Por: Redacción
“He buscado por muchos años la felicidad y la he vivido con todos sus matices, no como una existencia de tonta felicidad continua, sino con sus altibajos, con todo lo que tiene una vida íntegra”, dijo Alfredo López Austin, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, en la celebración de sus 80 años de vida.
En la presentación del libro Los mitos y sus tiempos. Creencias y narraciones de Mesoamérica y los Andes, que coescribió con el historiador y antropólogo Luis Millones, Alfredo López Austin destacó que se ha dedicado a “esto” (historia y antropología), luchando entre lo que es la mitofilia y la mitomanía.
En este homenaje por sus 80 años de vida, celebrado en el Auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología, Alfredo López Austin agradeció a su esposa Martha y familia, así como a sus amigos, quienes han contribuido a su felicidad, dedicándose “a lo que me da la gana. Y aunque con eso debería sentirme muy satisfecho, les pido a todos mis colegas y amigos, que me han permitido seguir adelante, que sigan a mi lado”.
Reconoció la amistad y el apoyo de Elisa Ramírez Castañeda, poeta y narradora, así como de Leopoldo Trejo Barrientos, curador de la Sala Etnográfica de las Culturas del Golfo de México del Museo Nacional de Antropología, quienes son o han sido sus compañeros de investigación y alumnos.
“Quiero seguir gozando de la vida, seguir cumpliendo con aquello que sé hacer y lo hago con mucho gusto”, concluyó el homenajeado.
Teresa Franco, directora general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se refirió a Alfredo López Austin como un depositario de numerosos y complejos saberes, además de ser un lector atento, traductor más que escrupuloso, erudito editor y escritor con un agudo dominio del sentido y del ritmo de las palabras.
Recordó que hace tres años —en el mismo espacio donde se presentó el volumen publicado por Ediciones Era—, al inaugurar los trabajos de un coloquio dedicado al festejado, se sumó para celebrar la obra de quien se ha creado y recreado a sí mismo por medio de la historia de México.
“Alfredo López Austin es un mosaico de teselas heterogéneas, cuya primera imagen es la del estudiante en el México de finales de los años cincuenta en Ciudad Universitaria, donde era parte del Seminario de Derecho Constitucional, como egresado de la Facultad de Derecho, aunque también estudiaba en el Seminario de Cultura Náhuatl en el Instituto de Historia.
“Alfredo López Austin vive en el pasado indígena pero también en su presente, pues su trabajo en el Instituto Indigenista Interamericano lo enfrentó a proyectos de desarrollo en las comunidades indígenas, centros de adiestramiento y todo tipo de tareas de consultoría efectiva”.
Subrayó el trabajo sobre el quinto libro de la Historia general de las cosas de Nueva España, de Bernardino de Sahagún, traducido al español, alemán e inglés por Ángel María Garibay en 1944, Leonhard Schultze Jena en 1950 y Charles E. Dibble y A. C. Anderson en 1957. “La de López Austin, de finales de los años sesenta, fue la primera traducción completa”.
Para Teresa Franco, en el texto Los mitos del tlacuache. Caminos de la mitología mesoamericana (1990) se encuentra el deseo de entender las formas de conciencia del hombre, así como la voluntad de dar con “el origen, el orden, el significado y la razón de ser de los dioses mesoamericanos.
“Quiero destacar una imagen más de Alfredo López Austin: la del agudísimo y erudito estudioso de la particularidad de las culturas”.
Destacó la labor de Alfredo López Austin y la de Luis Millones, quienes se propusieron publicar estudios sobre las culturas de los Andes y Mesoamérica, para estimular en otros la elaboración de análisis comparativos entre las concepciones indígenas de estas dos macroáreas culturales.
Enfatizó que el estudio y la vigencia del mito ocupan toda la imagen (de la tesela), y en ella Alfredo López Austin reúne al narrador, al científico, al filósofo y al estudioso de la literatura.
Citó al historiador emérito de la UNAM: “He buscado en el relato mítico, durante décadas, las formas variantes con que una tradición humana va formándose a lo largo de la historia —en el pensamiento y en el sentimiento— una imagen holística del cosmos”.
Teresa Franco afirmó que ese es Alfredo López Austin en pleno dominio de su oficio, un autor de numerosos años que ochenta veces al día, si es preciso, es capaz de tomar ochenta riesgos consecutivos en aras de desafiar convenciones académicas y construir un diálogo significativo.
Luis Millones, historiador, antropólogo y catedrático emérito de las universidades Nacional Mayor de San Marcos y de San Cristóbal de Huamanga, en Lima, Perú, con sentido del humor afirmó que ser investigador científico es un matrimonio con la soledad, que se agrava si la consorte es eso que llaman Ciencias Sociales.
Enumeró los sinsabores que pasa un historiador y/o antropólogo al ejercer su profesión. “¿No hubiese sido mejor proseguir como licenciado en derecho?”, le preguntó al investigador de la UNAM, para asegurar que la antropología y la historia lo habían elegido a él (López Austin) y no al revés.
“No es tu única virtud (la paciencia) con la que atiendes a tus alumnos o a quien acude a tus clases y conferencias, va pareja con la capacidad de desgranar los temas que tratas y hacerlos simples para cualquier auditorio. Tu saber enciclopédico desplegado dentro y fuera de clases despierta un placer especial al escucharte”.
Sobre el libro presentado, Leopoldo Trejo Barrientos, curador de la Sala Etnográfica de las Culturas del Golfo de México del Museo Nacional de Antropología del INAH, señaló que no debe entenderse como una invitación a identificar pasajes, personajes y elementos similares, sino como la oportunidad de construir equivalencias profundas capaces de trascender a las similitudes superficiales.
“Eduardo Matos Moctezuma afirmaba que Alfredo López Austin es un hombre sabio. ¿Es Alfredo un sabio?, para mí, sobre todas las cosas, es un maestro del trabajo, el respeto, el amor y el hedonismo hacia el mundo que lo rodea. Sé, estoy seguro, querido maestro, que hasta el final de mis días serás un ejemplo a seguir”.
La celebración concluyó con el canto de Las Mañanitas y un pastel cuyas velas apagó Alfredo López Austin. También estuvieron Elisa Ramírez Castañeda, poeta, narradora, traductora y socióloga por la UNAM, y María Cristina del Pilar Oehmichen, directora del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.
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