Por: Melisa Carrillo Rojas
Un día como hoy falleció en París de 1984 el escritor y traductor argentino Julio Cortázar, uno de los escritores latinoamericanos más queridos y reconocidos a lo largo del globo.
La vida de este autor emblemático estuvo marcada desde sus inicios por una melancolía y soledad causadas por la guerra, y el abandono de su padre, pero al mismo tiempo, durante ésta tierna infancia se vería influenciado por tres de las pasiones que lo acompañarían a lo largo de su vida: la literatura, el box y la música.
Julio nació en tiempos de guerra en la ciudad de Bruselas en Bélgica el 26 de agosto de 1914, justo en los días en los que el país era ocupado por Alemania. Poco después la familia pudo trasladarse a Suiza, y de ahí a Argentina, gracias a la nacionalidad alemana de una de sus abuelas.
Cuando Julio contaba con seis años, su padre abandonó la casa familiar. Desde entonces Julio viviría una infancia frágil y triste, donde los libros se convirtieron en su mejor compañía.
A los nueve años el pequeño y ávido lector Cortázar ya había devorado todo lo que llegaba a sus manos de Víctor Hugo, Poe y Julio Verne. Leía tanto, que llegó a preocupar a su madre.
De hecho a esa corta edad, Julio ya había escrito su primera novela, así como varios sonetos y cuentos, de una calidad tan buena, que era imposible creer que un niño los había escrito.
Al mismo tiempo que crecía en él la pasión por las letras, desde niño fue influenciado por la popularidad del boxeo en su país. Como el mismo afirmó en entrevistas, leía todo lo que cayera en sus manos sobre el tema y seguía las transmisiones de las peleas más importantes por radio.
Para Cortázar el boxeo no era violento ni cruel, como comentó en una entrevista que le hizo Antonio Trilla en 1983. “A mí me parece un enfrentamiento muy honesto, muy noble. Me interesa el enfrentamiento de dos técnicas, de dos estilos, la habilidad de vencer siendo a veces, más débil.
“Te diré que casi siempre estuve del lado del más débil en el boxeo, y muchas veces los vi vencer y es una maravilla” afirmó en una entrevista en 1983.
Desde entonces sus dos pasiones se conjugaron en algunas ocasiones para entregarse en relatos como Torito, El noble arte, Lucas, La noche de Mantequilla y Segundo viaje.
De esta unión nacieron también algunas enseñanzas literarias, al hacer afirmaciones como “la novela siempre gana por puntos, mientras que el cuento debe ganar por nocaut”, y “el buen cuentista es un boxeador muy astuto, muchos de sus golpes iniciales pueden parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando las resistencias más sólidas del adversario”.
Otra de las pasiones que se ve reflejada en su literatura es la música. Desde pequeño fue obligado a tocar el piano, hasta que a los trece años ya no quiso volver a hacerlo. Fue una tía fanática de Bach y Chopin la que lo convirtió en un melómano.
Aproximadamente a los 10 años, tuvo una experiencia mágica al escuchar por primera vez un fox trot, y dos años más tarde descubriría a Jelly Roll Morton, Louis Armstrong y a Duke Ellington. Fue entonces cuando el jazz ocupó un lugar importante en su vida y literatura.
“El jazz me enseñó cierto swing que está en mi estilo e intento escribir mis cuentos, un poco como el músico de jazz enfrenta un take, con la misma espontaneidad de la improvisación”.
Durante su juventud Cortázar comenzó a involucrarse en temas políticos participando en las manifestaciones contra el peronismo, y en 1943 renunció a su cátedra como profesor de letras, cuando Juan Domingo Perón ganó las elecciones presidenciales.
Fue en 1963 cuando Cortázar visitó Cuba por primera vez para ser parte del juzgado en un concurso de la Casa de las Américas, y desde entonces nunca dejó de interesarse en la política latinoamericana.
“La Revolución cubana… me mostró de una manera cruel y que me dolió mucho el gran vacío político que había en mí, mi inutilidad política… los temas políticos se fueron metiendo en mi literatura” (La fascinación de las palabras).
La participación política de Cortázar se manifestó especialmente en 1970, cuando viajó a Chile para solidarizarse con el gobierno de Salvador Allende, y un año después cuando se unió a Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre y Mario Vargas Llosa en la oposición a la persecución del autor Heberto Padilla. Ese mismo año también fue miembro del Tribunal Russell II que se realizó en Roma para examinar la situación política en América Latina y su ejercicio de los Derechos Humanos.
En 1983 Cortázar obtiene la nacionalidad francesa, después de vivir durante un largo tiempo en sus tierras, y el 12 de febrero de 1984, Cortázar falleció de leucemia y dos años después de que el fallecimiento de su segunda esposa lo sumiera en una fuerte depresión.
La obra de este destacado e innovador autor del boom latinoamericano es extensa, y abarcó novelas como Rayuela y Libro de Manuel, cuentos como Bestiario, Final del juego, Octaedro y Alguien que anda por ahí, prosas leves como Historias de cronopios y de famas, misceláneas como La vuelta al día en ochenta mundos y Último round, y libros de poesía como Salvo el crepúsculo.
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