Por: Redacción
Un aire nuevo lleno de viejos tiempos, cuenta Michael Wood, fue el que respiró Octavio Paz al llegar en 1970 al Reino Unido. Viento que rodearía días que conformaron una temporada casi desconocida en la biografía del autor mexicano y cuyo velo se levanta a lo largo de recuerdos y exégesis; recorridos literarios presentados en los ensayos y textos que componen el volumen, Octavio Paz y el Reino Unido, coeditado por el Fondo de Cultura Económica y la Secretaría de Cultura.
Antes del fatal desenlace del Movimiento Estudiantil de 1968, Octavio Paz había experimentado un desencanto con el gobierno mexicano al que representaba como Embajador en la India. Sin embargo, fueron las acontecimientos del 2 de octubre, de los que supo hasta el día siguiente por la noche, los que sellaron su renuncia. Para Octavio Paz era la prueba de la disipación de la herencia revolucionaria.
Apunta Alejandro González Ormerod, en su ensayo La revolución romántica de Octavio Paz, que al renunciar, su prestigio se volvió contra el Estado. Sobrevino entonces lo que Carlos Fuentes le comunicaría: un blackout decretado contra el poeta en su país, que no hizo sino propulsar la venta de sus libros.
Octavio Paz se encontró independiente y en un limbo. En ese espacio, el director de la Facultad de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Cambridge le escribió al master del Churchill College: “Paz es un personaje de cultura general excepcional, tal vez el más importante de Latinoamérica. Ya es hora de que sea puesto en un contacto más cercano con este país. Personalmente creo que sería un candidato admirable para la Cátedra Simón Bolívar”.
Al mismo tiempo, Francia le ofrecía también una Cátedra en la Sorbona de Vincennes y era conocido su lazo intelectual y afectivo con ese país. No deja de ser extraño que se hubiera decidido por el Reino Unido, con el que tenía poca cercanía, una cita podría ilustrar esa última definición: “La gran tradición que va del romanticismo alemán al inglés es mi tradición”.
Más allá de la anécdota, la resonancia que imprimió en su carácter, en su obra, y en la resolución del camino que seguiría su vida, pudo construirse gracias a esa estancia de recogimiento, en esa atmósfera que incitaba a la reflexión, al intimismo consigo mismo. “escoger el camino, inventarlo mientras lo recorro (…) No me hacía preguntas: caminaba. El camino también desaparece mientras lo pienso, mientras lo digo”, cita en su texto introductorio Diego Gómez Pickering, actual Embajador de México en Reino Unido.
El Octavio Paz romántico que experimentará los dos hemisferios de ese movimiento, el deseo revolucionario y su contrario, propiciaron la obra que se escribió bajo el techo del Winston Churchill, El mono gramático. En ésta confluyen las pasiones y nostalgias del pensamiento británico, la crítica a la modernidad que ya formaban parte de la nueva mentalidad del poeta. El misticismo hindú y la serenidad británica se sintetizaron en “una imaginación libre pero crítica y analítica. Libre, pero con los pies bien plantados en el suelo. Valores tan británicos como románticos”.
Richard Berengarten tenía 26 años cuando conoció a Octavio Paz en Cambridge, su escrito que es una reminiscencia personal, que abarca la amistad, los rasgos personales y el caudal de conocimiento, parte con el recuerdo de su primer encuentro, cuando descubrió que para el poeta la historia de la poesía no era una serie de desarrollos que pudieran medirse con una palabra como progreso. Que hablaba animadamente de manera incisiva y apasionada. Conocerlo fue encontrar “un maestro con una visión de y por la humanidad”.
Lo que Octavio Paz encontró en Cambridge, rememora, fue la privacidad para concentrarse en su escritura, que encuentra balanceándose entre la introversión y extroversión reproducidas en la poesía la primera y en su prosa la segunda. Íntimo, resguardado, Octavio Paz no se recluyó, prontamente él y Marie Jose se hicieron de un grupo de amigos entre los que se contaba Berengarten “las noches eran luminosas y amenas en un ambiente de diversión y vitalidad, refrescante en comparación con la seria y relativamente taciturna atmósfera de los típicos intercambios sociales de Cambridge”.
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