Por: Paola Nava/

A un año de su muerte, la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) recuerdan al pintor mexicano originario de Zacatecas, Rafael Coronel Arroyo; sus obras pintorescas siempre reflejaban de una forma auténtica las expresiones humanas con un toque de fantasía en las que resaltan los colores alegres que caracterizaron sus pinturas, entre las más renombradas se encuentran: “Colibrí”, “Concierto al Pichón”, “Dos moros”, “Lucerna”.

Rafael estudió en la Escuela Nacional de Arquitectura, luego cursó en la academia High American School y en la Escuela Nacional de Pintura, escultura y grabado La Esmeralda; siempre estuvo entregado a sus obras y convencido de que su pasión era plasmar a través de los pinceles lo fantasioso y colorido que era su interior. Los monjes, frailes, santos y adultos mayores fueron su inspiración para crear pinturas que posteriormente lo convirtieron en uno de los máximos representantes del expresionismo mexicano.

Por otra parte, el pintor mexicano expuso sus creaciones cuatro veces en el Palacio de Bellas Artes, su popularidad se derivó gracias a lo original, a lo nunca antes visto, el público quedó fascinado con el estilo de Coronel, sin embargo, al inicio de su carrera se adentró en la pintura abstracta como se observa en su mural ubicado en la biblioteca del INAH, y también logró dejar huella en el Museo Nacional de Antropología al realizar dos murales que siguen a la vista de los espectadores.

En 1944 hizo un autorretrato, estuvo tan bien ejecutado que ocho años después recibió el Premio de Artes Plásticas del Instituto Nacional de la Juventud Mexicana. Su éxito no solo fue a nivel nacional, su nombre era mencionado en diferentes países del mundo como en Estados unidos, Bélgica, Italia, China, Puerto Rico, Brasil (destacándose la Vlll Bienal de Sao Paulo, en la cual obtuvo el Premio Córdoba al Mejor Pintor Joven Latinoamericano en 1965). En Japón recibió el Primer Premio en 1974 en la Primera Bienal Internacional de Pintura Figurativa en Tokio.

Además, el arte siempre estuvo presente en su vida, incluso en su relación amorosa, ya que en 1959 conoció a Ruth Rivera (hija del famoso muralista Diego Rivera), bastó un año para que ambos enamorados decidieran casarse y estar juntos en seis años de relación.

Por otro lado, su autenticidad mezclada con el misticismo y fantasía en sus creaciones provocaron que sus pinturas fueran tan populares que 1990 se creó el Museo Rafael Coronel en su ciudad natal, fue todo un sueño tener un acervo de cinco mil máscaras mexicanas (hoy en días más de 11 mil y considerada como la más grande del mundo), 400 piezas prehispánicas y 1,500 piezas de cerámica colonial, 200 títeres de la Compañía de Rosete Aranda y 100 dibujos de Diego Rivera.

Un artista difícil de olvidar, un orgullo mexicano que siempre siguió su pasión. Coronel falleció a sus 87 años el 7 de mayo del año pasado, pero dejó un legado que puso en alto el nombre de nuestro país en todo el mundo, México no olvida a Rafael.