Por: César Dorado/
Depeche Mode, Nine Inch Nails, T. Rex, The Doobie Brothers, Whitney Houston y The Notorious B.I.G. fueron los nominados para entrar al Salón de la Fama del Rock And Roll. Y aunque ninguno de estos nominados se acerca por poco al verdadero ritmo “Rock And Roll” con el que se dio pie a crear ese salón que enaltecía uno de las trasformaciones culturales más importantes de la historia musical, cabe resaltar que su aportación a la música es inigualable, ya que desde el Minimal de Depeche Mode hasta el rap de The Notorius B.I.G. son ritmos y estilos que marcaron una generación y un contexto histórico.
Entre las reglas principales para pertenecer al salón de la fama es cumplir con 25 años de trayectoria desde el lanzamiento de un álbum debut, también se toma en cuenta el renombre de la agrupación y la influencia que tuvieron sobre otros músicos.
Con esto, los nominados cumplen con todos los requisitos para poder ingresar a este prestigioso salón. Sin embargo, la inconformidad se vuelve a presentar tanto en los fanáticos como en las mismas bandas que han sido excluidas y que desean un lugar en el museo construido por Ieoh Ming Pei en Cleveland.
Entre los inconformes de esta ocasión se encuentra el guitarrista de la banda de heavy metal, Judas Priest, Richie Faulkne, quien comentó vía twitter “No tiene sentido ¿Kenny? Por eso, la sala de rock no tiene credibilidad para mí” después de ver a los nominados y entender que su banda no tendrá oportunidad de estar en el salón, al menos este año.
A pesar de que muchos fanáticos de los nominados puedan estar felices de que su banda estará en uno de los lugares más aclamados en la industria musical, este salón ha venido decayendo con el pasaje de los años debido al poco profesionalismo de su jurado, que en muchas ocasiones se trata de empresarios musicales que, casi inexplicablemente, no han considerado a bandas como Slayer, Scorpions, Iron Maiden, Pantera o incluso a bandas como los precursores de la música electrónica y el krautrock, Kraftwerk o los obscuros de Joy Division.
Y aunque algunos artistas desean con ímpetu el momento en que su nombre aparezca en ese prestigioso lugar, a algunos otros les causa irrelevancia o simplemente no les interesa, debido a esa poca severidad de los jueces.
Un caso representativo es el de Deep Purple, quien en 2015- tras ser nominado por tercera ocasión- les fuera negado el galardón, ante el suceso, el vocalista de la banda Ian Gillan declaró “no siento respeto por el Salón de la Fama del Rock And Roll. Su comité lo integran el tipo de personas que después de haber visto “A Hard Day’s Night” de los Beatles, decidieron que The Monkeys serían el equivalente estadounidense. Para mí, son personas groseras e ignorantes”.
Y aunque en sí esta declaración ya es impactante, más tarde el músico mencionó que la verdadera exclusión de la banda al salón fue porque el comité piensa que son una banda de un solo éxito. Pese a que el enfado fue irreparable, Deep purple aceptó entrar al salón en el 2016.
Igualmente, Bruce Dickinson, guitarrista de la banda Iron Maiden, declaró en su momento que el Salón de la Fama del Rock And Roll “es una completa tropa de idiotas. Es administrado por un grupo de estadounidenses sangrientos y devotos que no sabrían qué es el rock and roll, aunque lo tengan en frente. Tienen que dejar de tomar Prozac y comenzar a beber cerveza”.
Dentro de esa misma línea de pensamiento se encuentra el fundador de la banda, Steve Harris, quien declaró que si en algún momento la banda es incluida, renunciarían pues “no pienso en eso, los premios son algo bonito cuando te los dan, pero no algo por lo que estés luchando, esto no va de eso. Esto siempre ha sido de tratar de hacer la mejor música, salir y hacer grandes conciertos y esperamos que la gente aprecie eso, es genial cuando te dan premios, pero no es algo que te deba quitar el sueño si no te los dan”.
Y aunque aquellos que pertenecen al salón de la fama pueden ser nominados cumpliendo los 25 años de formación, su llegada al salón puede tardar años Caso de ello es el de Kiss, quienes fueron nominados por primera vez en 1999, pero no lograron ser elegidos hasta el 2014.
El Salón de la Fama del Rock And Roll fue fundado en 1983 por Ahmet Ertegun, uno de los empresarios musicales más importantes del siglo pasado, pues gracias a la fundación de la discográfica Atlantic Records logró impulsar las carreras de Ray Charles, Led Zeppelin, Phil Collins, entre otros.
En su primera celebración de 1986 se incluyeron a artistas como Chuck Berry, James Brown, Ray Charles, Elvis Presley, entre otros grandes reconocidos músicos de la industria. Para la celebración se realizó un concierto con música de Bob Dylan, Al Green, Jerry Lee Lewis, Aretha Franklin, Bruce Springsteen, Iggy Pop, John Fogerty y John Mellencamp, una verdadera atmósfera de música instrumental experimental.
El término Rock And Roll ya había sido acuñado desde principios de 1950 y comenzaba a formarse como un fenómeno cultural que pasaría a la posteridad. Es cierto, los primeros artistas incluidos en este salón fueron verdaderos fenómenos del Rock, pero no cabe duda que al final de cuentas, las elecciones fueran hechas por los grandes empresarios de la época quienes, con buenas estrategias comerciales y de publicidad, aprovechaban el talento e ingenio de sus artistas para lanzar los mejores temas y vender una cantidad extravagante de discos.
No cabe duda que la industria musical ha sabido aprovechar la inspiración de grandes genios musicales para crear fenómenos culturales y después transformarlos en moda para verse beneficiada con la venta de suvenires y demás productos.
El rock se convirtió en una moda, también el punk y otros tantos estilos les siguen el paso, sin embargo, por mucho que se proteste por estar o no en el Salón de la Fama del Rock And Roll, quienes eligen ese devenir son los grandes empresarios de la industria musical, esos grandes hombres que también lanzaron a la fama a Elvis Presley o a The Clash.
Es cierto, Judas Priest debería de estar en el salón de la fama (al igual que otros tantos) porque gracias a su estilo marcaron el futuro del Heavy Metal, pese a que su vocalista Rob Halford representara un malestar en la década de los setentas por su orientación sexual.
Claro, Judas Priest tiene que estar en el salón de la fama, pero el Salón de la fama jamás determinará si esa banda marcó o no a una generación porque al final es esa misma generación, quien escuchó todos sus discos, guarda con cariño su primera playera de un concierto al que asistió, quien determina la grandeza de la bandas de Rock (y no rock) que han sido monstruos en la historia de la música universal.
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