Por: Meztli Islas | Fotografía: Vicente Flores
Para celebrar 50 años de trayectoria y 37, transformando hombres y rescatando ángeles caídos en lo que él llama “El infierno”, Jorge Correa, maestro de teatro y el gran impulsor del teatro penitenciario, se mostró en todo momento emocionado por los comentarios que emitieron Marina de Tavira, hija de Juan Pablo de Tavira, Juan Ignacio Aranda e Ignacio López Tarso.
En palabras de Marina Tavira, quien conoció al Maestro Correa desde que era una niña cuando soñaba secretamente con formar parte de los elencos mientras su padre y uno de sus grandes amigos, el Maestro Correa montaban obras de teatro. Juan Pablo, padre de Marina, entregó a Correa una nota que cambiaría su forma de hacer la cosas “Ahora sí estás en lo que te gusta, no flaquees ni desmayes”.
Juan Ignacio Aranda, señaló que el Maestro Correa “siempre me ha parecido un loco. Siempre rodeado de presos, asesinos… a ellos los toca y los hace memorizarse textos como los de Hamlet o Calderón de la Barca”
Jorge Correa se considera a sí mismo como un ferviente creyente de que el teatro puede cambiar a los hombres, puede hacer que mostremos lo mejor de nosotros y en el encierro, donde todo está hecho para que saquemos lo peor de nosotros mismos, se vuelve un reto aún más fuerte el cambiar a forma en que vemos el mundo y hacemos que los demás cambien su perspectiva sobre él.
El primer actor Ignacio López Tarso, dijo del Maestro Correa que “Juan Ignacio me habló de el Maestro Correa y nació una admiración por él”. El también Premio Nacional de Ciencias y Arte, le dijo frente a frente al reconocido director de teatro: “Tu trabajo es de entrega de satisfacción personal (…) tú no trabajas para formar actores, tú trabajas para mejorar hombres. Lo que tú has hecho, no lo ha hecho nadie en el teatro mexicano. Te admiro y te envidio”.
El Maestro Correa, confesó que de muy joven cometió un delito teatral: meter una botella de alcohol al camerino donde se preparaba antes de dar función y salió a ejecutar su papel en estado de ebriedad “no sé cómo terminé esa función, yo creo que abado en alemán”. Éste incidente hizo que abandonara el Centro de Arte Dramático A. C. (CADAC). Sin embargo, no sabía que años más tarde, su amigo Juan Pablo Tavira le daría la llave de su verdadera vocación: El teatro penitenciario.
Correa comentó que ha trabajado con los criminales más sangrientos que uno se pudiera imaginar como “el Goyo” Cárdenas, delincuente que después de sostener violar a sus víctimas, las enterraba en su jardín. También fue maestro de Gilberto Flores, responsable de asesinar a sus abuelos. Eso sin contar con “La polla” una menor que estaba en el tutelar cuando él llegó a dar clases a los internos.
Cuando comenzó a trabajar en “Almoloya de Juárez”, sus alumnos fueron de la talla de Miguel Ángel Félix Gallardo o los Arellano Félix. Después de un tiempo en el programa dedicado a los menores infractores, regresó a Puente Grande y ahí aprendió que éstas personas “un día están arriba y al otro muestran lo peor de ellos”. De ahí la necesidad de hacer teatro penitenciario, el teatro escrito por los mismo internos para los internos. El teatro, que en palabras del propio Correa es “la actividad que puede transformar al individuo”.
Su esposa, Rosa Julia, es el primer caso de éxito de “reinserción social”, ella también fue alumna del Maestro Correa y afirmó que “caminar éste infierno al lado de éste hombre, ha sido para mí un placer”.
No Comment