Por. Redacción/
Durante décadas, múltiples leyendas se han formado en torno al edificio conocido como Hotel Cortés, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Se dice, por ejemplo, que fue mandado construir por el propio conquistador español; que hasta hace pocos años era el hotel más antiguo de América; y que en ese lugar —que funcionó como vecindad desde la época de la Independencia hasta 1943— nació el actor Germán Valdés “Tin Tan”.
En realidad, lo único cierto de todo lo anterior es que el cómico dio sus primeros pasos tras esas puertas. La investigación derivada de trabajos de salvamento arqueológico a cargo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ha establecido que el inmueble no fue construido por orden de Cortés ni funcionó como hotel en la época virreinal.
La arqueóloga Reina Cedillo Vargas informó que la exploración in situ e investigación documental, que bajo su coordinación se realizaron entre diciembre de 2016 y octubre de 2017 como parte del Proyecto de Rescate para la Restauración y Ampliación del Antiguo Hospicio de Santo Tomás de Villanueva, permiten saber que justo era éste el nombre con que oficialmente se conoció al edificio desde el siglo XVII.
El inmueble de 1,280 m2, localizado en la esquina de avenida Hidalgo y Paseo de la Reforma (al norte de la Alameda Central), fue recientemente adquirido por el empresario Antonio del Valle, quien lo reacondicionó para emplazar allí al Museo de Arte Kaluz, un restaurante, una cantina y una cava. Instalaciones cuya planeación y construcción estuvo precedida por exploraciones arqueológicas y supervisada en todas sus fases por especialistas del INAH.
Dadas las características de la cava y de una subestación eléctrica que también se instaló, las tareas de exploración arqueológica alcanzaron una profundidad de entre 3.5 y 4 metros en algunos segmentos de la edificación. Así, pudieron localizarse vestigios del sistema de cimentación de la estructura, compuesto por estacas de cedro colocadas al tresbolillo (en hileras paralelas que asemejan triángulos equiláteros).
Al norte del edificio, en un área de 20 m2, se descubrió un empedrado que se teoriza habría pertenecido a la Plaza Madrid, espacio del siglo XVIII que fue cubierto con el correr de las centurias. Otro hallazgo arquitectónico fueron múltiples rellenos de tierra en pisos y muros que dan testimonio de los esfuerzos prehispánicos y virreinales que se hicieron para ganarle terreno al lago de México-Tenochtitlan.
Al respecto, la arqueóloga comentó que dicho predio pertenecía al barrio mexica de Iztacalecan, en la parcialidad de Cuepopan, y era la orilla de la ciudad-isla; lo que explica la poca presencia de material azteca recuperado durante las labores de salvamento arqueológico.
La consulta en los archivos General de la Nación e Histórico de la Ciudad de México, permitió a los especialistas saber que, si bien esos terrenos aledaños a la calzada Tlacopan fueron muy codiciados por conquistadores y órdenes religiosas en los primeros años del virreinato, hasta fines del siglo XVI no había ninguna edificación en el sitio.
La primera imagen que se tiene del inmueble de piedra chiluca y tezontle rojo, es un mapa de la ciudad elaborado por el arquitecto Pedro de Arrieta en 1737, quien a pesar de no identificarlo, dejó implícito que para entonces ya se le conocía como hospedería.
Sobre este aspecto, Reina Cedillo aclaró que aunque en la práctica se le conoció como hospedería, en las fuentes documentales se le denomina hospicio. Por ello, y dado que se sabe que el edificio tenía un anexo en la parte norte, no se descarta que haya cumplido esas dos funciones simultáneamente.
Sobre los conceptos y la leyenda del hotel más antiguo de América, la arqueóloga precisó que una hospedería era un sitio de descanso temporal pero exclusivo para ciertos grupos, en este caso los frailes agustinos recoletos. En tanto, los hospicios eran sitios que alojaban, alimentaban y cuidaban a indigentes y niños huérfanos.
“No se sabe cuándo ni quién construyó el edificio, o si los agustinos lo compraron o lo rentaron, pero sí se conoce que lo ocuparon como hospedería desde 1608. Allí los misioneros que iban de España a Filipinas descansaban de su viaje trasatlántico, se adaptaban al clima y tras una breve estancia, partían hacia Acapulco para embarcarse en la Nao de China o Galeón de Manila”.
Después del movimiento de Independencia, a los religiosos les fue retirada la propiedad, por lo que se cree que fue ocupada como vecindad desde entonces. Más tarde, en 1843, el edificio fue adquirido por Francisco Yturbe, quien lo mantuvo con sus usos comerciales y de habitación; fue la nieta de éste, María Teresa Yturbe de Villeneuve, quien en 1943 lo convirtió en hotel.
Y aunque los frailes no hicieron grandes cambios a la fachada del edificio, sí instalaron una placa donde aún se lee “Santo Tomás de Villanueva, 1780”. Arriba de ésta colocaron un nicho con una efigie de su santo patrono, a quien plasmaron dando limosna a un mendigo cojo y a una mujer que le presenta a un niño.
En 1999, dicha escultura fue reemplazada por una réplica, estabilizada y expuesta en un descanso de las escaleras del entonces hotel. El Museo de Arte Kaluz contempla exhibir este vestigio junto a otros materiales recuperados por el proyecto de salvamento.
Tales elementos, aunó Reina Cedillo, se escogerían dentro de las 300 piezas completas y semicompletas (mayormente tazones, figurillas y platos virreinales hechos de mayólica, talavera y cerámica) obtenidas de las excavaciones y en resguardo de la Sección de Catálogo de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH.
Finalmente, la arqueóloga señaló que el proyecto continúa con esta investigación en archivos para conocer la época de construcción y función original del inmueble; y de esta forma completar un rompecabezas que, como se ha dicho, incluyó una hospedería virreinal, una vecindad y un hotel; sin mencionar a los diversos negocios (panadería, lechería, librería y gasolinera) que alojó entre los siglos XIX y XX, y de los cuales únicamente se encontraron segmentos de pisos.
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