Con representaciones recurrentes del sufrimiento del indio mexicano, la obra de Leopoldo Méndez “va paralela al imaginario artístico posrevolucionario en el cual participa Emilio Fernández”, comentó Erika Sánchez Cabello durante la charla Leopoldo Méndez y los usos de la plástica mexicana en el cine nacional, que se llevó a cabo este 13 de octubre en la Sala 4, Arcady Boytler.
Organizada por el Centro de Documentación de la Cineteca Nacional, la conferencia de la candidata al doctorado en Historia del Arte por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM giró en torno a la serie de grabados del artista capitalino que aparecen en los créditos de inicio de Río escondido (1947), cinta en la que el aclamado director Emilio Indio Fernández explotó su idealismo y su fervor patriótico.
“El argumento de la película, en el cual la maestra rural Rosaura Salazar va rumbo a un pueblo alejado donde la gente sigue sufriendo por los abusos del cacique, constituye una fuente ideológica completamente acorde a la obra que Leopoldo Méndez producía”, afirmó la especialista.
Con esta película, Fernández quería “aprovechar la pantalla para proponer un proyecto de país” y decidió encomendarle grabados al miembro del Taller de Gráfica Popular (TGP), porque podía retratar mejor que nadie “las injusticias que padece el pueblo mexicano, las luchas sociales y los logros de la Revolución”.
La maestra contrastó las cualidades estéticas del grabado con las de la cinefotografía y concluyó que la técnica preferida por los artistas del TGP era más adecuada para expresar los sentimientos de rabia contestataria y rebeldía que se encuentran en el argumento de Río escondido, debido a la escala monocromática de las obras, su énfasis en la oscuridad y la agresividad en los trazos.
La empatía estética e ideológica entre el grabador y el proyecto fue percibida por el mismo Gabriel Figueroa, director de fotografía del filme. La ilustración del cielo nublado en Pequeña maestra, ¡qué inmensa es tu voluntad! (Méndez, 1947), obra incluida en los créditos de inicio de Río escondido, influyó directamente en la tendencia del cinefotógrafo por favorecer los cielos con nubes en sus encuadres.
Gracias al éxito de su colaboración con Emilio Fernández, los grabados de Leopoldo Méndez ilustraron películas posteriores, como Pueblerina (Emilio Fernández, 1948) y El rebozo de Soledad (Roberto Gavaldón, 1952).
Antes de la proyección de Río escondido, Sánchez Cabello destacó que debido a la censura que el gobierno de Miguel Alemán ejerció sobre los grabados, no es común encontrar ediciones del filme con los créditos iniciales íntegros. “Disfrútenlos porque en pocas ocasiones se podrán ver así: grabados en la pantalla cinematográfica como se vieron en 1947”, concluyó.
Las Charlas de cine del Centro de Documentación continuarán el martes 20 de octubre con la ponencia de David Maciel, El cine y el Estado en México en la década de los sesenta, que se complementará con la proyección de La sombra del caudillo (Julio Bracho, 1960).
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