Por: Ángel García
Ahora resulta que todo el mundo se rasga las vestiduras por el video de Gerardo Ortiz. Es increíble: sólo un país como el nuestro se indigna de lo que él mismo ha creado.
Ante todo hay que apelar al sentido común: si los feminicidios existen no es por culpa de un artista. En dado caso, lo único que ha hecho este hombre –que además ni mexicano es, sino estadounidense– es reflejar una realidad que, aunque nos duela, forma parte ya de nuestra vida cotidiana: la narcocultura.
Dejemos a un lado a Ortiz. Hace diez años nadie imaginó el arrasador éxito que tendrían cantantes como El Komander. Siempre se pensó que se trataba de celebridades locales, cuya repercusión no iría más allá de los palenques o las fiestas del pueblo.
Qué equivocados estaban: El Komander ya está más que listo para su concierto del 29 de abril en el Pepsi Center, en una de las zonas más exclusivas de la Ciudad de México. El boleto más caro cuesta 1,700 pesos; el más barato 400. Así como lo leen.
Los invito a darse una vuelta por la vida nocturna de la Condesa o la Roma: se sorprenderán de la cantidad de canciones de banda que se escuchan. Algunas abordan tópicos comunes de amor y desamor, pero otras promueven sin tapujos el asesinato, el narcotráfico y la corrupción.
Vivimos en una sociedad enamorada del dinero y el confort. Los lujos varían según la condición socioeconómica: una botella de Buchanan’s puede ser un lujo o una costumbre. Todo depende de cuánto dinero haya en la cartera.
Échenle un vistazo a Bandamax. Todos los videoclips, todos, enarbolan el dinero: mansiones, botellas de champaña, mascotas exóticas, modelos inalcanzables, diamantes, autos deportivos. Es una jungla hedonista.
Y luego esas mismas canciones son bailadas en un bar del Centro Histórico, en un antro de Polanco, en un baile público de Xochimilco y hasta en una fiesta familiar. ¿Hasta qué punto nos ha permeado la cultura del narcotráfico, que ya no distingue clases sociales?
El poeta Javier Sicilia lo ha dicho en muchas ocasiones: si el crimen organizado ha prosperado en este país es porque vivimos en una sociedad que coloca el dinero como único y último fin de la existencia.
No olvidemos lo que dijo el sociólogo Zygmunt Bauman: “el consumismo promete algo que no puede cumplir: la felicidad universal”.
La narcocultura es un fenómeno que lleva años desarrollándose. Existen varios documentales que dan fe de ello, como Narco cultura (2013), de Shaul Schwarz, que actualmente forma parte de la programación de Ambulante Gira de Documentales (ver horarios en http://ambulante.com.mx/es/mas/documental/narco-cultura).
Los hechos también son palpables desde la ficción. Basta con echarle un ojo a las novelas de Élmer Mendoza, Eduardo Antonio Parra y Arturo Pérez-Reverte, autor de bestsellers llevados a la televisión como La Reina del Sur.
El antropólogo Alfonso Alfaro –un eminente egresado de la Universidad de París– me dijo hace poco que los problemas sociales que vivimos no serán comprendidos, ni mucho menos solucionados, por nosotros, sino por las generaciones venideras. Esa es la lección que nos ha dejado la Historia. Quizás la narcocultura sea entendida con lucidez hasta dentro de mucho tiempo.
Por lo pronto, Gerardo Ortiz sigue siendo tendencia en Twitter. Sólo no olvidemos que, como él, hay decenas de artistas que promueven la violencia, el dinero mal habido y la agresión contra las mujeres. Pero ojo: el artista es siempre el síntoma de su tiempo; no al revés.
Por eso yo lanzo la siguiente pregunta: ¿en verdad alguien tiene el derecho de censurar a Gerardo Ortiz?
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