Por: Oswaldo Rojas
El gran mamotreto que es El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, sus dos partes, este año conmemora 410 años de su aparición. ¿Cuánto se ha escrito de la obra “inicial” de la literatura hispánica, de las novelas caballerescas y de la aparición de uno de los picaros más memorables? La respuesta es mucho, demasiado tal vez. Pero hace poco se desveló, nuevamente, uno de los misterios de la novela.
Desde el siglo XVII el cura de Argamasilla de Alba, España, postuló que el lugar de la mancha era esa localidad. Y hasta finales del año pasado se había creído que ese era en realidad el principio de las andanzas del hidalgo. Pero recientemente después de una serie de investigaciones multidisciplinares se concluyó en el verdadero parteaguas es Villanueva de los Infantes, en Ciudad Real. Una pequeña localidad con apenas 5 mil 800 habitantes.
Como parte de un equipo de investigadores de la Universidad Complutense de Madrid con especialidades en Geografía, Historia, Filología, Sociología, Matemáticas y Ciencias de la Información, los catedráticos Francisco Parra Luna – quien dirigió el proyecto – y Manuel Fernández Nieto, confirmaron el dato.
“En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…” es una incipit que a ojos de Fernández Nieto es “el principio de una narración, como la de un cuento infantil, un principio indeterminado”. Sin embargo, el filólogo al igual que el resto del equipo reconoce que las descripciones de la novela corresponden fielmente a la flora que había en ese tiempo en la zona.
“Los caminos y tiempos de Cervantes son reales y no simple ficción”, asegura Nieto. Aunque la investigación se centra en 12 pruebas fundamentales, la conclusión ha causado urticaria en los sitios, como Argamasilla de Alba, que se adjudicaban el origen de el Quijote o por lo menos su paso narrativo por ellos. Tanto ha sido polemizada la discusión que el propio Parra Luna convocó a un congreso en los Infantes para discutir la investigación.
Tal vez esto, sumado a sus más de cuatrocientos años de edad sea un buen pretexto para releer las andanzas del hidalgo, dejar de lado su riqueza lingüística que tanto gusta a los filólogos y centrarse en sus paródicas aventuras, recordar a Sancho como uno de los gobernantes más justos y sabios, y ver el intenso amor de el Quijote por Dulcinea.
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