Por: Nilda Olvera/

Minutos antes de que diera el medio día, dentro de la capital se sentía una gran movilidad entre los pobladores quienes esperaban asistir al fusilamiento del asesino del entonces presidente Álvaro Obregón el 17 de julio de 1928. Cuyo juicio contra los responsables, asistieron centenares de personas que incluso esperaron amontonados fuera del lugar donde se llevaban las audiencias, para poder ver a José de León Toral y la Madre Conchita llegar.

El alegato final lo dio hasta noviembre el juez Alonso Aznar Mendoza de la primera instancia de San Ángel, la sentencia concluyó en 20 años de prisión para la mujer que se señaló como la autora intelectual y la pena capital para el hombre que jaló el gatillo seis veces en contra del caudillo revolucionario.

Durante ese tiempo de espera, el condenado estuvo en la crujía “H” en la antigua cárcel Lecumberri hasta que su muerte se acercó. Ese día solicitó unos minutos en la capilla de la penitenciaría y se le permitió escribir una última carta para su esposa, al final con con una gran calma y serenidad se le condujo al paredón, donde una escolta de doble fila de seis hombres armados con “Mauser” y con el Coronel Islas lo esperaban.

Cuando se colocó en el punto exacto para su ejecución, de su boca únicamente salió el grito “Viva”, ya que fue interrumpido por una lluvia de balas que hicieron que cayera sobre su costado derecho, la sangre se regó en el piso de concreto que cada vez se iba ensuciando más de rojo. A los pocos minutos se le acercó el capitán Rodríguez Rabiela con una pistola “Colt” calibre 45 y le disparó en la sien izquierda.

El tiro de gracia fue certero para acabar con la vida de Toral el 9 de febrero de 1929 a las 12:30. Su cadáver se recogió y se mandó al anfiteatro de la prisión, en que se limpió y cubrió con una manta.

José de León nació el 23 de diciembre de 1900 en Matehuala, San Luis Potosí. Descrito con un temperamento tranquilo e inteligente, era un apasionado de los deportes, practicando varios de ellos como box, gimnasia y fútbol, último al que se le consideró un buen jugador y que gracias a éste pudo pertenecer al Club Unión, conocido más tarde como el América.

Desde que era un niño creció con el catolicismo, se volvió muy devoto y conservador. Yendo a misas cada domingo sin falta, además de reunirse con sacerdotes y padres, para formar parte de la Liga Nacional para la Defensa de las Libertades Religiosas (más tarde la Unión de Católicos, “La U”) y la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), organizaciones creadas para restaurar la libertad de la religión en la sociedad.

Cuyos miembros vivieron los conflictos de “La Guerra Cristera” (1926-1929), enfrentamiento armado entre creyentes y militares en el periodo presidencial del entonces mandatario Plutarco Elías Calles, que modificó el Código Penal de la Constitución de 1917 que limitaba la libertad de la religión. Instauración conocida como la “Ley Calles” que provocó que las iglesias suspendieran el culto público, debido al cierre de escuelas religiosas y expulsión de sacerdotes, lo que causó el estallido de la rebelión sin que los obispos incitaran a los ciudadanos al levantamiento.

En ese periodo de tres años, Toral fue uno de los tantos que luchó, época en la que conoció a Concepción Acevedo de la Llata, monja conocida como la Madre Conchita, que era miembro de “La U” y que convenció a José de asesinar a Calles y Obregón para terminar con los opositores. De esta manera, cuando la sucesión presidencial llegó en 1928 y el candidato elegido fue Álvaro Obregón, el plan de León comenzó.

No era la primera vez que el militar tocaba la silla presidencial ya que de 1920 a 1924 fue el presidente. Aunque no se sabe el por qué decidió volver a reelegirse, algunos historiadores opinan que se debió por su sed al poder y otros a su posible urgencia de solver las deudas que generó con el Banco de México (Banxico) en su etapa de agricultor en su finca “La Quinta Chilla” en Sonora en la Ciudad Cajeme.

Sin embargo, fue con la influencia de Plutarco, su amigo y compañero en la participación del “Plan de Agua Prieta” para derrocar a Venustiano Carranza, que el Congreso restableció la reelección presidencial en 1927. Acción que causó el enojó de sus allegados y el pueblo, debido a que era lo opuesto al lema revolucionario con el que lucharon por mucho tiempo.

Un día antes de su asesinato, León planeó matarlo en una manifestación, acercándose a él con el pretexto de tomarle una fotografía y así cometer el acto, pero esa vez no contó con que el caudillo era trasladado en una camión. Y debido a su dificultad para disparar optó por regresar a su hogar.

A la tarde siguiente se dirigió a la zona donde escuchó que estaba la casa del político, para su sorpresa vio salir a muchos automóviles, uno en el que iba Obregón, por lo que supuso que se dirigían a comer, por lo que fue al restaurante La Bombilla, ubicado en San Ángel. Ahí lo encontró sin escoltas y comiendo junto con otros diplomáticos, lo empezó a dibujar y cuando se sintió preparado se acercó con su libreta.

Ante su sorpresa, él aceptó sin poner ningún pretexto o desconfianza a la idea de querer ver unos dibujos de un hombre, que al estar suficientemente cerca, sacó un arma y disparó la primera bala a la frente para después seguir con su cuerpo.

La noticia se leía en todos los periódicos, el general Álvaro Obregón había sido asesinado sin haber tomado posesión de su nuevo cargo. Aunque el evento tomó por sorpresa a la gente, no fue impedimento para capturar al agresor, que en un inicio cargó con toda la responsabilidad de los eventos.

En el tiempo que duró el juicio, la inconformidad entre el público se hizo presente, debido a que algunos creían que la muerte del caudillo era un plan del ex mandatario Calles, no obstante todas hipótesis relaciones fueron desechadas por las declaraciones del inculpado, que sintió una gran paz al apretar el gatillo que le quitó el último aliento a Álvaro Obregón.