Por: Redacción/
La quinceañera Gaby Gaviota vive la difícil etapa de la adolescencia: se siente incomprendida, se encierra en su cuarto por horas, manifiesta odiar a sus padres, es rebelde y dice querer matar a todos. Sus progenitores la envían con un psiquiatra, el Dr. Limestone, un sujeto muy singular, que deja ver que también tiene sus propios problemas.
Ese es uno de los planteamientos de la puesta escénica El ventrílocuo, texto del dramaturgo quebequense Larry Tremblay montada en coproducción por los grupos independientes Los Tristes Tigres y Nosotros, Ustedes y Ellos, de la Ciudad de México y Veracruz, respectivamente.
La obra, parte de la programación artística del IX Encuentro de las Artes Escénicas (Enartes), presenta a los espectadores diferentes historias, emociones, y pensamientos de los personajes interpretados por Estefanía Ahumada y Javier Ibarreche, que en el desarrollo de la obra exhiben radicales metamorfosis en su personalidad.
En la sesión psicoanalítica, Gaby comparte padece de un bloqueo mental y no puede escribir. No se entiende con sus padres, extraña a su hermano que era el poeta de la familia, se cortó sus trenzas, y explica que para su cumpleaños número 15 pidió de regalo una pluma Parker plaque oro para crear la más bella novela del mundo y superar al mismísimo Miguel de Cervantes Saavedra.
En la sesión el Dr. Limestone tiene el control sobre Gaby, le ordena contar sus pensamientos, inquietudes, odios, pero también a despojarse de los guantes, el sombrero, los zapatos, el vestido y la ropa interior. “El éxito de mi enfoque dependen de la fuerza de convicción que posee la ropa interior” justifica el psiquiatra.
El montaje no cuenta con escenografía, con el juego de iluminación Gaby está en el consultorio y luego en su habitación, ahí relata cómo en cuatro meses escribió la más bella novela del mundo, de su regreso a la escuela se encierra a escribir, sus manos y rostro están manchados de tinta, no come, no se baña, se ha descuidado, pero lo logra, en doce cuadernos está el contenido.
Pero, quién podría decirle que en efecto ha logrado su cometido y se ha convertido en la mejor escritora: su hermano. Lo visita, le da las libretas, él las lee y se lo confirma, ha superado a Cervantes. El ego y la autoestima de Gaby se elevan al cielo, ahora ella es la que manda en el consultorio, quien le ordena al doctor quitarse la ropa.
Pero la depresión inunda el cuerpo de Gaby, su hermano se ha llevado la novela, pero más que el hurto, le duele el abandono, el que no le escriba y que los sentimientos de amor que le profesa no sean correspondidos. “Es incesto”, le asegura el doctor Limestone, que ahora pide le llamen Bob.
Al ver El ventrílocuo los espectadores se cuestionan que de lo que se cuenta por Gaby es verdad y qué no, si ella existió o es un invento en la imaginación del doctor, que no es doctor sino otro adolescente que juega con una muñeca de nombre Gabriela.
El montaje dirigido por Adrián Vázquez ofreció única función la tarde del 7 de diciembre, en marco del Encuentro de las Artes Escénicas (Enartes) plataforma para la movilidad nacional e internacional, que tiene como propósito que artistas mexicanos establezcan contactos con programadores de recintos y festivales.
El encuentro organizado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), concluye el 8 de diciembre. Para consultar la programación, visite: http://fonca.cultura.gob.mx/enartes2017/.
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