Por: Redacción
La relación que sostiene con su profesor de literatura, el abandono de sus amigas y el rechazo de sus compañeros de escuela representan para Priscila, una adolescente que vive en un laberinto de soledad, un agonizante camino en el que las decisiones que debe asumir son la única llave de salida.
Presentada en el Foro Casa de la Paz de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Priscila cinco estrellas, del guionista y escritor Óscar Chapa Ibargüengoitia, impacta al público por su mezcla única de cruel realidad y ácida fantasía.
Esta ópera prima nace del Consultorio de Dramaturgia, un proyecto íntimo y subjetivo coordinado por Ximena Escalante, pensado para romper con el esquema de diplomado, taller o curso y convertirse en un espacio en el que los escritores reciben consultas de expertos literatos para resarcir posibles fallas y fortalecer las prácticas narrativas con la promesa de curarse en un año.
Los participantes dedican una semana al mes en el que se encierran en la ciudad de Oaxaca a realizar trabajos de exhaustiva y profunda escritura que es compartida en equipo durante las tardes, mientras las mañanas son utilizadas para consultorías privadas.
Durante la última convocatoria participaron 50 autores cuyos trabajos literarios fueron analizados para seleccionar cuatro de ellos, todos presentados bajo el esquema de lecturas dramatizadas en el Foro Casa de la Paz, como Priscila Cinco Estrellas para el cual se adaptó un semimontaje bajo la dirección de Ginés Cruz, egresado también del Consultorio de Dramaturgia, en colaboración con el Centro de las Artes de San Agustín.
Chapa Ibargüengoitia, creador de esta novela dramática, refirió que la obra es un “acto de amor más grande y menos egoísta” en el que un retraído joven de nombre Gregorio ayuda a la desinhibida e hilarante protagonista femenina a encontrar la salida a sus problemas aun a costa de su dolor y felicidad.
El dramaturgo expuso que también narra el paso creativo surgido a partir del personaje principal, en el que la obra maduró armando su cuerpo y alma, mientras él mismo perfeccionó diferentes métodos artísticos.
Carmen Ramos, coordinadora del ciclo Lecturas dramatizadas, sostuvo que la intención de su trabajo es acercar al público a una fase de montaje actoral y experimentación en escena, en el que el histrión estrella son los textos leídos, resultado de un experimento literario emanado del Consultorio de Dramaturgia.
Este ciclo de lecturas fue concebido para funcionar como un laboratorio en el que trabajaran directores, actores y novelistas, dándole foco al texto como parte primordial de la escena, de ahí la razón por la que los artistas tienen los escritos a la mano sin memorizarlos, concluyó Ramos.
Ginés Cruz expuso que para lograr una adaptación auténtica tuvo que sumergirse en el mundo de los adolescentes y darle voz a un proceso que fluctúa del carácter realista al imaginario en repetidas ocasiones.
La puesta tuvo un grado extra de dificultad, debido a que fue requerida la adaptación escenográfica de diferentes atmósferas: una escuela, un hospital, un hotel y vías del tren, entre otras, cuyo reto fue convertir el foro de reducidas dimensiones en ambientaciones a la altura del texto, esfuerzo que valió un manejo impecable del espacio.
La interpretación actoral corrió a cargo de Mariana Hartasánchez Frenk, Doménico Espinosa, Sofía Sylwin, Emmanuel Lapin y Áxel Alvarado, actores que consideraron que la mayor importancia del planteamiento de la obra yace en entender los textos para adaptarlos y conjugar humor y densidad, acomodando algunos diálogos y lograr así un resultado más orgánico.
Es fundamental que se escriban textos para jóvenes, ya que la mayoría de las novelas está dirigida a la infancia o a un público mayor a los 20 años, dejando un vacío en la adolescencia, un sector de la población bastante descuidado, cuyas características emocionales y psicológicas determinarán el carácter y la personalidad que los forme como adultos, de ahí la importancia de rescatar e impulsar textos juveniles, comentó el director.
El equipo que realizó esta lectura dramática concluyó con una reflexión acerca de generar sensibilidad en los espectadores acerca del papel que juegan los padres o criadores en esta etapa de la vida, pues una segunda interpretación propone la ausencia paterna como trasfondo de la obra, situación común y constante en la sociedad mexicana.
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