Por: Meztli Islas

Originario del Distrito Federal, de la calle Soledad en la Merced, el pintor de crónicas sociales más grande de México en la primera mitad del siglo XX (incluso podríamos decir que de la historia de México), nació un día como hoy, pero de 1920. Salvador Flores Rivera, fue su nombre durante los 67 años que vivió.

Como su padre falleció cuando él era aún un niño y esto lo llevó a trabajar en diferentes cosas, cada empleo, hizo que conociera la ciudad, y después una muy mala racha en trabajos y dinero, mientras trabajaba en una imprenta, tuvo una idea:

“Mi amor por las canciones de México y sus compositores fluyó a mi mente. Me sabía miles de ellas aunque no conociera personalmente a ningún autor, y de mi mente desesperada por el infortunio surgió el álbum de oro de la canción. Una revista quincenal que desahogara mis ansias guardadas por ese hermoso arte que tanto amé y que nunca fue mío.”(Flores Rivera Salvador, 1994)

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La revista Álbum de oro de la canción, se comenzó a editar en 1949 y su precio era de 65 centavos. En éstos cuadernos, se publicaban  las canciones más gustadas de todos los tiempos. Se llegó a considerar un cancionero de lujo “que, con el famoso Cancionero Picot, ha sido lo más esmerado que se ha publicado para dar mayor realce a nuestro cancionero nacional.”(Garrido S. Juan, 1974)

La creación de la publicación hizo que Chava Flores conociera a intérpretes y compositores de la época, lo que despertó en él las ganas y la idea de acercarse a la música para comenzar a hacerla suya e inició de éste modo su faceta como compositor.

El narrador de la vida del país, hablaba de las diferentes caras de la sociedad mexicana, de la clase alta, que era muy alta y claro de la clase baja que era muy baja, de ésa que él conoció muy bien después de su barrio natal, La Merced; en su paso por Santa María la Rivera y la Unidad Cuitláhuac.

“Los pobres estábamos divididos en dos clases: En miserables y muertos de hambre, yo pertenecí a las dos”

En medio de un momento lleno de represión, fue crítico de figuras autoritarias como en el caso del entonces regente Ernesto Uruchurtu Peralta, quien estuvo en el cargo entre los años de 1952 y 1966. Temas como Las gladiolas, hacen referencia a las políticas aplicadas durante su mandato. Sin embargo, hizo crítica de una forma muy elegante y nada reprochable.

No sólo criticó a la sociedad y el gobierno, también de una forma muy sutil, nos regaló risas con canciones llenas de picardía como Amor de lejos o La tienda de mi pueblo. 

“Yo soy un compositor de canciones que tratan de reflejar el modo de sentir del pueblo de la Ciudad de México: Cómo somos. cómo vestimos, cómo comemos, cómo vivimos, cuáles son nuestros sucesos, cómo son nuestras casas… no puedo pasar desapercibido cómo hablamos, el 80% del mexicano capitalino, es alburero, somos albureros… hay otro 10%, que no más habla puro albur, no habla de otra manera… y el otro 10% para completar el cien, ese no habla, lo piensa, ese es peligroso (…) El albur, es la forma más ingeniosa de hablar del mexicano, somos lo únicos en el mundo que hemos podido destrozar el idioma de Cervantes de esta forma, nadie lo  ha hecho con la sabiduría e inteligencia con que nosotros lo hemos hecho”

El juglar moderno, recogía lo que veía y escuchaba de la gente y lo devolvía en forma de canción. Así nos regalaba Chava Flores, otra perspectiva de lo que damos por sentado que está ahí y no nos damos cuenta del acontecimiento que puede significar cada momento que vivimos. Las canciones de Chava Flores, no tienen fecha de expiración.

“Los compositores servimos para brindar nuestros sueños a las personas que no saben soñar; para otorgar un poco de espíritu para los que anteponen al suyo mezquinos intereses; para darle a la vida un pequeño toque de nuestro propio sentimiento”