- Las fantasías de Borges, aunque conforman una obra repleta de pensamientos casi “metafísicos” y dedicados, para muchos críticos, a un público asiduo a la reflexión literaria, es también el primer acercamiento a una literatura mágica que debe de pensarse y analizarse detalladamente.
Por: César Dorado/
Creador de una vasta obra literaria en la que el lenguaje y la memoria de sus propias lecturas creaban espacios inigualables, Jorge Luis Borges nunca se detuvo en crear poemas, cuentos y otro tipo de narraciones donde se fusionaran una indeterminada cantidad de géneros y, aunque mucho de ese peculiar estilo se caracterizó por su brevedad, los personajes y escenarios contundentes son elementos que siguen fascinando a las nuevas generaciones de lectores y escritores.
Apasionado por descifrar qué es el tiempo y cómo es que la literatura, el lenguaje y el propio hombre se mueven a través de él, Borges llevó la ficción más allá de los simples escenarios fantásticos, ya que desde las reflexiones históricas logró crear un género donde, si bien las historias venían desde un pensamiento humano, se consolidaban determinaciones filosóficas a partir de las “inversiones y tergiversaciones”.
Su estilo estuvo marcado por manejar escenarios llenos de laberintos, libros imaginarios, espejos, personajes atrapados en el espacio de su propia consciencia y el tiempo, al que consideraba como “el problema esencial” reafirmando constantemente que “si supiéramos qué es el tiempo, sabríamos qué es el mundo y quiénes somos. Puedo imaginar un universo sin espacio, pero no sin tiempo. Aunque se pierda y pase, sigue siendo incomprensible para nosotros”.
Las fantasías de Borges, aunque conforman una obra repleta de pensamientos casi “metafísicos” y dedicados, para muchos críticos, a un público asiduo a la reflexión literaria, es también el primer acercamiento a una literatura mágica que debe de pensarse y analizarse detalladamente.
“Ficciones” (1944), “El Aleph” (1949), entre otras obras destacadas, son parte esencial de ese acercamiento al Borges misterioso, fantásticos y complicado, pues también las referencias literarias a escritos milenarios, la estructuración casi matemática de sus textos y la narrativa cargada de símbolos, hacen de sus letras de las más complejas pero cálidas al momento de leerlas.
Desde pequeño, Borges demostró tener talento para la escritura, tanto que a los seis años tuvo la convicción de decirle a sus padres que era eso a lo que quería dedicarse. A los siete ya había publicado “La Visera fatal” mismo texto del que no gustaba hablar pues sólo se trataba del “trabajo de un chico”. A los diez logró traducir “El Príncipe feliz” de Oscar Wilde y su pasión por la literatura de Cervantes, Las Mil y una noches, El Mío Cid y los cuentos de los hermanos Grimm seguían cultivando en él una pasión por la reflexión literaria.
Una infancia rodeada de una biblioteca y un jardín, lugares que cita míticamente en sus textos y su riqueza literaria hicieron del joven Borges un erudito de la historia, la filosofía y otras disciplinas que unca estuvieron separadas de su labor como escritor de fantasías. Shakespeare, Thomas De Quincey, Rudyard Kipling o Joseph Conrad son algunos otros escritores que lo acompañaron en su carrera y que tomó de ejemplo para crear un estilo auténtico lleno de símbolos complejos.
Dedicación y una metodología rigurosa para crear escenarios en donde mitología, historia, filosofía y hasta ciencia bailaban en el mismo terreno sin desentonar hacen verdaderas líneas de autenticidad de un autor comprometido con la labor de escritor e intelectual.
Tan lejos y tan cerca del Premio Nobel.
En 1967, Borges fue uno de los nominados para obtener el Premio Nobel de Literatura, sin embargo no logró ese cometido el eterno aspirante al premio pues, de acuerdo a un informe desclasificado de la Academia Sueca de Ciencia, aunque representaba a ser un “candidato” serio para ganar el premio junto a Graham Greene, el presidente del Comité del premio de literatura, Anders Osterling, rechazó al escritor Argentino y lo definió como “demasiado exclusivo o artificial en su ingenioso arte en miniatura”, dándole el galardón al escritor y periodista guatemalteco Miguel Ángel Asturias, aunque este también fuese criticado pues estaba “limitado a la temática revolucionaria”.
Antes de que se revelara el documento de la Academia, se pensaba- y quizá se siga pensando- que la principal razón de no otorgarle el premio a Borges fue por sus ideales y relaciones políticas, ya que se consideraba un conservador y serio crítico de la literatura “comprometida” de su época. También destacaba su antiperonismo y la aceptación de un doctorado Honoris Causa por el dictador Augusto Pinochet, aunque su esposa María Kodama aseguró en 2016 que “él no fue invitado por Pinochet, sino por la Universidad de Chile” y que la presencia de Augusto era un simple protocolo.
Otra de las razones por las que se supone no le fue entregado el premio fue por burlarse del poeta sueco Artur Lundkvist. La escritora María Esther Vázquez narra en “Borges, esplendor y derrota” (1996) que, durante una cena, el escritor argentino leyó algunos poemas de Lundkvist y se burló de él en frente de todos los presentes.
Aunque las teorías den razón de que no se le otorgó por razones políticas e ideológicas, que no se consideran cuando se le otorga el premio a alguien, la obra de Borges y su trascendencia no se limitan a un premio, pues complejo o no, elitista o demasiado intelectual, sigue encantando a generaciones y dejando huella en sus lectores.
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