Por: Redacción

Treinta niños de la zona de Tziscao, Chiapas, en el corazón de las Lagunas de Montebello, integran el Ensamble de Percusiones Maya Chuj, uno de los ocho grupos que interpretan música tradicional mexicana como parte de los 111 que integran el Movimiento Nacional de Agrupaciones Musicales Comunitarias, y que a casi dos años de trabajo, hoy en día representa un orgullo para los padres de familia y la comunidad en general, quienes lo reconocen como un programa social y formativo.

Las gestiones para la formación de este ensamble comenzaron en junio de 2014, cuando el Sistema Nacional de Fomento Musical de la Secretaría de Cultura y la Secretaría General Iberoamericana (Segib), a través de IBERORQUESTAS Juveniles, se propusieron como objetivo, hermanar como antaño, a los habitantes de ambos lados de la frontera, cuando compartían además de tradiciones, la lengua chuj.

Fidel López, entonces presidente del Consejo de Vigilancia de Tziscao, y uno de los primeros impulsores de este proyecto, recuerda que se realizaban continuas asambleas con las autoridades de las instancias participantes, además de representantes de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas y, por supuesto, líderes del comisariado.

Con el objetivo de rescatar parte de nuestra cultura, a través de la música señala: “Conseguimos un espacio para impartir las clases, fuimos convenciendo a los padres de familia para inscribir a sus hijos, y que la comunidad se involucrara en adecuar el salón de clases, conseguir, desde Guatemala, los trajes Chuj que los niños lucieron en sus presentaciones iniciales”.

En sus primeros meses de trabajo, los niños elaboraron instrumentos musicales con materiales de reciclaje. Cuando se incorporó César Esquivel, actual maestro de percusiones, hicieron tambores de cubetas con parches de globo, baquetas de papel periódico, tambores con latas, etc.: “el objetivo de esta tarea no sólo era tocar con aquellos instrumentos sino realizar una actividad conjunta que sirviera como terapia a los niños, para que usaran toda esa energía que tenían dispersa. Una vez concluida esta dinámica, fue más fácil enseñarles el primer acorde, porque habían concentrado su energía en algo productivo”, agregó.

Hoy día, este ensamble cuenta con tres tipos de marimbas: chiapanecas, guatemaltecas y de concierto; timbales, baterías, bombos, tarolas, platillos y accesorios, además de instrumentos prehispánicos como: huehuetl, teponaztli, ocarinas y palos de lluvia.

Después de año y medio de trabajo, además de los mejoras musicales, agrega Esquivel: “Hemos avanzado en el comportamiento de los niños, son más amigos, toman más en cuenta a la otra persona… Simplemente en el hecho de que para alguna partitura o en alguna canción, cuando se tienen muchas voces, trabajamos en equipo; mientras unos hacen melodías, otros hacen el ritmo y eso genera que ellos mismos vayan descubriendo con la práctica, que al compartir esa parte que saben con los demás, en conjunto, generan algo nuevo”.

Al respecto, la señora Gina Guadalupe Rivera, madre de Eduardo Mauricio Rivera, comentó que desde que su hijo pertenece al ensamble, el niño es más puntual, “obedece más, aunque es inquieto, pero esa inquietud la canaliza en la clase y en otros lados se porta mejor”.

Por su parte, Felipa Paiz, madre de Alejandro y Emanuel Hernández, ambos integrantes del ensamble, asegura que gracias a la música, sus hijos son más sociables: “Al principio les daba pena tocar cuando alguien los estaba viendo, les daba vergüenza, ahora ya perdieron el miedo que antes tenían. Al participar en esta actividad, nuestros hijos nos están dando un ejemplo, ellos están luchando para superarse y salir adelante”.

Cabe destacar que el maestro del Ensamble de Percusiones, junto con los maestros del Coro Comunitario Binacional Maya Chuj también localizado en esta zona: Arturo Tapia y Cinthya Díaz, trabajan en el proceso de sensibilización de los padres de familia de la región.

Parte de estas actividades fue la impartición de un taller en el cual mostraron a los adultos, cómo pueden impulsar el aprendizaje musical en sus hijos: “las mamás fueron un poco más participativas y al final del taller, ellas ofrecieron un concierto junto con sus hijos”, señaló Esquivel.

Y es que todos los jueves, el profesor realiza una clase para mujeres (tengan relación directa con este proyecto o no), la cual les permite un espacio de relajación a través de la música.

Los papás participan con sus hijos ya que “al llegar puntuales con los niños a sus ensayos, algunos acompañan a cuidar a otros niños y otros más preparan los alimentos cuando se tienen que realizar viajes; además fungen como personal de apoyo que lo mismo arman, cargan, guardan y trasladan los instrumentos a los lugares donde se han realizado los conciertos. A la fecha, el ensamble se ha presentado en Tziscao, Tuxtla Gutiérrez, Comitán y Tierra Blanca en Chiapas; y Guaxacaná, en Guatemala”, señala el docente.

Adicionalmente, los maestros comunitarios, junto con sus alumnos, realizan recorridos en bicicleta para que los niños recorran sus calles y conozcan más sobre su propia comunidad; además, con ayuda de sus pequeños músicos, repararon las canchas de basquetbol y, hoy día, pueden ser utilizadas por todos los habitantes en general.

De esta manera, señala el maestro de percusiones: “el reto principal es que los niños sean mejores personas cada día, que no usen la música para competir sino para compartir entre ellos y con el mundo”.

Para observar los trabajos en la comunidad, acudió al lugar la especialista en políticas culturales, Carmen Pérez Camacho, para quien este programa ha logrado que los niños canalicen su energía en la música y sus momentos de rebeldía se han enfocado al aprendizaje y a la interacción con los padres de familia, sobre todo con las madres quienes han compartido clases musicales junto con sus hijos, lo que ha abierto espacios de convivencia y de acompañamiento”.

Para la especialista, este programa ha permitido que los niños se presenten en otros lugares de la región, haciéndolo un motivo de orgullo para los pobladores de Tziscao, “lo que significa la cohesión social entre distintas generaciones”.

El Ensamble Comunitario Maya Chuj forma parte del Movimiento Nacional de Agrupaciones Musicales Comunitarias, programa promovido por el Sistema Nacional de Fomento Musical de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la República, en el que hoy día participan más de 7 mil niños y jóvenes de todo el país, distribuidos en 111 agrupaciones entre ellas: orquestas, coros, coros en movimiento, bandas sinfónicas y ensambles.