Por Vicente Flores (Parte 2)
Francisco Olvera se encontraba afuera del Auditorio Che Guevara cuando se realizó el desalojo del espacio universitario.
La mañana del 2 de febrero del 2000, el pleno del Consejo General de Huelga (CGH) se vio rodeado por elementos de la entonces llamada Policía Federal Preventiva, quienes habían entrado a la Facultad de Filosofía y Letras con el fin de deshacer la huelga organizada por los estudiantes a fin de echar atrás el Reglamento General de Pagos, propuesto por el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, Francisco Barnés.
“Cuando llegué a la puerta del Che Guevara, vi a los policías que estaban ahí con sus escudos, toletes y cascos. Le dije a uno, voy a entrar y me respondió que bajo mi propio riesgo”.
Empezó a bajar la escalinata y notó que el lugar estaba lleno de policías; en una esquina del auditorio se encontraban los integrantes del Consejo General de Huelga “y desde ahí empecé a hacer foto, porque si aquí me dicen que me tengo que salir, ya tomé algo”, menciona Francisco.
“Nadie me dijo nada mientras bajaba. Inclusive me tuve que apoyar en uno de ellos para no caerme. Me subí a una butaca, que antes tenía butacas el auditorio para hacer una panorámica, le pedí permiso y me recargué” añadió el fotógrafo de La Jornada.
“Tomo la foto; otra más. Me bajo y sigo avanzado a donde están los detenidos. Estaban en una esquina, acorralados, ahí estaban, la gran mayoría hablando por teléfono” subrayó.
Al fondo, los jóvenes del CGH entonaban el Himno Nacional y la Novena Sinfonía de Beethoven. Se realizaban detenciones en todo el campus de la UNAM.
“Dos jóvenes eran llevados al fondo del auditorio venían abrazados, pero los policías los separaron, la aventaron y luego a él. Cuando llegan y ven todo el escenario, él le dice a ella: ya valimos madre mi amor. Se abrazaron nuevamente. Estaban en frente de mí y que tomo la foto”.
Siguió disparando su cámara, pero en ese momento sintió que ya no había nada más por registrar. Observó cómo se llevaron a Alejandro Echeverría, ‘El Mosh’ y a Alberto Pacheco, ‘El Diablo’, principales dirigentes del CGH.
“Mucha gente me ha dicho que es la síntesis de lo que pasó con el movimiento, todo el anhelo de unos jóvenes que no quisieron que se les cobrara la educación” dijo el fotoperiodista que por dicho trabajo habría de conseguir el Premio Nacional de Periodismo del 2000.
El fotógrafo, según Francisco Olvera, debe de estar en el momento indicado y tener la suficiente suerte para encontrar la instantánea que resuma un hecho noticioso.
“Yo tuve la fortuna, como cualquier otro compañero la pudo haber tenido, de registrar un momento sublime, en aquel ingreso policiaco, caótico”, dijo el fotógrafo.
Francisco participa en el certamen del Premio Nacional de Periodismo de ese año. Diódoro Carrasco Altamirano, secretario de Gobernación durante el sexenio de Ernesto Zedillo, llamó a la casa del fotógrafo. Portador de buenas noticias, le informó del resultado del certamen.
“Creo que el jurado se fue por la lectura política de la fotografía”.
Olvera resultó ganador en la categoría de fotografía, en tanto, Trino, el caricaturista de La Jornada también resultó ganador por un cartón que produjo.
“Esa vez tuve un trabajo para concursar. No trabajo para conseguir premios, el mayor reconocimiento que puede conseguir es el de sus compañeros”.
La historia siguió y ha capturado imágenes que han merecido más primeras planas, como aquella en la que aparecen los banqueros Roberto Gonzáles y Alfredo Harp Helú, publicada en La Jornada. Uno de ellos se rasca la barbilla mientras voltean a ver al presidente Enrique Peña Nieto.
“Le dieron contraportada y la Rayuela. Como dijera mi tía gordita levantando las enaguas: ¿qué quedrán, m’hijita, qué quedrán?”. Me lo dedicaron,, son mejor que un premio nacional de periodismo.
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