Por: Redacción/
Para Carlos Monsiváis el cine representaba una de las expresiones más profundas de la identidad de los pueblos y en ocasiones de la naturaleza humana, de ahí su preocupación durante muchas décadas por reunir, rescatar y difundir a través de sus escritos las joyas de esa cinematografía nacional a la que consideraba un andamiaje vital para comprender nuestra idiosincrasia.
El escritor llegó a reunir más de 6 mil películas en todos los formatos y actualmente este acervo se encuentra resguardado en la Cineteca Nacional como parte de la Videoteca Carlos Monsiváis, abierta al público, a estudiantes e investigadores.
Los amigos más cercanos al escritor coinciden en la preocupación de Monsiváis de que los jóvenes se interesaran al mínimo por el cine mexicano y que la taquilla nacional estuviera en un noventa por ciento invadida por películas norteamericanas.
De ahí que a través de sus escritos intentara desentrañar los símbolos, los arquetipos y el universo que a través del cine mexicano iluminaba los estamentos más profundos de nuestra cultura.
Entre las películas consentidas de Monsiváis y que figuran en comentarios y escritos se encuentran Pueblerina, Nosotros los pobres, Rosauro Castro así como las filmografías de directores como Emilio “El Indio” Fernández, Ismael Rodríguez y sobre todo a Roberto Gavaldón, director al que fue revalorando con el paso de los años.
Como cinéfilo y como crítico, Monsiváis realizó una de sus primeras apariciones públicas en la revista Nuevo Cine, aparecida a principios de los años sesenta y donde incluso en su primer número firma el Manifiesto Grupo Nuevo Cine, junto con Salvador Elizondo, Emilio García Riera, José de la Colina y Rafael Corkidi.
Sin embargo el entonces joven y entusiasta crítico universitario ya tenía varios meses colaborando en un espacio radiofónico en Radio UNAM llamado El cine y la crítica, que mantuvo hasta llegada la década de los setenta.
En este espacio Monsiváis encontró tierra fértil para hablar de todo lo que envolvía al universo cinematográfico, sus directores, guionistas, actores, actrices, vestuaristas, directores de fotografía, sonidistas, iluminadores. Fue en realidad el primero en mostrar la calidad de cada una de las disciplinas que formaban parte de una buena peles directores veinteañeros Jean-esa de donde estaban surgiendo nombres nuevos como los entonces directores veinteañeros Jean Lucícula en un proceso colaborativo.
No le gustaba hablar de películas favoritas porque lo consideraba injusto, sin embargo si de géneros y en el espacio de Radio Universidad Monsiváis dedicó programas enteros a hablar de algunos de sus consentidos como el Cine Negro o el cine musical con las películas de Fred Astaire, pero también de la naciente Nueva Ola Francesa de donde estaban surgiendo nombres nuevos como los entonces directores veinteañeros Jean Luc Godard y François Truffaut.
También en ese espacio, Monsiváis reunió a numerosos colegas como García Riera, José Luis González de León y José Miguel García Ascot para hacer trinchera contra las propuestas inconstitucionales que en los años sesenta formaban parte de la propuesta de la Nueva Ley Cinematográfica que imponía prohibiciones al artículo II para la distribución y exhibición de películas.
Pero aunado a estas actividades, el escritor también ocupaba tiempo en redactar críticas para el folletín universitario La Semana en el Cine, que se repartía de mano en mano entre los estudiantes, pero también los fines de semana se escapaba a los auditorios de ciudad universitaria por donde itineraba el cineclub Cine Debate Popular, para ofrecer las charlas después de cada cinta.
Al respecto el crítico Emilio García Riera mencionó que las intervenciones de Monsiváis después de cada película eran las más esperadas por los estudiantes y que incluso algunos que ya habían visto las cintas regresaban al final de las proyecciones sólo para escuchar sus humorísticos e irónicos comentarios.
Sin embargo, contrario a lo que muchos imaginarían, Monsiváis no se ceñía a la línea de alabar las grandes producciones, sino que en esos cineclubs daba espacio a las producciones que en su opinión necesitaban revalorizarse por contener elementos valiosos de nuestra identidad.
Fue así como dedicó en la universidad un ciclo entero a difundir las películas de Juan Orol, director al que más allá del humor involuntario de muchas de sus producciones, consideraba una joya única en el universo cinematográfico tanto nacional como internacional.
A cargo del Cine Club Estudiantil Universitario solía urgar en las bóvedas de la filmoteca para encontrar joyas para ser exhibidas como Los misterios del hampa o Zonga, el ángel diabólico, del mencionado Juan Orol, sino también clásicos como El automóvil gris, La mujer del puerto o María Candelaria, cintas a las que dedicaba debates que se alargaban hasta más de la duración de la película proyectada.
Con el paso de los años, Monsiváis centró sus textos en mostrar la evolución del cine mexicano y la manera como éste había influido en el modo de hablar, las costumbres, las creencias e incluso en las tradiciones urbanas de México, realizando a menudo con su memoria prodigiosa, comparativos entre los diálogos de algún personaje y las formas de hablar de moda de los mexicanos, así como escenas arquetípcas que mostraba como paralelos de acontecimientos sociales de la vida nacional.
En el Fondo Reservado Carlos Monsiváis de la Biblioteca de México José Vasconcelos de la Ciudadela, pueden encontrarse muchos de esos libros que inspiraron al escritor, así como los números de las primeras revistas donde colaboró y algunas de sus publicaciones posteriores sobre las cinematografías de otros países.
Para el fallecido director Juan López Moctezuma, existía en Carlos Monsiváis también un actor nato que había sido desaprovechado, aunque había aparecido en pequeños cameos en varias producciones independientes de los años sesenta, incluyendo una de sus actuaciones más notorias en la famosa cinta Los Caifanes, donde interpreta a un Santa Claus teporocho que escandaliza a Enrique Álvarez Félix al gritar: “Dejádlos que brinden por mi madre… mi madre es lo único que vale”. Y más adelante: Me quemaron la peluca, pero no me quemaron el ánimo”: https://www.youtube.com/watch?v=9ZwLv5y9Jz4
Por esta razón, Juan López Moctezuma invitó a Monsiváis a aparecer junto con José Luis Cuevas en su última aparición para el cine en la película “El alimento del miedo”, cinta nunca estrenada y que se encuentra extraviada en la cinematografía nacional después de que el director entrara en conflicto con el productor Rafael Villaseñor a mediados de los años noventa.
En una dedicatoria al cineasta, Carlos Monsiváis resumía parte de la ideología hacia ese arte que amó durante toda su vida: “Tenemos que seguir defendiendo nuestro cine mexicano estimado Juan, si perdemos nuestro cine perdemos nuestra voz, nuestra visión y ya no se diga parte de nuestra alma. Por eso hay que respaldar a los que de verdad siguen haciendo cine con una identidad propia y no sólo copias de argumentos y actitudes norteamericanas. Es muy fácil que se haga cine copia norteamericano en nuestro propio México, por eso felicidades por tu nueva película que es muy tuya y muy de México”.
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