Por: Jenifer N. Luna
La gran obra musical de Tchaikovski comenzó la temporada navideña en la capital mexicana con la presentación del Cascanueces en el Auditorio Nacional que estará hasta el 23 de diciembre.
Los adornos navideños daban la bienvenida a las familias que se reunieron para disfrutar de un espectáculo que todos recomiendan. Al entrar, chefs regalaban un chocolate y separadores, metros delante estaba el enorme cascanueces a la espera de las fotografías. Las personas comenzaron a formarse y aprovechar el tiempo para tomar fotos familiares que sirvieran para el recuerdo.
Al centro del Auditorio la exposición por los 25 años que celebra el recinto esperaba. Retratos de conciertos y artistas cobraron vida a través de las pantallas de las tabletas que rememoraban los espectáculos que ahí se presentaron.
Los minutos pasaron y la hora de entrar se acercaba. El escenario, adornado con un marco del siglo XXVII y dos cascanueces que sujetaban el telón, tenía a su pie a la Orquesta Sinfónica Nacional afinando sus instrumentos.
El reloj marcó las ocho en punto y las luces se apagaron. El maestro hizo su entrada, saludó a su orquesta e inició con la música que envolvería durante dos horas a la audiencia. El telón se abrió y el escenario de una noche nevada dio introducción a la historia de Clara.
Los primeros dos actos introdujeron como es que el tío de Clara llega a la fiesta navideña y los niños, emocionados por su presencia, brincan a su alrededor. El hombre, ataviado con una enorme capa y sombrero que le daban presencia se acercaba a su sobrina para hacer algunos pasos de baile. El vestido de Clara, más azul que el de las demás, la diferenciaba con claridad para permitir a la audiencia reconocer a la niña. Los adultos hacían bailes y reverencias. Los niños se amontonaban y esperaban, expectantes las maravillas que el tío de Clara tenía escondidas. El tradicional tema del Cascanueces fue bailado por los niños haciendo que la audiencia moviera la cabeza al ritmo de las notas.
La escena dos del primer acto se da cuando los ratones encuentran al Cascanueces. El vestuario de los ratones era divertido. Su entrada fue misteriosa, malévola. Los objetos se hicieron grandes, el Cascanueces cobró vida y la pelea contra el Rey Ratón comenzó con dos disparos de los cañones de los soldaditos de plomo que fue acompañado con una ovación de sorpresa de los niños del público.
Este acto finalizó con la transformación del Cascanueces en príncipe y la llegada de Clara al reino de los dulces, siendo recibida con un hermoso baile que protagoniza el Hada de azúcar.
El segundo acto fue, en su totalidad, una serie de danzas que permitieron al público aplaudir el talento de los bailarines. Primero fueron los chocolates españoles, después la representación del café árabe, luego los chinos que no pararon de brincar, los rusos que dieron vida al público con sus saltos y palmadas, una duquesa con un enorme vestido donde se escondían varios niños traviesos que corrieron de un lado a otro, hasta el conocido vals de las flores donde la sincronización fue tan perfecta que las casi 20 bailarinas parecían una sola.
Al finalizar, el Hada de azúcar hizo su baile de despedida, que incluyo cargadas y vueltas dignas de una bailarina de ballet hasta que todos los dulces le dijeron adiós a Clara que, acompañada de su príncipe, se fue en su globo.
Los aplausos y ovaciones por el espectáculo no pararon. Los agradecimientos de cada uno de los presentes, acompañados de reverencias y sonrisas, reflejaban la satisfacción y el éxito de la primera función.
Hay que añadir que el vestuario que cada uno de los participantes utilizó estaba bien hecho y era muy bonito a la vista. El tipo de tela daba soltura a cada paso de baile y movimiento que se realizaba, los adornos y colores destacaban del escenario con variedad de detalles que daba profundidad a las escenas.
Uno que no está acostumbrado a este tipo de eventos culturales puede llegar a pensar que es un poco aburrido debido a la falta de diálogos, pero aunque hay ocasiones en que tanto baile y sólo música puede llegar a ser aburrido el espectáculo sigue siendo algo que todos deberían experimentar una vez en su vida.
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