- La directora del INBAL, Lucina Jiménez, resaltó que Bravo es símbolo de una energía creativa que fue capaz de transformar la danza en México.
Por: Redacción/
Resulta de vital importancia que las nuevas generaciones conozcan el trabajo y la importancia de un personaje como Guillermina Bravo, fundadora del Ballet Nacional de México y la primera mujer en recibir el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1979, aseguró el maestro Francisco Mata Rosas, coordinador general de Difusión de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Durante el conversatorio Trayectoria de una pionera, su estilo artístico y su legado, que forma parte del Coloquio Guillermina Bravo 100 años, 1920-2020, organizado de manera conjunta con el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) para conmemorar el primer centenario de la destacada bailarina, coreógrafa y directora, señaló que el encuentro –que se celebrará cada año– representa una oportunidad para además de honrar el trabajo de la maestra Bravo, abordar los distintos ángulos de la danza en México, así como las expresiones que de ella han derivado.
Además, dijo, los lazos de colaboración entre el INBAL y la UAM se fortalecen con esta actividad, que aportará elementos al estudio, la investigación y la difusión de esta importante expresión artística en México, a la cual esta institución reconoce con la entrega de un premio nacional cada año.
La directora del INBAL, Lucina Jiménez, resaltó que Bravo es símbolo de una energía creativa que fue capaz de transformar la danza en México, ya que se trata de “una creadora, una mujer que se nutrió de su historia, de su entorno, pero también de lo que sucedía en el mundo para crear la danza moderna y contemporánea”.
La obra de la maestra Bravo incide de manera integral en la profesionalización de la danza en México, en el campo artístico, sobre todo porque ella misma subraya la importancia de la formación de bailarines y bailarinas como elemento esencial para la construcción de una nueva posibilidad de la disciplina en el país.
“Reconocer la figura y el aporte de Guillermina Bravo en este México del siglo XXI es volver a trabajar sobre lo que ella construye, pero al mismo tiempo con una mirada plural como lo es el escenario de la danza contemporánea mexicana que hoy día nos coloca en la necesidad de encontrar muchas otras rutas en donde se pueda consolidar en términos de sostenibilidad y autonomía”, puntualizó.
El director de teatro e investigador Luis de Tavira manifestó que Bravo es una protagonista de la construcción de la modernidad artística en México que supone el devenir de un cambio de paradigma no sólo en la cultura nacional sino mundial.
La bailarina y coreógrafa pertenece al movimiento y a la dinámica del gran cambio que supone el devenir de la crisis del final de la ilustración, la era científica de las grandes revoluciones de principios del siglo XX.
“Guillermina es protagonista de esa vanguardia, pero no se queda ahí y es capaz de trascender a la construcción, a la consumación que ya no es simplemente el impulso inspirador de la vanguardia sino consistencia constructora del arte hasta construir un paradigma”.
Es una artista que no solamente se consume en su propio estilo, sino que finca las condiciones para crear una escuela para otros artistas, crea caminos pedagógicos y al no encontrar los bailarines que ella necesita construye el Ballet Nacional de México (BNM), con condiciones ejemplares de estabilidad y autonomía.
El bailarín, maestro, coreógrafo y director Luis Fandiño, quien en 1965 conoció a Guillermina Bravo, recordó: “fui un bailarín permanente y amigo con bastante intimidad y me precio de conocerla en esa etapa de arranque de la danza que provocó en mi ser un coreógrafo”.
La maestra, bailarina y coreógrafa Rossana Filomarino, que a los 20 años fue invitada al BNM, recordó que la homenajeada “tenía todo en la cabeza, a nosotros los bailarines nos costaba trabajo ejecutar, pero ella manejaba todo en escena: luces, movimientos, era toda una directora del espectáculo”.
El director del Centro Nacional de Danza Contemporánea en Querétaro –fundado en 1991 por la propia Guillermina Bravo–, el maestro Orlando Sheker, recordó que abandonó los estudios de Arquitectura cuando recibió la invitación para ingresar al BNM.
“Yo tenía 27 años, y aunque esa edad no es la ideal, adquirí disciplina y enseñanza a través de la técnica Graham para formar cuerpos de bailarines, y en 1980 me ofrecieron formar parte de una obra de Guillermina Bravo”.
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