Por: Redacción
Un testimonio visual que permitió observar la transformación profunda por el paso del tiempo en la capital ofreció La otra ciudad. Fotografías de la Ciudad de México 1900-1918, una serie de cien obras de gran riqueza sensorial e histórica de Ángel Sandoval.
El conjunto de imágenes estereoscópicas –expuestas hasta el cinco de mayo pasado en la Galería del Tiempo de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)– emergió de la lente del citado comerciante de fines del Porfiriato que percibió la naciente urbe y sus manifestaciones de manera distinta, al mostrar rasgos disímbolos de la vida pública y privada: calles, plazas e iconografías arquetípicas de la familia y los movimientos sociales.
La colección presentada por la Casa abierta al tiempo proviene del Archivo Ricardo Espinosa –que alberga un total de mil piezas– por lo que la muestra fue representativa de los temas recurrentes en el trabajo del fotógrafo aficionado.
La otra ciudad discurrió entre lo personal y lo histórico para apreciar el cambio en el paisaje y la vida cotidiana revelada en sitios emblemáticos de las clases populares y adineradas: La Viga, Xochimilco, el Palacio de Bellas Artes, la avenida Reforma, puestos de judas en Semana Santa, manifestaciones católicas o carreras de caballos o coches.
Retratos, jaulas de pájaros en los mercados, tranvías, carruajes señoriales, escenas familiares, transeúntes y otros motivos con la urbe como telón de fondo descubrieron al público el espíritu de la época, dotado de cierto tono nostálgico.
Con la curaduría de Adriana Miran-da fue presentado un universo de fotografías de indiscutible valor histórico por su modo de reproducir el paso del tiempo, la modificación del espacio público y algunos personajes de México: Francisco I. Madero, Porfirio Díaz, Álvaro Obregón y Venustiano Carranza, retratados en la cotidianeidad de una metrópoli en vertiginoso cambio y proyectada como un espacio social en crecimiento.
La exposición resultó “diferente a lo que estamos acostumbrados a observar –como los retratos de los hermanos Casasola o archivos relacionados– ya que se tomaban fotos con cámaras de gran formato, muy posadas y trabajadas”, especificó Ricardo Espinosa, fotógrafo y propietario del acervo.
Las imágenes –muchas inéditas– no fueron captadas por un profesional sino por un aficionado que tenía un equipo de formato pequeño, por lo que el tipo de iconografía es más casual y “muestra el punto de vista de un habitante de la época, como si nosotros hubiéramos vivido en ese periodo, haciéndolo más cercano”.
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