Por: Redacción/
Apenas cursa el cuarto semestre de una nueva licenciatura en la UNAM, pero Mayra Daniela Olmedo Garrido ya llevó la música original que compuso para el cortometraje de animación “Ticho: la locura crece bajo el progreso” al Festival de Cine de Cannes 2018.
Estudiante de la primera generación de la licenciatura en Música y Tecnología Acústica que se imparte en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Morelia, la universitaria viajó en mayo pasado a Cannes junto con la directora de la cinta, Adriana Ronquillo Vásquez, maestra en Artes Visuales, egresada de la UNAM.
En la edición 2018 del mítico festival francés, Ticho… fue el único trabajo de su tipo hecho en México, y sus realizadoras fueron invitadas para presentar su pieza dentro de la Short Film Corner y el catálogo Cannes Court Métrage.
“El corto tuvo una buena recepción allá. Se ha exhibido en Costa Rica y ha pasado por otros festivales, como el Haifa Independent Film Festival. En México, se presentó en Animasivo, el festival más importante en su tipo del país”, señaló Olmedo.
El DVD con el cortometraje se puede adquirir en la página www.lafuriaestudios.com, y se volverá público en 2019, una vez que finalice su presentación en festivales, adelantó.
Música emocional
La historia de Ticho… se basa en un caso real ocurrido hace varias generaciones en Delicias, Chihuahua, conocido en la región por la comunicación “de boca en boca”. Narra la anécdota de un minero que, próximo a casarse, ingresó a una mina donde explotaron materiales tóxicos que lo llevaron a la locura.
El dramático evento truncó el futuro matrimonio y la salud mental del protagonista, que en el corto se asocia con un ave, en referencia a la garza morena, especie que ha desaparecido de la zona debido a la contaminación que causa la extracción minera.
La historia es una crítica social que pone en entredicho la relación entre el ser humano y la naturaleza, y hace énfasis en daños ambientales como la pérdida de poblaciones de aves, la contaminación de los ríos y la autodestrucción humana.
Sin diálogos, una narración de este tipo, con duración de 17 minutos, requería de música emocional, un diseño sonoro que resaltara ciertas características de las escenas, explicó Olmedo.
Por ejemplo, en algunas partes se utilizó el instrumento armenio duduk, que transmite una atmósfera volátil y aérea, muy útil para acompañar el sobrevuelo de un ave sobre los personajes. En otras, se usó la melodía de un minuete, género tradicional de la zona mixteca de Oaxaca, que se utiliza para adornar las iglesias en la celebración del Día de Muertos y cuando fallecen niños, por lo que es una pieza ceremonial y fúnebre.
La musicalización recurrió al saxofón tenor, saxofón alto, duduk, requinto jarocho, chelo, violín, acordeón, quinta huapanguera, guitarra, trompeta, corno francés, tuba, trombón, percusiones, clarinete y voces femeninas y masculinas, entre ellas la de la propia Olmedo. En la producción musical se contó con la participación de Josué Vergara, de La botika Estudio, y más de 15 músicos mexicanos y extranjeros.
Se creó también una pieza de improvisación con base de blues y otra que recupera influencia de la música llanera venezolana, mezclada con décimas y son jarocho. En otra pieza se usaron voces que recuerdan los cantos armónicos de Mongolia, y en la última un arreglo sobre una marcha fúnebre de la Sierra Juárez de Oaxaca.
Mientras continúa su carrera en la UNAM, Daniela Olmedo eligió al canto como expresión artística principal, y después de esta experiencia planea seguir componiendo música para cine de animación.
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