Por: Redacción/
El mariachi, una de las expresiones culturales y musicales más representativas de México, fue declarado Obra Maestra del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en el año 2011 por la UNESCO, y el 21 de enero quedó instituido como el Día del Mariachi.
Símbolo de identidad mexicana y herencia del mestizaje, está compuesto por un grupo de intérpretes que ejecutan diversos géneros de la música popular y tradicional (desde jarabes y sones, hasta boleros y canciones “de moda”), con temas que refieren, principalmente, al amor, la tierra y la mujer, entre otros.
Algunos elementos de composición, musicales y de imagen que hoy distinguen al mariachi distan mucho de las primeras agrupaciones, cuya existencia data del siglo XVI, alcanzando su consolidación en la primera mitad del siglo XX.
En sus orígenes, los mariachis estaban conformados con músicos de cuerda, violín, vihuela, guitarra, arpa, guitarrón de golpe conocido como tololoche y, en algunos lugares, tambora. En el siglo XX se hicieron reemplazos o adiciones de instrumentos, el más notorio fue la trompeta, adoptado por agrupaciones comerciales a partir de los años cuarenta.
Además de su desarrollo en el medio rural y campesino mestizo, en su invención destacan las aportaciones de los pueblos indígenas cora, wixárika, nahua, huichol y purépecha, quienes contribuyeron a su diversificación en la región Occidente de nuestro país (Nayarit, Jalisco, Colima, Michoacán y Zacatecas), cuna del género.
“El mariachi erróneamente se ha concebido como un fenómeno cultural exclusivo de la identidad mestiza”, escribe el etnomusicólogo J. Arturo Chamorro Escalante en su libro “Mariachi antiguo, jarabe y son: símbolos compartidos y tradición musical en las identidades jaliscienses”.
Añade que, para la tradición de los músicos de principios del siglo XX, mariachi fue el conjunto para bailar, más que para escuchar, como actualmente se presenta. Asimismo, propone la existencia de varios tipos de mariachi antiguo: indígena, mestizo y mestizo de Los Altos de Jalisco.
“La importancia del mariachi en las regiones indígenas se advierte desde la contribución que los propios músicos indígenas hacen en el estilo y técnica de ejecución de los instrumentos de cuerda, particularmente el violín, así como en los variados repertorios que se exponen entre sones de corte de danza, minuetes, portorricos, abajeños y los géneros de carácter social, como el corrido, la polka y las canciones en lenguas indígenas” explica.
Chamorro Escalante ubica como epicentro de los mariachis indígenas el noroeste de Michoacán, la porción costera de Michoacán y Colima, el norte de Jalisco y el noroeste de Nayarit, donde estos ensambles nativos interpretan música para danzas de cuauileros, xayacates, moachitas, de día de Corpus, de viejitos, kúrpites y negritos; además de sones de minuetes y tarima, corridos y canciones al ritmo de polka.
A la riqueza multicultural que posee esta manifestación, se suman los aportes de los pueblos afrodescendientes, que según el etnomusicólogo están presentes en la corporalidad y el sentido del ritmo en la música y el baile de los sones y jarabes, así como en la musicalidad y sensibilidad de la cultura ranchera.
La llegada de ensambles jaliscienses de Cocula y Tecalitlán -municipios considerados pioneros del mariachi- a la Ciudad de México, marcó el inicio de un movimiento migrante, que luego se extendería a todo el territorio nacional. Dos ejemplos fueron el Mariachi Tapatío Marmolejo de José Marmolejo y el Mariachi Vargas de Silvestre Vargas, que abonaron a la creación del modelo urbano de esta figura.
Las nuevas agrupaciones mariacheras ampliaron el repertorio a otros géneros musicales, entre ellos los “de moda”, acompañando a figuras del cine nacional de la Época de Oro, como Jorge Negrete, Pedro Infante y Javier Solís. Además, implantaron el traje de charro o “de gala” a su indumentaria, que se conserva hasta nuestros días, convirtiéndose en uno de los emblemas mexicanos por excelencia en el mundo.
Para la UNESCO, que declaró al “Mariachi, música de cuerdas, canto y trompeta” Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, “su música transmite valores que fomentan el respeto del patrimonio natural de las regiones mexicanas y de la historia local, tanto en español como en las diversas lenguas indígenas del oeste del país”.
La historia del mariachi mestizo e indígena, rural y citadino, antiguo y moderno, demuestra la persistencia y el arraigo, en términos de identidad, de los portadores de esta tradición musical nacida desde lo regional. Ellos, han logrado su fortalecimiento y difusión a nivel nacional y más allá de nuestras fronteras.
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