Por: Redacción/
Una propuesta habitable fue tejida entre el diseño y la construcción por quien concibe el espacio urbano como un agujero negro que absorbe todo, alimentándose de su propio derrumbamiento: Alberto Castro Leñero creó Extrarradio al dislocar el arte metropolitano y mutar sitios que residen entre éste y otras latitudes.
Calor, soldadura y metales fueron indispensables para el artista, quien por más de una década modeló esculturas que aluden a formas arquetípicas: puentes, domos, templos, pabellones y mercados, forjados como maquetas que pretenden una dimensión real y cabida en algún punto de la Ciudad de México.
El concepto y los materiales de cada pieza corresponden simbólicamente al contexto de la ciudad: Montaña, Arpa y Ángel de la historia armonizan una estructura de troncos firmes de acero con el paso libre de la luz, en una imagen renovada de viejas arquitecturas de la memoria colectiva.
Suspendida en el aire, Aerotransitable 2 –de 250 centímetros (cm) de longitud– adquiere protagonismo en la Galería Metropolitana de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y, cerca de ella, Escudo –de 480×160 cm y media tonelada de peso– compite en belleza por su constitución de acero envuelta en malla metálica con trazos orgánicos que acentúan la transparencia del volumen y semejan humo.
Acrílico, tela y madera dan forma a Horizonte de eventos, una pintura de más de tres metros en predominante azul que detona en sus vivos blancos el trayecto del desplazamiento constante, mientras mercados y puentes son retratados desde las alturas con aspectos que revelan la rudeza con la que ha sido construida la megalópolis.
Lugares muertos atravesados por la luz y la tecnología piden salir de su ensimismamiento monumental y de los afanes protagónicos o comerciales, a la vez que buscan dislocar el arte urbano para presenciar el nacimiento de un extrarradio.
Configuraciones tentaculares que crecen al ritmo de una población y provocan estructuras de acero y concreto citadino inspiran la creación de espacios arquitectónicos que podrían ser construidos en un futuro cercano para ser habitados.
Once esculturas en acero constituyen el núcleo de la muestra acompañadas por tres pinturas en acrílico sobre madera, aguatinta y aguafuerte, además de una serigrafía y una obra en bronce, presentadas como pretendida fragmentación de la urbe en partículas de suspensión desenfocadas.
Castro Leñero, egresado de las Academias de San Carlos y Belle Art en Bolonia, Italia, recordó que una obra eje de su autoría expuesta en el Museo de Ciencias y Artes de la Universidad Nacional Autónoma de México dio paso a un conjunto de maquetas para ser construido a escala real, basándose en los principios arquitectónicos de funcionalidad y belleza.
El ensayista y editor de la plataforma multimedia Iceberg Salvador Gallardo Cabrera se refirió a esa colección como “templos esqueletados por la materia, el vacío y el aire que ocupan un juego que disloca los ejes canónicos, ya no como escultura ni hábitat sino como un extrarradio para salir de las líneas muertas”.
Provocado por el concreto y el ritmo agitado que viven los citadinos, que tropiezan una y otra vez con el agrietamiento asfáltico de la megalópolis, el artista plástico reta –valiéndose del acero y la pintura– el imaginario arquitectónico tradicional –espacio y concreto– logrando su transformación en una periferia nueva.
A la ceremonia inaugural de la exposición –abierta al público hasta el 28 de octubre en la Galería Metropolitana de la Casa abierta al tiempo– acudió la maestra Sylvia Navarrete, directora del Museo de Arte Moderno del Instituto Nacional de Bellas Artes, junto con el artista.
No Comment