añadió que los antiguos mexicanos construían sus ciudades basándose en el trayecto del Sol, por lo que las urbes eran veredas peatonales, pero ceremoniales, donde los hombres al recorrerlas “se transformaban en seres solares”.

“Las pirámides fueron construidas de acuerdo con el concepto de la montaña sagrada, por tanto, son un reflejo de la naturaleza. En la mayoría de los sitios arqueológicos de México aparece al centro una pirámide dedicada al Sol (plano terrenal), misma que está ubicada en el oriente y viendo hacia el poniente, arriba de ella (al norte-plano cósmico) estará seguramente un templo dedicado a la Luna, y abajo (al sur-inframundo), un templo dedicado al planeta Venus”, afirmó.

La exposición recibe al visitante con la réplica de uno de los 40 altares que se han encontrado en el sitio de Toniná, mismo que representa la idea prehispánica del universo. Hay reproducciones escultóricas de un disco con una inscripción calendárica que simboliza el inframundo, arriba de éste una estela maya (plano terrenal), con la escena de una batalla donde uno de los personajes derrota a su oponente y toma posesión de su ciudad, y en la parte superior la escultura del señor gobernador ya muerto, concebido como un ser celeste.

Enseguida —dispuestas en vitrinas— se exhiben maquetas (de yeso, cartoncillo y cemento de sitios prehispánicos, como Cuicuilco que ejemplifica el periodo Preclásico (2500 a.C.-200 d.C.); de Teotihuacan que representa el Clásico Temprano (200-600 d.C.); Cacaxtla- Xochitécatl y Toniná, del Epiclásico (600-900 d.C.); Tula y El Tepozteco, alusivas al Posclásico (900-1521 d.C.).

Complementan la muestra, una pintura y una maqueta del área que comprendió Mesoamérica en la actual República Mexicana, la cual explica el sistema montañoso de nuestro país y su relación con las pirámides; un plano hecho a mano de la ciudad de Teotihuacan, que ha sido trabajado y actualizado por el arqueólogo Yadeun desde 1980, en el que se observa el cambio que ha sufrido la metrópoli.

Además, se presentan dibujos de los edificios más representativos de Toniná, y cuatro planos de la Ciudad de México a escala 1:100, realizados a lápiz y colores. El primero de los planos de la ciudad corresponde a la arquitectura en la capital del país de 1980 a 1985; el segundo, de 1985 al 2000 (donde se aprecian los edificios colapsados por el sismo de 1985), el tercero, de 2000 a 2010, y el último, de 2010 a 2018.

“Los materiales exhibidos tienen la misma perspectiva, ángulo, escala y nivel de abstracción. Los planos y maquetas fueron elaborados en una proyección axonométrica de 45 grados, como si la toma fuera hecha con un dron”, acotó el arqueólogo.

En el terreno arquitectónico, el especialista plantea que posterior a la caída de México-Tenochtitlan concluyó una era y a partir de ahí la Ciudad de México ha pasado por diversas etapas.

Yadeun Angulo comenta que en la primera etapa (1521-1600) se ve una arquitectura militar, evidenciada en los conventos que dan la apariencia de fortalezas, situación que se repite cíclicamente de 1810 a 1870 en la época de la Independencia de México; posteriormente, inicia la ciudad de producción, caracterizada por la construcción de fábricas o compañías que aceleraron la economía (1600-1690), cuya réplica es visible en la arquitectura de 1870 y hasta el inicio de la Revolución Mexicana en 1910.

En consecución, de 1690 a 1770 se desarrolla el barroco mexicano y de manera análoga se ve este modo constructivo entre 1910 y 1970, donde el país se encuentra en una mezcla de iconografía, arquitectura francesa, realismo español y arte indígena; finalmente, de 1770 a 1810 surge la arquitectura neoclásica, misma que el especialista vincula con la etapa posmoderna que va de 1970 hasta 2010.

Arqueología del espacio y del tiempo. Tres mil años de urbanismo mexicano permanecerá hasta el próximo 27 de julio, en el Museo de Sitio de la Zona Arqueológica Cuicuilco (av. Insurgentes Sur, esquina Periférico). La entrada es libre.