Por: Redacción
De continuar con la tendencia de la última década, para el 2030 las pérdidas económicas globales anuales podrían superar los 300 mil millones de dólares
El número de desastres asociados a la ocurrencia de amenazas de origen natural y su impacto han aumentado dramáticamente. Si continúa la tendencia de la última década, para el año 2030 las pérdidas económicas globales anuales podrían ser de casi el doble de los niveles registrados en 2005 y superar los 300 mil millones de dólares.
Las cifras se pueden agravar si como resultado del cambio climático, la globalización, el cambio tecnológico, la urbanización y la inestabilidad política y económica se incrementa el número de personas y bienes expuestos al riesgo de desastres, se establece en el artículo Global risks: Pool knowledge to stem losses from disasters, publicado en la revista científica Nature, en el que Irasema Alcántara Ayala, del Instituto de Geografía (IGg) de la UNAM, es coautora.
El mejoramiento de la gestión del riesgo de desastres y la resiliencia es esencial para sociedades sustentables. Sin embargo, la ciencia enfocada en las amenazas naturales está muy fragmentada como para influir en la política de manera efectiva. Por ejemplo, en abril y mayo de este año dos terremotos de gran magnitud ocurrieron en Nepal, más de ocho mil 400 personas perdieron la vida, hubo 20 mil heridos y 300 mil casas fueron reducidas a escombros.
Aunque los sismólogos habían advertido, en revistas especializadas, de la probabilidad de ocurrencia de un gran sismo en la región de Katmandú, en Nepal, los políticos locales no fortalecieron los códigos de construcción, no reforzaron edificios antiguos ni informaron a la población acerca del riesgo. De haberse aplicado esas medidas –como lo han hecho en Japón, California y Chile– el número de muertos y afectados habría sido menor.
En marzo pasado, los gobiernos se reunieron bajo los auspicios de las Naciones Unidas en Sendai, Japón, para negociar un acuerdo internacional encaminado a revertir la tendencia al alza de las pérdidas por desastres. El Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres (RRD) 2015-2030 ha establecido objetivos medibles; entre ellos, aminorar las tasas de mortalidad promedio y los daños económicos.
Para que ese marco tenga éxito se necesita una fuente completa de información de libre acceso en RRD, que aporte evidencias para monitorear el progreso hacia los objetivos establecidos. Se hace, en consecuencia, un llamado a la comunidad científica para establecer un proceso internacional de evaluación con el fin de alimentar esa fuente de información en el ámbito de la política y práctica en la materia.
La comunidad científica dedicada al riesgo de desastres es pequeña y se encuentra fragmentada en disciplinas que se centran en amenazas naturales individuales. Los gobiernos requieren soluciones holísticas y no propuestas que resuelven aspectos particulares sin considerar la complejidad de sus bifurcaciones. Por fortuna, “el tránsito hacia la investigación integral, al reunir disciplinas para atender problemas específicos y necesidades sociales, está llenando este vacío”.
Al menos 35 países, entre ellos Colombia, Brasil y la India, ahora incluyen el riesgo de desastres y su reducción en sus estrategias de desarrollo, pero la mayoría no lo hace. Muchos organismos financieros ven a los desastres como interrupciones en el desarrollo, no como riesgos que deben ser manejados.
Los especialistas sugieren la creación de un proceso de evaluación basado en la ciencia integral. Debe proporcionar conocimientos sólidos como insumo de la información requerida para la toma de decisiones y para ayudar a los gobiernos, a nivel mundial, en el establecimiento de políticas y objetivos, así como para identificar carencias en la investigación.
Es necesario que gobiernos nacionales y organizaciones internacionales que se ocupan del tema establezcan un cuerpo transdisciplinario de alto nivel de expertos en RRD, que además cuente con la participación de diversos sectores y la sociedad civil.
El órgano tendría la posibilidad de influenciar –con el apoyo de las comunidades locales, empresas y gobiernos– y reforzar la conciencia de las personas sobre los riesgos de desastres. Esas mismas recomendaciones presentadas por un científico independiente o a través de la publicación de un artículo de investigación no generarían el mismo impacto, concluyeron Irasema Alcántara y sus colegas.
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