Por: Redacción
Irónico, directo, hípster, y como lo definieran varios estudiantes de cine: “ubicado en su realidad”, Michel Franco, ganador en tres ocasiones en el Festival de Cannes, ofreció una clase magistral la noche del miércoles 28 de mayo en la Cineteca Nacional, no sin antes aclarar a la concurrencia que no tiene estudios que lo avalen como director, que filma de forma cronológica y que hasta la fecha, no sabe hacer cine.
Franco afirmó que el recinto de Avenida México Coyoacán es una de sus principales casas en México y recordó cuando su ópera prima Daniel y Ana fue estrenada en la sala 4 durante el Foro Internacional de la Cineteca.
Recordó que no estudió cine porque lo intimidaron los filtros que a finales de los años noventa exigían las principales escuelas de cine, por ello comenzó a estudiar la carrera de Ciencias de la Comunicación, pero seguía sintiendo la ansiedad por filmar.
“Tenía el hambre de hacer cine y en el segundo semestre de la carrera me asignaron una tarea de hacer un montaje de cuatro fotos y yo lo hice de 70 imágenes. Ese fue uno de mis primeros acercamientos con este mundo de imágenes en movimiento”.
Por recomendación de un maestro tomó un curso básico de cine para aprender a usar cámaras. Afirmó que se enteró de unos cursos que impartía la New York Film Academy durante el verano y decidió hacer sus maletas.
“Ahí descubrí dos cosas, una, que no hablaba bien el inglés porque no entendía nada de las clases; lo segundo, que aquella no era una buena escuela, aún con el prestigio que tiene, sin embargo desde el primer día te daban una cámara para filmar y eso me sirvió mucho”.
Michel Franco recordó que la aventura de iniciar una película fue difícil. Su primer borrador era una comedia de la que hizo 40 versiones de guión.
“Era muy frustrante, esa película estaba condicionada a lo comercial, casi estaba seguro de que nunca iba a poder hacer una película, sin embargo decidí dejar de pensar en el público y en lo que se iba a ganar. Pensé que debía hacer una película con mucho carácter, y ahí surgió Daniel y Ana”.
Por esos tiempos, recordó, el productor Daniel Birman leyó el guión y lo apoyó para filmarla. La película llegó a la quincena de realizadores y se estrenó en 30 salas.
“A esa película le siguió Después de Lucía que fue algo completamente distinto, pues me asocié con productores que en un principio calcularon un presupuesto de 18 millones de pesos, mismo que fue bajando hasta quedar en 2 millones y medio”.
Recordó que muchas personas le dijeron que era imposible hacer la película con ese presupuesto, pero confesó que el estaba decidido a hacerlo con el grupo de muchachos que había encontrado.
“Hacer cine nunca es fácil, hacer una película es un proceso sumamente personal que te confronta con muchas cosas. Mi filosofía es que una película debe de costar lo mínimo para poder controlarla lo máximo, sólo gasto dinero en cosas que se ven en la película”.
Una de las cosas a las que se enfrentó fue a la presión por cambiar el final de Después de Lucía, pero no cedió. “Curiosamente hoy todos celebran ese final y la película se convirtió en un referente en nuestro país contra el bullying. Yo creo que durante el proceso de hacer una película si el director tiene la certeza de algo, debe de luchar por mantenerlo en pantalla”.
Franco complementó la clase magistral dando algunos consejos a los muchos jóvenes presentes en la sala sobre las opciones para hacer cine en México.
“En principio odio los castings, me parecen terribles e incómodos, estoy casi seguro de que los actores nunca saben si lo hicieron bien o no, por eso en Después de Lucía pensé en agarrar a una bola de chavos que ya tenían química; y a otro actor lo vi en una obra de teatro y le dije que si le interesaba, el papel era suyo”.
Finalmente afirmó que en el cine nunca hay un solo camino, pues hay a quienes les sirve una escuela y hay a quienes no. “Yo creo que cada quien debe encontrar su camino, debe enfrentarse a su propia lucha. El cine no tiene moldes, cada director construye su camino, por eso las únicas herramientas que se deben de tener es la honestidad con uno mismo”.
Y agregó: “Pienso que la verdadera época del cine de oro es la que estamos viviendo. Hoy se hacen mucho mejores películas que antaño, porque hay que reconocerlo aquel cine era ultra comercial. La mitad de las películas eran charros cantando, en cambio desde hace varios años tenemos aquí cosas como Amores Perros o gente como Reygadas. No hay que etiquetar mucho el cine, hay que reinventarlo todos los días”, concluyó.
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