Por: Melissa Medina/
Desde hace 6 años, cientos de personas salen a las calles de la capital, con sus mejores caracterizaciones de la famosa “Catrina”, del caricaturista José Guadalupe Posada, para formar parte del gran desfile encabezado por el color y la diversión de los mexicanos. Esto es una forma de celebrar una de nuestras tradiciones más importantes: El día de Muertos.
Entre rostros perfectamente maquillados en forma de calavera, vestuarios extravagantes llenos de colores, flores y formas, el tan característico olor del cempasúchil que embellece a la vista por su tonalidad naranja, los sonidos de las risas y conversaciones de los visitantes, los gritos de los vendedores que no perdían el tiempo para ofrecer un antojito, además de la música que hace bailar a cualquiera, fueron los protagonistas de una verdadera fiesta mexicana, que hizo vibrar de la emoción a todo aquel que se encontraba presente.
Desde las 11 de la mañana, las calles aledañas al Centro Histórico de la ciudad, se llenaron de habitantes que se dirigían rumbo a Reforma, pues en las Glorietas de la Palma y la Diana, colocaron stands donde 200 maquillistas profesionales de la Asociación Nacional de Artistas Mega Body Paint México, se dieron a la tarea de maquillar a los catrines y catrinas que le darían vida a la Mega Procesión de Catrinas 2019.
El Ángel de la Independencia, fue el punto de partida de estas calaveras vivientes, quienes bajo un ambiente fiestero al puro estilo chilango, siguieron la caravana por todo Reforma hasta la estatua del Caballito para dar vuelta por Juárez, atravesando la Alameda Central y el Palacio de Bellas Artes, pasando por 5 de mayo, para finalmente llegar a la Plancha del Zócalo, donde más gente los esperaba con ansias.
Con un Paseo de la Reforma abarrotado, tanto en el circuito del desfile como en sus costados, se encontraban los asistentes con celular en mano esperando poder capturar el momento, que iban desde familias completas, jóvenes enamorados, niños que se sorprendían cuando los esqueletos vivientes volteaban a saludarlos y extranjeros gozando tanto del folclor mexicano, que hasta ellos estaban ataviados con trajes, disfraces y caracterizados como catrines y catrinas, sintiéndose parte de la celebración.
Uno a uno fueron pasando los contingentes con diferentes temáticas, que provocaron la admiración de los presentes. Desde trajes típicos regionales; los charros y mariachis; los famosos danzantes prehispánicos; los novios, que llevaban el vestido blanco y su acompañante en traje de gala; aquellos que optaron por utilizar el vestuario más apegado al de la “Catrina” de Guadalupe Posada; las calaveras deportistas, metaleros y demás; los que se inspiraron en películas y artistas; los que iban acompañados por sus mascotas; y por supuesto los que llevaban en alto la bandera LGBT; fueron desfilando ante su público quienes los vitoreaban contentos de aquel carnaval.
A pesar de la llovizna que se soltó a mitad del desfile, el calor y el sabor del festejo no se detuvo, y con todo y paraguas la gente seguía al pie del cañón esperando a que pasaran todos los catrines. Con el sonido del mariachi junto con la voz al unísono de los que cantaban, los tambores de los danzantes, la música regional de fondo, los gritos colmados de emoción del público, y el baile lleno de flores, luces y colores, hicieron que la fiesta se gozará y se sintiera hasta los huesos.
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