Por: Redacción/
La antropología física y cómo se consolidó en nuestro país es el eje central del libro La Emergencia de la Antropología Física en México: La construcción de su objeto de estudio (1864-1909), del doctor en Historia e Historia de la Ciencia, Miguel García Murcia.
El volumen, publicado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Secretaría de Cultura, está divido en cuatro secciones que abundan sobre la historia de la antropología física (disciplina que estudia al ser humano considerando su naturaleza) en México a lo largo de varios periodos y desde diferentes enfoques.
El texto incluye un prólogo del profesor, investigador y doctor en Antropología Física, José Luis Vera Cortés. Además de un capítulo de conclusiones, otro de la bibliografía utilizada y uno más de autores y memorias consultadas.
A lo largo de 238 páginas el lector encontrará un estudio (lleno de profesionalismo, carácter analítico y rigor histórico) que aborda el origen y evolución de esta disciplina científica en el México de finales del siglo XIX.
En la introducción, el lector encontrará cómo el peso de la antropología física en la historia mexicana pocas veces ha sido motivo de reflexión o lo ha sido sólo en restringidos grupos conformados por estudiosos vinculados a esa misma ciencia.
También, de que, a diferencia de otras ciencias, el país careció de espacios para la difusión de los estudios antropofísicos y para la exhibición de sus colecciones.
Conjuntamente que el surgimiento de la antropología física estuvo estrechamente vinculado con los supuestos teóricos producidos en Europa para la clasificación de los distintos grupos humanos y su acomodo en un orden natural.
Además de que el periodo sobre el que se desarrolla el libro, corre de 1864, fecha del primer intento para formalizar los estudios antropológicos mediante el establecimiento de la Comisión Científica, Literaria y Artística de México.
Así mismo, se atiende cómo la historia que se presenta en el libro se reconstruyó a partir del análisis de numerosas memorias aparecidas en publicaciones científicas periódicas de la época como la Gaceta Médica de México, el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, los Anales del Museo Nacional, La Naturaleza y las Memorias de la Sociedad Científica Antonio Alzate.
En la primera sección del libro Tradiciones científicas y temáticas antropológica física mexicana en el siglo XIX se narra cómo fue hasta 1898 cuando el doctor Jesús Sánchez publicó un trabajo en el que apareció por primera vez en México el término “antropología física” a la que definió como disciplina que estudia comparativamente en las razas las variaciones del esqueleto, de los músculos y de las vísceras.
Además de disciplina encargada de estudiar la psicología experimental aplicada (inteligencia, sensaciones, impulsos, etcétera); la embriología; la herencia y la transmisión congénita; la teratología o producción de variedades y monstruos; la evolución del hombre; la anatomía comparada del hombre y los antropoides.
Comprende, también, los estudios biológicos, cambios producidos por la nutrición, el clima, la altura, la humedad, etcétera; la fisiología de las diversas razas; la antropología criminal; la fecundidad y esterilidad; la reproducción; la longevidad comparada; la estadística de la vida y la clasificación anatómica de las razas.
En la segunda sección Tras las raíces del hombre americano se aborda cómo la búsqueda de las raíces del hombre americano constituyó un eje de estudio de primer orden para algunos científicos de finales del siglo XIX en México.
Muestra que diferentes autores -algunos de los cuales nunca se conocieron- directamente o implícitamente se ocuparon del poblamiento americano, entre otros, el antropólogo Armand de Quatrefages, el naturalista Alfonso L. Herrera, el doctor Nicolás León, el arqueólogo Alfredo Chavero, el antropólogo y arqueólogo Leopoldo Batres, y los antropólogos A. Berthold, Ten Kate y Jorge Engerrand.
También cómo a través de ese interés los dogmas religiosos se enfrentaron con una nueva forma de conocer y explicar la realidad. Además de que las ciencias estrechamente ligadas con la historia natural, como la geología, la paleontología o la misma antropología física, se consolidaban al mismo tiempo que mostraban su capacidad para traducir las leyes del universo y la materia en datos precisos y comparables.
En la tercera sección Las razas en México durante la segunda mitad del siglo XIX se muestra cómo el concepto de raza distaba de estar unificado entre los estudiosos del siglo XIX en México, pero aún así se pudieron identificar dos corrientes interpretativas básicas.
Una estaba asociada con una visión sociocultural de los seres humanos y, por tanto, concebía las razas como grupos de personas unidas por vínculos como el lenguaje, las costumbres, la región en donde vivían, un pasado común y la genealogía, entre otros.
La otra, más bien ligada a una visión naturalista del hombre, entendía la raza como una categoría que agrupaba a diferentes individuos que compartían características físicas moldeadas por fenómenos naturales como la herencia, la acción del clima y demás particularidades geográficas.
Además de que la antropología física emergente del final del siglo XIX no fue innovadora por evidenciar la variedad étnica en México, pero sí por el hecho de convertirla en un fenómeno de preocupación científica.
En este capítulo también destaca que el estudio de las razas, sus observaciones y mediciones moldearon la emergencia de la antropología física mexicana en la medida que nutrieron la objetivación del cuerpo indígena.
Finalmente en Criminalidad, antropología y modernidad al final del siglo XIX en México, se plantea que la antropología criminal lejos de constituirse como un campo disciplinar diferenciado de lo que en la última década del siglo XIX se denominó antropología física, puede entenderse como parte fundamental de ésta a partir de las prácticas, metodología y teorías utilizadas.
Ya que si bien no se había generalizado el uso del término “antropología física” no cabe duda de que los autores de uno de los textos fundamentales de la antropología criminal de la época (Francisco Martínez Baca y Manuel Vergara) se consideraron a sí mismos parte de ese mismo campo, es decir, como antropologistas.
Además de que la antropología criminal se encargó de los estudios de las peculiaridades físicas de quienes eran considerados criminales por el sistema judicial mexicano y que el primer centro de investigación sobre antropología criminal fue el establecido en la penitenciaría de la ciudad de Puebla, que inició sus trabajos debido a los esfuerzos del médico militar Francisco Martínez Baca en 1891.
También de que el objeto de estudio de la antropología criminal estuvo conformado por los criminales, su cuerpo y su conducta; pero estuvo sujeto a las necesidades propias de las élites mexicanas: la gobernante, que requería mostrar su eficacia en el control de la criminalidad; la económica, que esperaba la seguridad para sus bienes, y la ilustrada, que precisaba reconocimiento no sólo en el país, también en los círculos académicos de las naciones que “impulsaban” la civilización.
La Emergencia de la Antropología Física en México: La construcción de su objeto de estudio (1864-1909) de Miguel García Murcia está disponible en la red de librerías Educal. Precio: $230.
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