Por: Redacción/
Pionera del cuento fantástico en las letras mexicanas e indudable protagonista de la literatura hispana del siglo XX, la escritora zacatecana Amparo Dávila (21 de febrero 1928-18 de abril de 2020) falleció este sábado en la Ciudad de México, la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL) lamentan su sensible partida y envían sus condolencias a familiares y amigos.
En 2015, a sus 87 años de edad, Amparo Dávila recibió la Medalla Bellas Artes en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. En esa ocasión, la escritora comentó: “Trato de lograr en mi obra un rigor estético basado no solamente en la perfección formal, en la técnica, en la palabra justa, sino en la vivencia. La sola percepción formal, no me interesa porque la forma no vive por sí misma; es, digamos, la sola justificación de la escritura”.
Y agregó que “hay textos técnicamente bien escritos, pero que nacen muertos: no quedan en la memoria de quien los lee. No creo en la literatura hecha solo a base de la inteligencia o la pura imaginación. Creo en la literatura vivencial, ya que esto, la vivencia, es lo que comunica a la obra la clara sensación de lo conocido, de lo ya vivido, y hace que perdure en la memoria y en el sentimiento, y constituye su fuerza interior y su más exacta belleza”.
En la narrativa de Amparo Dávila está presente la provincia y la vulneración al orden establecido, en este fragmento del relato El huésped, incluido en su primer libro de cuentos publicado en 1959 Tiempo destrozado, se constata:
“Nunca olvidaré el día en que vino a vivir con nosotros. Mi marido lo trajo al regreso de un viaje. Llevábamos entonces cerca de tres años de matrimonio, teníamos dos niños y yo no era feliz. Representaba para mi marido algo así como un mueble, que se acostumbra uno a ver en determinado sitio, pero que no causa la menor impresión. Vivíamos en un pueblo pequeño, incomunicado y distante de la ciudad. Un pueblo casi muerto o a punto de desaparecer.”
En esa misma obra, Dávila transmitió historias de sabiduría que plasmó en diversas frases que evocaban el miedo, los trastornos y la enajenación: “No es el silencio de los seres enigmáticos, sino el de aquellos que no tienen nada que decir”, escribió.
En Árboles petrificados (1977), el tercer volumen de cuentos de la narradora, evocó la muerte (esa que vio pasar durante su infancia Los Pinos, Zacatecas, pues su casa estaba cerca de un cementerio) y la locura con metáforas laberínticas que mostraban un espíritu solitario: “Estoy muerta -dijo-, ¿no te has dado cuenta de que estoy muerta, de que hace mucho tiempo que estoy muerta?”, escribió.
Baluarte de la tradición cuentista
Amparo Dávila nació en Pinos Altos, Zacatecas, el 21 de febrero de 1928. Narradora y poeta, estudió en Colegio de Religiosas de San Luis Potosí y después se incorporó como secretaria de Alfonso Reyes de 1956 a 1958. En 1977 ganó el Premio Xavier Villaurrutia por Árboles petrificados, mientras que en 2015 obtuvo la Medalla Bellas Artes. Recientemente recibió el Premio Jorge Ibargüengoitia de Literatura 2020, otorgado por la Universidad de Guanajuato.
Su obra cuentística está considerada entre las más singulares de México durante el siglo XX, y ha sido incluida en diversas antologías icónicas del género, como El cuento mexicano del siglo XX (1964) de Emmanuel Carballo, y Other fires (1986) de Alberto Manguel, entre otras. También escribió poemarios como Salmos bajo la luna (1950), Perfil de soledades (1954) y Meditaciones a la orilla del sueño (1954).
Lanzado por primera vez en 1974, el Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí, en 2018, cambió su nombre a Premio Bellas Artes de Cuento Amparo Dávila.
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