Por: Oswaldo Rojas
Vivimos tiempos inciertos respecto a todo lo que consumimos. Ha sucedido que la industria agrícola ha alcanzado proporciones asombrosas: producimos más de lo que podemos consumir. No es esta una noticia nueva, tampoco los niveles de desperdicios que generamos. Lo que sí resulta medianamente nuevo es el crecimiento de la industria de alimentos orgánicos, que según Organic Monitor en los últimos tres años a generado ganancias mayores a 60 mil millones de dólares anuales.
No se trata de denostar el consumo de alimentos orgánicos pero sí de hablar sobre las razones que han llevado a que el 2% de comida producida mundialmente sea con la etiqueta de “orgánica”. La principal razón de este crecimiento en ventas y precio se debe a que se considera que un producto más natural es un también un producto mejor. Ha esta percepción se le conoce como `efecto halo: resulta que creamos un sesgo cognitiva y terminamos por adjudicar a un producto rasgos que no tiene o no son como creemos, tan solo porque cuenta otros.
El estudio Organic food tastes better, claim new poll confirma el punto anterior, además de explicar que los compradores de productos orgánicos lo hacen con la idea de evitar los pesticidas y cualquier químico que, a su parecer, afecte los valores nutricionales de la comida e incluso que pueda resultar nocivo a la salud.
Pero es aquí donde la evidencia científica ha ido arrojando luz sobre el asunto. La comida cultivada de forma más natural sí usa pesticidas. Aunque estos pesticidas son producidos con mayores estándares de calidad y están sujetos a diversas regulaciones resultan igualmente nocivos. Por ejemplo, en Chile la rotenona es un excelente plaguicida aprobado para la agricultura orgánica, pero no ha significado que no sea tóxico en animales pues su consumo produce síntomas similares al Parkinson. En occidente este pesticida está prohibido.
Por otra parte se piensa que los alimentos orgánicos tienen una mayor carga nutricional y tampoco es cierto. Muchos otros estudios ya han desmentido este punto. Tomo de ejemplo el de Ricardo Uauy, miembro del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, que junto a su equipo estudiaron 162 artículos publicados de 1958 a 2008 en los que compararon las cantidades de nutrientes de cultivos industriales y orgánicos. No encontraron ninguna diferencia.
Estudios como este, además de otros realizados por la Universidad de Stanford, han ido comprobado que las únicas razones para consumir alimentos orgánicos tiene que ver con las bacterias, en animales, resistentes a antibióticos.
Por ultimo esta el tema del sabor. Muchos de los eco-compradores aseguran que los alimentos tienen un mejor sabor por haber sido cultivados “sin” pesticidas. Sin embargo esto también es falso, pues el estudio de la pagina Foodpsycology demostró que esto se debe al efecto halo. En dicho experimento a yogurt y papas normales se les colocó la etiqueta “orgánico” y 115 voluntarios que los probaron dijeron que estos tenían mejor sabor y, aquí esta el hilo negro, que estarían dispuesto a pagar hasta 25% más por ellos.
En términos muy generales aunque de a poco se va demostrando que no hay razones de peso para comprar alimentos cultivados más naturalmente es cierto que sus defensores generalmente tienen mejores hábitos: no fuman, son deportistas y cuidan su dieta.
Siendo sinceros son más dañinas las cantidades en que se come que los que se come. Todo exceso resulta en un veneno.
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