Por: Oswaldo Rojas
Muchos esperan que a Milán Kundera (Brno, 1929) se le otorgue el premio Nobel de literatura, un hombre que salió de las sombras en las que tocaba el piano en bares tan solo porque el director Philip Kaufman realizó una adaptación de la novela La insoportable levedad del ser en 1988. Ante la imposibilidad de saber sí la academia sueca algún día lo hará nos queda recordar el primer libro que publicó a sus 36 años: La Broma.
Leer a Kundera es regresar siempre a los mismos temas – el comunismo, la experiencia de un apatriado, el descrédito, el concebirse como un extraño en la tierra natal y, sobre todo, el humor -. Pero encontrarse con estos tópicos la primera vez que se reunieron provoca la sensación de que aún no estaban bien formados, apenas un vistazo de lo que el escritor checo ya llevaba cosechando en su interior.
Jahn Ludvik es el protagonista que refleja la encrucijada que el propio Kundera vivió: ser expulsado del partido comunista en 1950. En el caso de su personaje esto sucede por culpa de una broma en una carta que escribió desesperado a una joven que amaba y que con la distancia lo hería. Una carta que resuma despecho busca en el humor una ajuste de cuentas.
“¡El optimismo es el opio del pueblo! El espíritu sano hiede a idiotez. ¡Viva Trotski!”, sentencia Ludvik. Esas son las líneas que le arrebatan su destino dentro del partido comunista, dentro de su propia nación.
Es ese el gran dilema que vive. De a poco Jahn comienza a entender que todo lo que él consideraba parte de su vida existía gracias a que el sistema lo había adoptado a él con la condición de vivir para procurarlo con una fidelidad ciega. Su desconcierto ante la dura posición del partido por su broma a la joven en la carta se debe a que él se había asimilado tanto al sistema comunista que lo consideraba inofensivo, justo y dispuesto al dialogo. Jahn Ludvik entiende que un país que es incapaz de reírse de sí mismo no es libre.
Esa es la premisa que Kundera utiliza como motor de su historia, que se irá llenando de otros personajes que también viven la falta de seguridad al perder su sentido en la sociedad. La Broma es una obra compuesta de voces que se agrupan en rededor de la falta de humor.
Uno de ellos, Jaroslav, defiende las tradiciones que el partido comunista cultiva pero que una generación más joven y orgullosa de su individualidad desecha. Milan Kundera creó en él un rey sin heredero en un feudo sin memoria.
Helena, una mujer madura que se siente desplazada tanto por el sistema como por su marido, se enamora de Ludvik y, como una constante en las novelas de Kundera, ocupa esa pasión para tratar de solucionar su pérdida de identidad.
El resto de los personajes se suman a una historia sobre la pérdida del destino, donde todos confluyen en la vida de Jahn.
Durante los monólogos de los personajes vamos entendiendo el funcionamiento de un sistema que apresaba a sus integrantes en un doble discurso: la promesa de seguridad a cambio de una abnegada falta de personalidad. En ese escenario lo más común es llenarse de resentimiento ante cada signo de aprensión, donde la conciliación apenas puede recuperarse a través de un regreso (incompleto) a las raíces más intimas de cada uno.
La publicación de esta novela le comenzó ha generar a Kundera cierto descrédito y censura – el título El libro de la risa y el olvido (1979) haría que le fuera revocada su nacionalidad checa -, el grueso de sus obras no serían publicadas en su tierra sino hasta la caída del comunismo en 1989. Acusado de ser un espía contra el partido busco en París una espacio para él y sus ideas.
Podemos leer La Broma como un boceto de La insoportable levedad del ser, La inmortalidad, El libro de los Amores ridículos y La fiesta de insignificancia. Pero también como las primeras señales de la filosofía de vida de Kundera.
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