Por: Víctor Ortega

Hoy se cumplen dos años del fallecimiento de uno de lo más grandes críticos literarios mexicanos, Emmanuel Carballo, quien se caracterizó por la gran cantidad de premios que obtuvo en su carrera como el Premio Jalisco de Literatura en 1990, el Premio de Ciencias y Artes en el área de Lingüística y Literatura, el Premio Nacional de Periodismo Cultural en 2006 y el Premio de Letras de Sinaloa en 2010.

“No podemos darnos el lujo de ser parciales como buenos compadres: por el contrario tenemos que ser exigentes para que los escritores no nos den gato por liebre. Tenemos la obligación de defender a los lectores y desenmascarar a los escritores que no se esfuerzan hasta el límite de sus posibilidades” señalaba el crítico literario, escritor y ensayista Emmanuel Carballo, quién nació en  Guadalajara, Jalisco el 2 de julio de 1929 y nos dijo adiós en la Ciudad de México el 20 de abril de 2014.

El profesor de Literatura en la Universidad de Guadalajara y la Universidad Nacional Autónoma de México, se preocupaba por la recurrente desaparición de los suplementos culturales y de las escasas páginas que se le da a la cultura en los periódicos. “Deberíamos hacer manifestaciones de duelo por la muerte de éstas publicaciones. La crítica literaria es el patito feo de la industria editorial, y lo que ahora se busca es una frase para colocarla en el cintillo de los libros o pura publicidad. Ya no se precisa de  un análisis estructural y estilístico. La crítica literaria no solamente ha bajado en calidad y cantidad, sino que está a punto de desaparecer.

En su portal oficial, dice:

”Soy una figura molesta pero necesaria. Mi papel se presta más a la censura que al elogio. Y es natural, el crítico es el aguafiestas, el villano de película del Oeste, el resentido, el amargado, el ogro y la bruja de los cuentos de niños, el viejo sucio que viola a la chica indefensa, el maniático, el doctor Jekyll y mister Hyde: en pocas palabras, el que exige a los demás que se arriesguen mientras él mira los toros desde la barrera. Si lo anterior fuese cierto, el oficio del crítico estaría más próximo al mundo de la delincuencia que a la ley de responsabilidades. Y yo creo que la crítica es (o debería ser) una profesión como otra cualquiera, con sus derechos y obligaciones”.

”El crítico tiene el compromiso de probar que sus juicios son correctos, que no habla de memoria sino que, por el contrario, sus ideas están respaldadas por la realidad estética de la obra que analiza. Por otra parte, tiene el derecho de decir lo que piensa tal como lo piensa, sin eufemismos, sin presiones, en voz alta y con toda la boca. Si , que las letras mexicanas se lo reprochen; si acierta, que aplacen su sentencia de muerte y lo dejen vivir en paz sus contados días”.

En palabras del periodista Jorge Luis Espinosa, “Emmanuel Carballo nunca se calló ante lo que veía o leía. Si advertía algo falso o mediocre o falto de valor literario, inmediatamente afila el lápiz y desmenuza todo hasta dejarlo en escombros. Hizo de la pluma, puñal. Del oficio de crítico una fe.”