Tomado de Gaceta UNAM
Luego de realizar una tomografía eléctrica tridimensional, un equipo de científicos del Instituto de Geofísica y de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, así como del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), hizo un hallazgo espectacular: la pirámide de Kukulkán (El Castillo), en Chichén Itzá, está construida sobre un cenote.
Se trata de un cuerpo de agua que de norte a sur mide unos 25 metros y en su parte más alargada 30 o 35, con una profundidad estimada en poco más de 20 metros, descubierto gracias a una tecnología no convencional desarrollada por los universitarios, que permite dar un nuevo uso a una herramienta comercial de exploración somera. Con esta técnica no invasiva –que de ningún modo daña el patrimonio histórico– se iluminó el subsuelo de El Castillo.
Así, se pudo interpretar que la parte superior del cenote no está colapsada, sino que la pirámide se ubica sobre una capa de roca caliza de unos cuatro o cinco metros de grosor. De ese modo, el trabajo de René Chávez Segura, Gerardo Cifuentes Nava y Esteban Hernández Quintero, del Instituto de Geofísica; de Andrés Tejero Andrade, de la Facultad de Ingeniería, y de Denisse Argote, del INAH, ha comenzado a dar sus primeros resultados.
Inframundo a la vista
Bajo muchos edificios prehispánicos del territorio nacional se han hallado o se piensa que hay oquedades o cavidades que refieren el interés de los antiguos mexicanos por el inframundo. Así ocurre, por ejemplo, en Teotihuacan.
Estudios geofísicos efectuados hace dos décadas en los alrededores de la pirámide de Kukulkán señalaron la existencia de una especie de trinchera excavada en el interior de la roca caliza que, al parecer, se dirigía al interior de la propia edificación, y que podría ser un túnel. Ante la evidencia, en octubre pasado los universitarios instrumentaron El Castillo.
Se utilizó una herramienta de última generación denominada SySCAL-Pro, manufacturada por Iris Instruments (Francia), programada en forma no tradicional por el equipo de la UNAM. La parte novedosa no es el aparato, sino la forma en que se dispusieron los electrodos, que no había sido reportada en la literatura científica.
Funciona de manera simple: se envía corriente al subsuelo con un electrodo y otro la recibe, como si se tratara de un circuito eléctrico; dos más, en cualquier punto, miden la diferencia de potencial. La relación entre esta última y la corriente proporciona la resistividad.
Se obtienen mapas en una escala a colores que indican las características del subsuelo. Diversos materiales tienen distintas propiedades eléctricas y, por lo tanto, diferentes resistividades. Una cavidad vacía o hueco en la tierra posee una muy alta, porque la corriente eléctrica no se transmite en el aire, mientras que, en el otro extremo, un sitio saturado con agua transfiere fácilmente la corriente y su resistividad es muy baja.
Hasta antes de la pirámide de Kukulkán, explicó René Chávez, en proyectos similares se habían empleado varillas terminadas en punta enterradas en el suelo como electrodos. Sin embargo, hay evidencia de varios pisos estucados de la época maya, a 30 o 50 centímetros de profundidad, que impidieron la utilización de electrodos convencionales. “Diseñamos otros, planos, que colocamos alrededor, de manera que no se invade ni perturba el subsuelo”.
Antes de El Castillo se hicieron pruebas en la pirámide de El Osario o Tumba del Sumo Sacerdote, también en Chichén Itzá, con dimensión de nueve metros de altura y 45 metros por lado, donde fue descubierta una cavidad a finales del siglo XIX. Esta estructura presenta en la parte superior una entrada vertical que conecta con la oquedad a 12 metros de profundidad desde la parte más alta de esta obra.
Mediante 72 electrodos que rodearon el edificio maya se obtuvieron tres mil 250 puntos de observación bajo la estructura y, como resultado, la existencia de una zona de alta resistividad; la imagen de la cavidad se ve perfectamente definida. Además, se encontró que está conectada hacia el norte, oeste y este con otro tipo de estructuras.
“Esto no es raro en un suelo cárstico como el de Yucatán. Por lo general, a profundidad, los cenotes están interconectados y forman una red de túneles donde el agua corre libre; eso forma la red hidráulica natural de toda la península“, abundó Chávez.
Luego de verificar el funcionamiento del método, se instrumentó en la pirámide de Kukulkán con 96 electrodos que fueron colocados a su alrededor, expuso Esteban Hernández. Con el apoyo de la Dirección de Arqueología de esa zona, se hizo un pequeño camino en el pasto que rodea el edificio para colocar las placas metálicas.
Durante cinco días ininterrumpidos se tomaron datos con base en los arreglos diseñados por Andrés Tejero y Gerardo Cifuentes: en forma de L, esquina, ecuatorial dipolar –donde se crea una ‘línea central’– y mínimo acoplamiento, sin que se movieran los electrodos.
“Todo se programa previamente, pero ese proceso no es sencillo; lleva tiempo diseñar los arreglos más convenientes”. En automático se encienden sólo ciertos electrodos y los demás permanecen ‘apagados’, de acuerdo con la programación previamente alimentada al aparato. A la hora de sumar todos, nos da el resultado, remarcó Tejero.
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