Por: Arnulfo Roque Huerta
Un profesor se prepara para enseñar, educar, orientar, dirigir, ayudar y apoyar al alumno; por ello cuando entra al salón de clases se encuentra con un interesante reto: entregar conocimiento a un gran número de chicos. Claro que puede verlo de muchas formas, desde una oportunidad de enseñar y al mismo tiempo aprender, hasta como un simple trabajo que se realiza por un salario (claro que el salario debería ser un motivante). En realidad cuando un profesor entra al aula se encuentra con el honor de estar frente a muchos talentos.
“Talentos” lo dije bien; podría parecer como que quiero quedar bien con mis alumnos que leen esta columna, pero no. La verdad es que siempre que entro a mi aula veo sus rostros y puedo reconocer en ellos el enorme talento que son y dije que “son”, no que “tienen” porque se pueden tener muchas cosas, las cuales así como se consiguen se pueden perder; pero lo que se es, la esencia misma de una persona está siempre con ellos. Entonces, un talento no se consigue ¡se descubre! Los padres y profesores estamos obligados a descubrir esos talentos.
En la antigüedad un talento era un peso monetario, no estrictamente una moneda pero si una cantidad monetaria y existe una gran historia entorno a este talento: Un hombre tuvo que partir lejos y dejó como administradores de sus talentos a tres de sus siervos, a uno le dio cinco talentos, a otro dos y al último uno. El que recibió cinco talentos negoció con ellos y los duplicó, del mismo modo el que recibió dos los invirtió y ganó dos más, pero el que recibió uno fue y lo ocultó bajo tierra.
Después de mucho tiempo vino el hombre a arreglar cuentas con sus siervos, entonces el primero le entregó sus cinco talentos más los otros cinco que había ganado lo que agradó mucho a su amo quien lo invitó a quedarse a su lado; enseguida se presentó el segundo siervo y le presentó los dos talentos que le había entregado a su cuidado y dos más que había ganado, lo cual también gustó al señor y lo invitó a quedarse a su lado.
Pero entonces llegó el tercero y le presentó el talento que le fue entregado, el cual había escondido bajo tierra por miedo a perderlo; esto molestó en demasía al señor pues tenía frente a él un hombre temeroso y sin ambición, un hombre que no era digno de recibir oportunidades, un hombre que no quería crecer, entonces hizo que lo echaran de su presencia.
Entonces aquel señor tomó una decisión importante premiando al siervo de los dos talentos regalándole los dos que le había encargado y aun los otros dos que había ganado; de la misma forma hizo con el de los cinco talentos, dándole los diez talentos que le había llevado y le agregó el talento que le había quitado a aquel que lo desperdició enterrándolo.
Esta historia podríamos compararla a lo que sucede hoy en día con padres y maestros, se nos entregan muchos talentos que tenemos que invertir, cuidar y procurar que no sean igual a los recibimos; debemos hacer que esos talentos produzcan y sean de beneficio para la sociedad, que tengan valor. Debemos lograr que ese valor se descubra y esforzarnos para que ese talento se duplique, más no se devalúe.
Pero tristemente vemos como muchas personas actúan como el tercer siervo y entierran el talento, lo entierran para olvidarlo, solo se conforman con saber que allí esta, enterrado pero allí sigue, lo entierran por que no entienden el gran valor que tiene, lo entierran para no esforzarse, lo entierran porque tal vez no lo pidieron, lo entierran sin entender que lo destruyen.
Muchas veces veo a los jóvenes enterrados por sus propios padres y maestros, sufriendo al intentar salir adelante, buscando la manera de quitarse solos tanta tierra de encima que les ha sido puesta sin merecerlo, buscando adquirir un valor a través de decisiones equivocas y/o personas incorrectas. Nuestros talentos nos están siendo arrebatados por una sociedad insensata, por los vicios, que encuentran bajo tierra el ambiente perfecto para atacar; los jóvenes ya no confían en sus padres y maestros pues semejantes a aquel señor que echó de su presencia al siervo temeroso, así nuestros muchachos están echando de sus vidas a quienes tienen la responsabilidad de darles el valor que se merecen.
Quiero urgir a los padres a no permitir que su talento les sea robado, hoy les exhorto a recuperarlo pues a ellos les fue dado; no lo entierren y aún si ha estado enterrado es tiempo de sacarlo a la luz nuevamente para invertirlo y potencializarlo; arrebátenlos de los vicios, del ocio y del abandono. Le pido a los maestros que tomen su papel enserio, no viendo un salón lleno de problemas sino de promesas, que valoren el talento confiado en nuestras manos para regresarlos con mucho más valor con el que los recibimos.
Y al joven le digo: Son un talento con un gran valor, son el futuro de un país en decadencia, son la solución a un mundo que se tambalea por la delincuencia, por la insensatez y la falta de empatía. Joven descubre tu valor y no dejes que nada ni nadie devalúe lo que eres. “Vive tu presente pensando en tu futuro y tendrás siempre un buen recuerdo de tu pasado”.
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