Por. Redacción/
Valle de Altar es un rincón de desierto en los tres mil 185 kilómetros que mide la frontera entre México y Estados Unidos y donde se dividen Sonora y Arizona. Ahí, investigadores mexicanos y norteamericanos han registrado más de 90 sitios arqueológicos de diversas temporalidades, con antigüedades que llegan a los dos mil 400 años antes de nuestra era, en el periodo Agricultura Temprana, hasta asentamientos indígenas de principios del siglo XX, ubicándolo como una de las áreas más ricas en evidencias prehispánicas de la región fronteriza.
El otoño pasado, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Universidad de Binghamton (antes Universidad Estatal de Nueva York en Binghamton), llevaron a cabo la primera temporada de excavaciones intensivas del proyecto de investigación arqueológica binacional “Movilidad, conectividad y etnogénesis en la Tradición Trincheras”, financiado por la National Science Fundation, a través de dicha universidad y mediante un convenio interinstitucional con el INAH. Es dirigido por los arqueólogos Elisa Villalpando, del Centro INAH-Sonora, y Randall McGuire, de la Universidad de Binghamton.
La investigación se desarrollará en varios años, y contempla explorar y estudiar sistemáticamente tres sitios ubicados geográficamente en el Valle de Altar y cronológicamente entre 700 y 1200 de nuestra era. Con este proyecto, por primera vez son explorados asentamientos del periodo intermedio de la Tradición Trincheras, en tanto las excavaciones previas se han realizado en sitios que corresponden al inicio y al término de la misma, informa la arqueóloga Elisa Villalpando.
Cabe recordar que la Tradición Trincheras es la cultura desarrollada en el desierto de Sonora, dentro de los valles de Magdalena, Altar y Concepción, en territorio mexicano, que se caracteriza principalmente por la edificación de sus asentamientos sobre terrazas construidas en las laderas de los cerros. Es similar a la cultura hohokam de Arizona.
Este es el octavo proyecto arqueológico del equipo binacional en el desierto de Sonora. El primero se realizó en 1985 y estuvo enfocado al reconocimiento de superficie para la relocalización de sitios previamente registrados por otros arqueólogos en los tres valles, con el propósito de seleccionar un área para posteriores investigaciones intensivas.
Elisa Villalpando explica que desde sus inicios, la investigación estuvo marcada por el común interés en la comprensión de los fenómenos sociales del pasado en el desierto de Sonora, específicamente los asociados con la Tradición Trincheras, y luego de más de tres décadas de estudio ha posibilitado el desarrollo de una secuencia cronológica, la definición de la tipología cerámica diagnóstica y de una tipología de sitios arqueológicos. Asimismo, ha permitido la asignación de funciones a elementos arquitectónicos visibles en los sitios arqueológicos, y la excavación y determinación de la ocupación de Cerro de Trincheras como centro rector de la tradición, en el valle medio del río Magdalena.
El sitio que se exploró el otoño pasado, del 25 de septiembre al 15 de diciembre, es una aldea prehispánica de 5.5 kilómetros de extensión, asentada en la parte media del Valle de Altar, en una terraza aluvial que corresponde a la fase cultural denominada Altar (800 a 1300 d.n.e.). En el lugar, además de confirmar la presencia de vestigios Altar, se descubrieron evidencias de una ocupación Protohistórica (1450-1690 d.n.e.), caracterizada por casas muy efímeras de planta oval, cerámica tipo Whetstone Lisa y puntas de proyectil de pequeñas dimensiones.
De la fase Altar se halló cerámica decorada de la Tradición Trincheras, ornamentos elaborados de conchas marinas procedentes del Golfo de California, lapidaria, fogones, hornos, casas en foso, tres entierros femeninos adultos y un cascabel de cobre que podría ser el indicador de un intercambio con poblaciones de las culturas de Occidente, tal vez vía las aldeas de Tradición Casas Grandes.
Elisa Villalpando detalla que la investigación binacional propone una nueva hipótesis para explicar la presencia de la cultura Trincheras en el valle de Altar, a partir de una relación con las culturas de Occidente: advierte que las tradiciones Trincheras y Hohokam del desierto de Sonora se desarrollaron a partir de formas tempranas de vida aldeana que se extendieron a lo largo de las costas del Occidente de México llegando hasta el suroeste americano. La arqueóloga explica que son dos situaciones diferentes de grupos culturales bastante desarrollados, con adaptaciones distintas, en medios ambientes diferentes, pese a haber compartido un pasado similar.
Hipótesis manejadas con anterioridad y que prevalecieron durante los años previos a las investigaciones de McGuire y Villalpando, proponen, por un lado, que Trincheras fue rama de la Tradición Hohokam, mucho más rural, empobrecida, de baja calidad de vida, resultado de una migración ocurrida pocos siglos antes de nuestra era y que llevó la vida aldeana desde Mesoamérica a la Cuenca de Phoenix.
La otra propuesta científica habla de una tradición nativa o´otam, desarrollada en formas tempranas de vida agrícola en ambos lados de la frontera internacional actual, conquistada por grupos migrantes mesomericanos: los o´otam del sur de Arizona dieron origen a la Tradición Hohokam, y los o´otam del norte de Sonora a la Tradición Trincheras.
Habrá que esperar hasta junio de este año para tener los resultados completos de las exploraciones llevadas a cabo en otoño y confirmar a cuál de las tres hipótesis se acercan los datos. Lo que sí se ha comprobado es un largo periodo de ocupación por poblaciones humanas: originalmente se pensaba que el sitio excavado correspondía a la fase Altar (800 a 1300 d.n.e.), caracterizada por los primeros asentamientos humanos de los cerros de Trincheras; lo sorpresivo es que también se hallaron materiales de la fase Realito (1300 a 1450 d.n.e.), correspondiente con el periodo de consolidación del sitio Cerro de Trincheras como centro rector, y los vestigios de la fase Protohistórica (1450 a 1690 d.n.e.), con comunidades indígenas similares a las de Arizona, explica Villalpando Canchola.
El aspecto que más destacan los directores del proyecto es la visión teórica con la que llevan a cabo la investigación. Explican: “En la última década, los arqueólogos del suroeste de los Estados Unidos han comenzado a formular preguntas dinámicas sobre movilidad, conectividad y etnogénesis, tópicos que han permitido visualizar una región en constante flujo con identidades y comunidades que se forman, reorganizan y transforman de maneras complejas.
La perspectiva ha llevado a un replanteamiento de los cambios culturales en todo el noroeste/suroeste, a pesar de que las fronteras nacionales modernas han limitado una cabal comprensión de la dinámica regional, al ser constreñidas al análisis de los fenómenos sociales solo al norte de la línea fronteriza.
El presente proyecto pretende un enfoque relacional para examinar cómo fue que en el noroeste de Sonora, y de manera particular en la Tradición Trincheras, se crearon comunidades e identidades dinámicas, y cómo se insertaron en relaciones de escalas múltiples, no sólo en el ámbito local, sino de más amplio espectro: conectaron esta área con el Occidente de México y de ahí con Mesoamérica.
Los arqueólogos explican que la movilidad y la conectividad, y no sólo la migración, introducen en las comunidades novedades culturales como creencias o convicciones, conocimiento, relaciones sociales y objetos. Estos cambios establecen nuevas jerarquías, intensifican conflictos, alteran necesidades económicas y debilitan o fortalecen otros aspectos de las relaciones sociales.
El suroeste de los Estados Unidos es una de las regiones más intensivamente estudiadas por la arqueología, mientras el sur y centro de nuestro país se ha abordado cuantiosamente. Entre ambos espacios ha quedado el norte de México como un área poco conocida. Descubrirla ha significado un reto que entre otros aspectos conlleva conciliar dos formas de abordar un pasado común: la visión mexicana y la norteamericana. De ahí la importancia de partir de modelos teóricos con una visión amplia del transitar humano, según han advertido Elisa Villalpando y Randall McGuire.
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